Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

24 septiembre, 2010

Ciencia en verso...en el siglo XVI

En la actualidad los conocimientos científicos de alto nivel se difunden mediante revistas especializadas, en el Renacimiento el libro era el principal medio de conocimiento científico y, en algunos casos, el manuscrito. Es cierto que hoy no tendría sentido alguno explicar los síntomas del SIDA, los rudimentos de la mecánica cuántica o la base de la expresión génica mediante un diálogo de personajes o utilizando estrofas. Si lo viéramos escrito nos movería a risa, pero los tiempos cambian y lo que hoy es imposible, no era demasiado infrecuente en la ciencia del siglo XVI.
Francisco López de Villalobos nació en la población zamorana del mismo nombre allá por el año 1473. De una familia de conversos, algo no demasiado infrecuente entre los profesionales del “arte de curar”, como lo era su padre, López de Villalobos estudió Medicina en la Universidad de Salamanca. Ejerció su profesión con el Duque de Alba primero y el rey Fernando y Carlos I después, hasta 1542. Es claro, por tanto, que este ilustre zamorano se codeó con las más señeras y nobles figuras de su tiempo.
Villalobos compuso varias obras de medicina, pero la más importante es la que escribió en primer lugar, publicada en verso en Salamanca en 1498, y que es conocida como Sumario de la Medicina con un tratado de las pestíferas bubas. 
De esta obra transcribo algunos versos en los que habla del catarro:

 "La reuma y catarro es un flujo de humor
que a nuestras narices de arriba desciende,
coriza le llaman también el autor,
por flaco cerebro que atrae el vapor
y algunas materias que bien no dispende;
cuando es de humor cálido siente amargura
y ardor en la frente y en eso que sale,
y si es de humor frío frialdad y espesura
está en el humor y graveza en natura
y dañále el frío el calor más le vale".

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