Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

19 agosto, 2024

Ciencia en verso en el siglo XVI

 

En la actualidad, los conocimientos científicos de alto nivel se difunden mediante revistas especializadas, en el Renacimiento el libro era el principal medio de transmisión delos saberes científicos y, en algunos casos, el manuscrito.

Es cierto que hoy no tendría sentido alguno explicar los síntomas del SIDA, los rudimentos de la mecánica cuántica o la base de la expresión génica mediante un diálogo de personajes o utilizando estrofas. Si lo viéramos escrito nos movería a risa, pero los tiempos cambian y lo que hoy es imposible, no era demasiado infrecuente en la ciencia del siglo XVI.

Aunque alguien, mucho más recientemente, ha querido manifestar su amor por la persona amada con unos versos demasiado “científicos”:

“Penetraste en mi ser como por ósmosis,

Tú, la azul cristaloide de la exósmosis,

Que excitas mi sustancia cortical:

Te guardan mis ventrículos y aurículas,

Mis anastomoseadas canalículas

De Havers y mi médula espinal.”

Francisco López de Villalobos nació en la población zamorana del mismo nombre allá por el año 1473. De una familia de conversos, algo no demasiado infrecuente entre los profesionales del “arte de curar”, como lo era su padre. López de Villalobos estudió Medicina en la Universidad de Salamanca. Ejerció su profesión con el Duque de Alba primero y el rey Fernando y Carlos I después, hasta 1542. Es claro, por tanto, que este ilustre zamorano se codeó con las más señeras y nobles figuras de su tiempo. 

Villalobos compuso varias obras de medicina, pero la más importante es la que escribió en primer lugar, publicada en verso en Salamanca en 1498, y que es conocida como Sumario de la Medicina con un tratado de las pestíferas bubas. 

De esta obra transcribo algunos versos en los que habla del catarro:
         "La reuma y catarro es un flujo de humor
        que a nuestras narices de arriba desciende,
        coriza le llaman también el autor,
        por flaco cerebro que atrae el vapor
        y algunas materias que bien no dispende;
        cuando es de humor cálido siente amargura
        y ardor en la frente y en eso que sale,
        y si es de humor frío frialdad y espesura
        está en el humor y graveza en natura
        y dañále el frío el calor más le vale".

En una posición intermedia entre la alquimia y la ciencia académica tradicional vivió en la península Ibérica un curioso y extravagante personaje: el médico y alquimista boloñés, Leonardo Fioravanti (ca.1518-1588), probablemente uno de los responsables de la difusión de las obras de Paracelso dentro del ambiente alquímico español. En 1582 publicó en Venecia sus cuatro libros Della Fisica, que dedicó a Felipe II. El alquimista valenciano del siglo XVI Luis de Centelles publicó, a mediados de ese siglo, una obra alquímica que tuvo una cierta difusión en España y en el extranjero: Coplas sobre la piedra philosophal, que se encuentran al final del texto del italiano. En la obra del valenciano, escrita en octavas, aparece el lenguaje característico de los textos alquímicos: la utilización de metáforas y símbolos a los que poca gente podía acceder. Por ejemplo:


Materia


Son tres hermanos en una natura
los dos de ellos fijos; del Sol ya perfectos
cuerpos se dicen lucientes y netos
vestidos de noble y real vestidura.
El otros no fijo; de materia pura
de quien estos otros por línea descienden
de aquí los extraños secretos dependen
si el cuerpo y el alma hicieren mistura.
(…)
Un mismo camino te digo que es
aquello que vida y muerte llamaron
y aqueste es el paso do muchos erraron
que vuelve tu obra del cabo a los pies
y si tú atiendes a otro interés
sabrás que continuo has de reiterar
el alma en el cuerpo que se ha de fijar
así como hiciste la primera vez"

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