Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

10 noviembre, 2011

Pruebas de fertilidad en "El hereje"

No cabe la menor duda de que Miguel Delibes es uno de los mejores novelistas españoles del siglo XX. Galardonado con infinidad de premios, una de sus últimas novelas, El hereje, es un estupendo relato del Valladolid de Carlos V en el que se dan cita algunos aspectos de la medicina de la época.
En las primeras páginas de la obra aparece un interesante personaje, Francisco Almenara, creado por la imaginación del novelista castellano.
El matrimonio formado por Bernardo Salcedo y Catalina Bustamante asiste a la consulta del doctor Almenara. No tienen hijos y Bernardo desea saber si su mujer es la “culpable” de este hecho. ¿Cómo podía saberlo un médico del siglo XVI? Pues metiendo un diente de ajo, “debidamente pelado”, en la vagina de Catalina. Después, le dio el siguiente aviso: “mañana no se levante hasta que yo llegue. Debo ser el primero en olerla”. ¿Qué intentaba comprobar Almenara? Si notaba el olor a ajo de la paciente cuando le echara el aliento, resultaría que las vías de recepción de su cuerpo estarían abiertas, o lo que es igual, en el lenguaje de la época: “no opiladas”; con lo que el responsable teórico de la infertilidad del matrimonio sería el señor Salcedo.
Esta forma de detectar la obstrucción de las vías genitales era muy corriente entre los médicos europeos de la época que seguían las directrices científicas de Galeno y Avicena, aunque, bien es cierto, que también se utilizaban otras técnicas más sofisticadas. Por ejemplo, en los Aforismos del considerado “padre de la medicina”, Hipócrates, se dice que si la mujer no concibe, y queremos saber si es apta para ello, se le pueden poner sahumerios aromáticos, como la mirra o el estoraque, utilizando una caña que se ha de introducir en el “orificio de la madre”. Si la mujer siente los olores aromáticos en la boca o las narices, es una prueba evidente de que el defecto de engendrar no reside en ella. El fundamento “científico” es el mismo que el del protagonista de la novela.
El doctor Almenara sabe que la prueba del ajo no es demasiado exacta y aunque Bernardo está un poco enfadado con su diagnóstico, le informa de que la ciencia dispone de otro método para determinar la posible infertilidad de la dama; se trata de la “prueba de la orina”, una “operación asquerosa y tan poco fidedigna como la del ajo”. Delibes inventa un Almenara que rehúsa utilizar esa prueba y, por tanto, no explica nada, pero existía. Veamos.
Podemos consultar lo que escribía un importante médico de la España del siglo XVI: Luis Lobera de Ávila. En su obra titulada Libro del régimen de la salud, y de la esterilidad de los hombres y mujeres, y de las enfermedades de los niños, y otras cosas utilísimas, editado en 1551, podemos leer mucha información al respecto. Su obra, fundamentada en los conocimientos de Galeno y Avicena principalmente, nos cuenta que con el fin de discernir qué miembro de la pareja es responsable de la esterilidad, deben “cada uno en una lechuga, y orinen encima; del que primero secare la su lechuga es del que tiene la falta en no engendrar, y este experimento, en parte, es conforme a razón, porque significa gran calor y abundancia de humores adustos en aquella lechuga que primero se secare”. Mas no era ésta la única forma. El mismo autor y en la misma obra nos explica que “tome siete granos de trigo y siete de cebada y siete de habas y los ponga en un vaso en un barreñón con tierra y otros tantos con otro y orinen el varón en un vaso y ella en otro, y dejarlos estar allí siete días, y en el vaso donde se hallaren vacías las simientes o granos, es señal que aquel cuya es aquella orina no tiene defecto, sino que es hábil para engendrar”.

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