Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

22 mayo, 2024

José Luis Casaseca y Silván, descubridor de la thenardita

 

José Luis Casaseca y Silván nació en Salamanca en 1800 en el seno de una familia que colaboró con José Bonaparte, por lo que marchó a  París en 1813. Aquí hizo los estudios medios en el Colegio Henri IV y, después, cursó estudios científicos, principalmente en el ámbito de la química.

Durante el Trienio Liberal o Trienio Constitucional (1820-1823) vuelve a España y ocupa la ayudantía de la cátedra de Química en la Facultad de Filosofía de Madrid, pero cuando cayó el Gobierno liberal desapareció  la cátedra de Química y entonces marchó  a Montpellier para trabajar en una farmacia del boticario Celléres.  

José Luis Casaseca

Por entonces, además de trabajos en diversas  revistas científicas francesas, publicó un libro titulado Ensayos químicos.

En 1826 describió para la ciencia un nuevo mineral, al que denominó thenardita (sulfato sódico) en honor de su maestro y protector, Louis Jacques Thénard (1777-1857), profesor de Química en París (Francia). El mineral fue descrito por Casaseca en un acto leído en la Sociedad de Farmacia francesa el 15 de junio. El ejemplar fue encontrado a “cinco leguas de Madrid y dos y media de Aranjuez, en el sitio que llaman las Salinas de Espartinas”. Estas Salinas se encuentran al sur del actual término municipal de Ciempozuelos. El mismo Casaseca lo explica:

“Por todas estas consideraciones la sosa sulfatada anhidra de Espartinas merece tener su nombre particular: yo propongo llamarla thenardita en honor del sabio ilustre a quien la ciencia es deudora de tantos y tan bellos descubrimientos; creyéndome muy dichoso como discípulo suyo, por tener ocasión de darle un testimonio de mi profundo reconocimiento”. 

En su labor de traducción vertió al castellano, en 1826, un famoso y difundido libro de  divulgación del químico alemán Friedrich Accum (1769-1838): Chemical amusement (Recreaciones químicas). El título en castellano era Recreaciones químicas que contienen una serie de experimentos curiosos é instructivos... La obra estaba considerablemente aumentada con las numerosas anotaciones del salmantino, que modificaba y ponía al día los conocimientos de Accum. 

En 1827 regresó a Madrid para ocupar la cátedra de Química del Real Conservatorio de Artes y Oficios. Para estas clases, tradujo, por orden del rey, un libro del farmacéutico francés Eugène Desmarest para ser empleado como libro de texto. Al mismo le añadió numerosas notas, un apartado especial con unas “Correcciones hechas por el Traductor” y artículos nuevos dedicados a tres elementos que no habían sido descubiertos cuando se escribió el libro: el bromo, el silicio y el circonio.

A su vuelta, en 1831, inició la publicación de una revista cuyo título nos da una idea precisa de los contenidos de la misma: El propagador de conocimientos útiles o Colección de datos interesantes aplicables a las necesidades y a los goces de todas las clases de la sociedad, puestos al alcance de todos y sacados de los escritos y observaciones de los más célebres sabios extranjeros.

En 1832 dejó su cátedra de Química  para ocupar cargos administrativos poco importantes para, finalmente, en 1836, cruzar el Atlántico y en La Habana encargarse, por una real orden, de una cátedra de Química. Y marchó a la isla porque le gustaba su estabilidad política, ya que no se había agregado al independentismo del resto de territorios americanos, y porque preveía un importante desarrollo científico relacionado con el procesamiento azucarero.

En la isla realizó investigaciones para mejorar la industria y la agricultura y especialmente la producción de azúcar. En este sentido publicó varios trabajos y tradujo otra importante obra divulgativa del químico alemán Justus Liebig (1803-1873), pionero de la química orgánica: Chemische Briefe, cuyo título completo en castellano fue Cartas sobre la química y sobre sus aplicaciones a la industria, á la fisiología y a la agricultura.

No obstante, Casaseca no tuvo un buen laboratorio químico y por motivos de salud cesó en su cargo y vino a  Canarias, Montpellier y, por último a  Barcelona, donde, falleció en en 1869.

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