Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

19 noviembre, 2010

El Salón del Prado

En los últimos años del siglo XVIII el Salón del Prado, como se llamaba el actual Paseo del mismo nombre, era un auténtico centro científico del Madrid de Carlos III.
Estaba adornado con espléndidas fuentes diseñadas por Ventura Rodríguez y tenía un Real Jardín Botánico de considerables dimensiones con dos zonas perfectamente delimitadas: la parte principal, ajardinada, que, grosso modo, coincide con la actual, y una aneja donde se encontraban los viveros y el huerto y que llegaba hasta el actual Paseo de la Infanta Isabel. Se empezó a construir un centro extraordinariamente interesante, la Academia de Ciencias, institución de gran importancia si tenemos en cuenta que iba a ser un museo científico, de enseñanza y de investigación.
 El Observatorio Astronómico fue encargado a Juan de Villanueva y se empezó a levantar en 1790.  El Real Gabinete de Máquinas fue abierto al público en 1792 como lugar donde exponer las maquetas y los planos de un grupo de pensionados españoles que habían trabajado en Francia; en 1803 pasó a ser la Escuela de Caminos y Canales. Finalmente, el Hospital General era un centro de los últimos años del siglo XVI, y aunque se empezó la construcción de un nuevo edificio en 1758, nunca se llegó a terminar.
Los avatares históricos no trataron bien a este interesante paseo científico. Como consecuencia de la Guerra de la Independencia, el Observatorio Astronómico y la Academia de Ciencias fueron abandonados y saqueados por los franceses. Durante el siglo XIX las obras que debieron de realizarse en el centro astronómico nunca se hicieron y el inacabado Hospital General fue estropeándose poco a poco. Por otra parte, la Academia de Ciencias se transformó, como por encanto, en Museo de Pinturas, el actual Museo del Prado, y el Jardín Botánico fue una finca espléndida… para la construcción de nuevos edificios y, consecuentemente, redujo su extensión. 

12 noviembre, 2010

Pioneras de la ciencia

Sabemos que las primeras licenciadas universitarias españolas cursaron Medicina, realizaron sus estudios en la Universidad de Barcelona, los completaron en 1882 y se llamaban Dolores Aleu y Riera y Martina Castells y Ballespí. Een octubre de ese mismo año lo consiguió Elena Maseras y Ribera. La noticia de este hecho es todo un acontecimiento, la prensa las felicita pero, son cosas de la época, tienen que pedir permiso para poder realizar los estudios de doctorado. Les fue concedido y Aleu y Castells se convirtieron en las primeras españolas que alcanzaron el máximo Grado académico.
Sin embargo, el revuelo ante una situación tan “anómala” conmocionó a una buena parte de la sociedad española ya que S.M. el Rey, oído el Consejo de Instrucción Pública, dispuso que, a partir de entonces, no se permitiera la admisión de señoritas en la Universidad. Desde 1868 hasta 1900, 25 universitarias alcanzaron el Grado de Licenciadas, 19 más lo intentaron. A pesar de todo esto, no es infrecuente leer que María Goyri fue la primera universitaria española, cuando en realidad, esta excepcional mujer, inició sus estudios superiores en el curso 1892-1893.
Lo cierto es que, independientemente de lo que pensaran los españoles, Dolores Aleu fue admitida en 1882 como miembro de la Sociedad Francesa de Higiene y fue felicitada cordialmente por haber sido la primera mujer que entró a formar parte de una de las más importantes corporaciones científicas francesas. En España, su colega Martina Castells no pudo ingresar en la Sociedad Ginecológica Española.
Estas mujeres fueron una excepción que duró mucho tiempo. Baste decir que, en los dos primeros lustros del siglo XX, España dio a la cultura tres licenciadas, dos en Medicina y una en Farmacia, aunque lo intentaron 33. La situación desde el punto de vista comparado era algo mejor en otros lugares; en 1892, en la Sorbona había casi 2000 estudiantes en la Facultad de Ciencias, entre los que se encontraban 23 alumnas, y una de ellas valía por todas, y por todos, Marie Curie.

05 noviembre, 2010

Amusco y la circulación pulmonar

Juan Valverde de Amusco (ca. 1525-ca. 1588) fue un médico del siglo XVI nacido en la localidad palentina a la que hace referencia su segundo apellido. Estudió en Padua y en Pisa, donde tuvo como maestro de anatomía a Realdo Colombo (1516-1559). En Roma ejerció la docencia en el hospital del Espíritu Santo, colaboró con su maestro en el arte de la disección anatómica y publicó en 1556 la obra que lo ha inmortalizado, la famosa Historia de la Composición del Cuerpo Humano.
Hay que tener en cuenta que el tratado del médico de Amusco fue la obra de anatomía que tuvo mayor difusión en la Europa del siglo XVI: sabemos con seguridad que fue traducida al italiano en 1559 y que desde 1586 hasta 1608 vieron la luz en Venecia al menos cinco ediciones, una en latín; es más, en el siglo XVIII se tradujo al griego.
 Es preciso decir que Valverde describe, en su libro citado antes, la circulación pulmonar. Si tenemos en cuenta la fecha de publicación del libro (1556), no puede atribuírsele la prioridad en el descubrimiento; tres años antes había aparecido la primera descripción de la circulación pulmonar en una obra teológica, la Christianismi Restitutio de Miguel Serveto (1511-1553). Sin embargo, es muy probable que la mayor parte de los científicos de su tiempo que supieran de la existencia de la circulación menor lo hicieran en el libro de Valverde, muy difundido en su tiempo, antes que en una obra de teología.