La sífilis fue una de las enfermedades “nuevas” del siglo XVI; nueva porque no había sido descrita por los médicos de la antigüedad y nueva porque no se nombra como tal hasta 1493 y 1494, donde aparece de forma epidémica. En 1530 Fracastoro (1478-1553) publicó un conocido tratado en verso titulado Syphilidis, en el que describe la enfermedad, trata de los remedios para la misma y de su origen americano.
Esta enfermedad ha tenido, al menos, las siguientes sinonimias:
“mal venéreo, lue venérea, syphilis, morbus postulorum, gorra, gran gorra, buhas, bubas, elephantia, male pustule, paturra, pasión torpe saturnina, mal serpentino, buainaras, bipas, tainas, lías, licheus, pudendagra, mentagra, grues viruela, mal de Nápoles, y mal italiano, mal francés y mal gálico, mal portugués y mal castellano”.
La terapéutica sobre la sífilis en los siglo XVI y XVII estaba dividida entre los “metalistas” partidarios de la utilización de unciones y baños con mercurio– “una hora con Venus y una vida con Mercurio”– y los “yerberos” o defensores de remedios proporcionados por la naturaleza americana: cocciones de guayaco (palosanto), china y la zarzaparrilla principalmente. El caso es que estos “baños” son los que tomó en el Hospital de la Resurrección de Valladolid el alférez Campuzano de El casamiento engañoso de Cervantes:
“…mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora”.
Parece claro que una enfermedad como el mal francés era un buen telón de fondo, o un excelente argumento, de muchos textos literarios del siglo XVI. Sabemos, por ejemplo, que en el Retrato de la lozana andaluza (1528) de Francisco Delicado hay abundantes referencias a la sífilis, pero lo que no es muy conocido es que el autor de esta importante obra sanó de la enfermedad utilizando el guayaco lo que, probablemente, fue el motivo para que escribiera un tratado titulado El modo de adoperare el legno de India, publicado en Venecia en 1529. Por cierto que así, leño de Indias, es nombrado también el guayaco en la obra cumbre de este autor; en efecto, Divicia, personaje de La lozana, nos dice que la enfermedad “ya comienza a aplacarse con el leño de las Indias Occidentales”.