Los cirujanos españoles de los siglos XVI y XVII no tenían una enseñanza reglamentada de la cirugía, si bien, para poder ejercer como tales, debían justificar haber practicado durante cuatro años en algún hospital, o población donde hubiera un cirujano. Aunque en casi toda Europa había una significativa diferencia intelectual entre médicos y cirujanos, en España e Italia esas dos profesiones se habían aproximado científicamente de tal manera que en algunas localidades había escuelas de cirujanos gobernadas por médicos, se habían creado cátedras de cirugía en importantes universidades españolas e italianas y había profesionales de la medicina dedicados a esa especialidad.