El que ha sido considerado el mejor alcalde de Madrid
gobierna una época en la que el fomento de la cultura, artística, literaria, o
científica, no ocurre preferentemente desde las Universidades, sino que se
realiza desde instituciones extrauniversitarias que empiezan a crearse en
tiempo de Felipe V y culminan con la gran explosión cultural del reinado de
Carlos III.
Se ha escrito: “No sólo fueron esas fundaciones
extrauniversitarias: bibliotecas, archivos, colecciones de documentos, reales
Academias, Colegios de Medicina y Cirugía, Colegios Militares, Gabinetes de
Historia Natural, Gabinetes de Máquinas, Observatorios, jardines Botánicos,
Escuelas de Ingenieros, de Veterinaria, de Hidrografía, Estudios Reales de
Ciencias, laboratorios, etc., las que impulsaron enérgicamente el desarrollo de
la cultura, sino también el fomento que el Estado hizo de la producción
científica, de las pensiones de ampliación de Estudios en países extranjeros,
de las expediciones y exploraciones científicas, y de la traída a España de
sabios extranjeros” .
En 1776 don José de Gálvez da desde la Península una
Instrucción, que guarda relación con la expedición a Chile y Perú, pero que
muestra claramente la situación cultural que vive nuestro país:
“El Rey ha establecido en Madrid un Gabinete de
Historia Natural en que se reúnan no sólo los Animales, Vegetales, Minerales,
Piedras raras y cuanto produce la Naturaleza en los vastos dominios de S. M.,
sino también todo lo que sea posible adquirir de los extraños. Para completar y
enriquecer las series del Real Museo en cada una de sus clases, conviene que
los sujetos que mandan en la Provincias y Pueblos de los Reinos Españoles,
cuiden ahora y en lo sucesivo de recoger y dirigir para el Gabinete de Historia
Natural las piezas curiosas que se encuentren en los distritos de su mando.
Particípolo a Vd, de orden de S. M. para su
inteligencia y cumplimiento en la parte que le toca, persuadiéndole de que el
Rey mirará el puntual desempeño de este encargo como prueba singular del celo a
su servicio y del amor al bien público: y a fin de que comprehenda Vd.
individualmente qué necesidades se desean, y el modo de su conservación,
incluyo a Vd. ejemplares de la Instrucción que para el intento ha providenciado
el Rey se extienda, dejando a arbitrio de Vd. el cuidado de distribuirlos entre
los sujetos a quienes cometa el correspondiente encargo; sin que sea preciso
que éste se haga única y privativamente a las Justicias de los Pueblos, pues
los curas de ellos, y acaso otras personas particulares, que elegirá la prudencia de Vd. podrán desempeñarle también
con acierto.
Últimamente no excuso expresar a Vd. que el Rey quiere
que los que sucedan a Vd. en este mando queden con el cuidado de recoger y enviar
las piezas raras que se vayan descubriendo, pues por este medio se completarán
y renovarán las series del Gabinete en los tres Reinos de la Naturaleza,
precaviendo así llegue a descaecer tan útil e importante establecimiento”.
Los ilustrados creen en los impulsos
agrícola, industrial y comercial de España son las bases capaces de transformar
la sociedad de nuestro país.
Pero los ilustrados son
especialmente firmes partidarios de la capacidad transformadora de la
educación. La educación empieza a ser valorada en su justa medida. En este
sentido, la obra impulsora de Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) tiene
una importancia capital y sus aportaciones son extremadamente lúcidas. El
sugerente título de su discurso de ingreso a la Real Academia de la Historia
(1780): Sobre la necesidad de unir al
estudio de la legislación el de nuestra historia y antigüedades o la no
menos interesante y novedosa Oración
sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencia,
pronunciada el 7 de enero de 1794 en el Real Instituto Asturiano de Náutica y
Mineralogía, son dos excelentes ejemplos del impulso didáctico-pedagógico
intentado por el asturiano.
Mas todo el excelente ambiente
cultural ilustrado se vio devastado con la terrible Guerra de la Independencia
(1808-1814) y el nefasto reinado de Fernando VII. Una y otro influyeron
negativamente en la actividad científica española. El panorama cultural hispano
pasó en muy poco tiempo de esplendoroso a mediocre, desolador, triste: Muchos
centros científicos son destruidos por los franceses (el Observatorio
Astronómico de Madrid, el nonato Museo del Prado, el Seminario de Vergara...);
destacados científicos han de exiliarse (el geógrafo Antillón, el botánico La
Gasca, el médico Orfila) o languidecen en el abandono sin ser publicados sus
trabajos (Ruiz y Pavón)...”.
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