El pueblo cacereño de San Martín de
Trevejo vio nacer, a mediados del siglo XVI, la la figura más destacada del
paracelsismo en España, Diego de Santiago.
Pocas son las noticias que tenemos de
él: trabajó en su pueblo natal, Zamora, El Escorial y Sevilla. Escribió un
pequeño folleto con consejos prácticos sobre la peste, Preservativos contra la peste (1599). Sin embargo, la obra por la
que merece toda consideración es Arte
separatoria, publicada, en dos libros, en 1598. El título completo de la
obra es: Arte separatoria y modo de
apartar todos los Licores, que se sacan por vía de Destilación: para que las
Medicinas obren con mayor virtud y presteza. Completa la portada de la
misma la profesión del autor, “Destilador de su Majestad”, y su vecindad,
Sevilla.
En el Laboratorio de destilación de El
Escorial destacan Ricardo Stanihurst, autor de un tratado de alquimia publicado
en 1593 y el extremeño Diego de Santiago, del que queda dicho que tenía el
título de “destilador de su Majestad”, uno de los numerosos puestos científicos
de la casa real en tiempos de Felipe II.
No sabemos si el libro tuvo una gran
acogida por parte de los alquimistas, boticarios, etc. Sí conocemos que el
benedictino Fray Esteban Villa, considerado como uno de los más insignes
farmacéuticos de su época, cita en sus obras a nuestro autor.
Santiago es, para su época, un
científico moderno. Influido por la obra de Paracelso, ataca de manera continua
los argumentos de la “autoridad científica”. El extremeño no es tan soberbio
como Paracelso pero, el gran valor que da a la experimentación le lleva a decir
de la medicina antigua y de las elucubraciones de los galenistas lo siguiente:
“porque lo que ellos leen para ser cierto, ha de ser sacado de ella con
experiencia, aunque según los efectos que se ven con la medicina antigua debe
haber sido escrita discurriendo con el entendimiento, sin venir a la
demostración, y experiencia: lo cual se ve en su variedad, que sucede muchas
veces, sobre una enfermedad haber cien pareceres, y todos diferentes y alegados
por un autor”.
Una faceta importante de la obra de
Diego de Santiago es que escribe en lengua vulgar y no en latín; en esto
también coincide con Paracelso. En la
España científica del siglo XVI se escribe en latín y en
romance y aunque los que lo hicieron de esta manera recibieron ataques de los
primeros, es obvia la existencia de un fuerte movimiento en favor de la lengua
vulgar para difundir los conocimientos científicos.
El texto de Diego de Santiago es un
libro sobre destilaciones o “separaciones” entendidas de acuerdo con el argot
científico de la época y no con el de la química actual. El concepto que tiene
el extremeño de lo que es la separación es claro: “Considerando que ninguna cosa se puede conservar fuera de su
individuo, si no se procede con ella con los medios de esta arte separatoria,
separando y dividiendo los unos de los otros, y por esta separación se dividen
los contrarios y se juntan los concordantes”. Y en otro lugar completa esta
definición: “con él se apartan las sustancias de que están compuestos todos, y
si lo ejercitasen los hombres de buen discurso, por él alcanzarían lo oculto de
la naturaleza, en lo cual está lo más perfecto”.
En relación con la época
que le tocó vivir considero que De Santiago es un buen científico ya que
utilizó, mutatis mutandis, el método
experimental.
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