El
humanista Pedro Simón Abril (ca.1530-ca.1595) es una de las figuras más
destacadas de lo que se ha dado en llamar el Humanismo español (del siglo XVI).
En 1598 publicó unos Apuntamientos de
cómo se deben reformar las doctrinas, y la manera de enseñallas, un
opúsculo dirigido a Felipe II en el que se estudia la situación de la enseñanza
de su época y se aportan posibles reformas.
De esta obra entresaco las
siguientes líneas:
“Primer
error en el enseña comúnmente las ciencias, es el enseñarlas en lenguas
extrañas y apartadas del uso común y trato de las gentes, porque en los tiempos
antiguos no hubo nación tan bárbara, que tal hiciese, desde que Dios formó el
linaje humano, sino que enseñaron los caldeos en caldeo y los hebreos en
hebreo, y lo mismo hicieron las demás naciones, gitanos, fenicios, griegos,
latinos, árabes, y casi desde los primeros tiempos los españoles, cada uno a su
nación en la lengua que le era natural; de donde resultaba que los discípulos
entendían a sus maestros con gran facilidad, y los maestros enseñaban a sus
discípulos con mayor llaneza y claridad; porque ahora los más de los que
enseñan, por no enseñar en sus propias lenguas, sino en extrañas y poco usadas
en el mundo, no declaran sus conceptos a los que aprenden, por términos llanos,
claros y propios, sino por impropios y muy oscuros, de donde nace gran
dificultad en el entenderse los maestros y los discípulos; y si acaso se halla
algún maestro que entienda bien el propio uso del griego o del latín, los que
te van a oír no son tan ejercitados en el uso de aquellas lenguas extrañas, que
entiendan fácilmente los conceptos y palabras del maestro;(…)
Segundo
error común en el enseñar las ciencias, es el no contentarse los maestros con
las cosas que particular y propiamente tocan al sujeto de cada una de ellas,
sin mezclar las cosas de las unas con las de las otras, por mostrarse muy
doctos en ciencias diferentes, teniendo más en cuenta con su propia ostentación
que con el bien y utilidad de los que aprenden.
Tercer
error común en el enseñar las ciencias, es el desordenado deseo que tienen los
que aprenden de llegar de presto a tomar las insignias de doctrina, que
vulgarmente llaman grados, a que tienen hoy más ojo los hombres por sus
particulares ambiciones y codicias, que a salir con la empresa de la verdadera
doctrina; porque de aquí nace el desear ser enseñados los hombres por
compendios, sumas o sumarios, y no tener paciencia para leer lo que los varones
antiguos escribieron de cada una de ellas largamente; que es lo que va
destruyendo y haciendo poner en olvido la lección de los antiguos escritores”.
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