Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

25 julio, 2024

La lepra en España, médicos y hospitales

 

La lepra es, probablemente, la más estigmatizada de todas las enfermedades. La historia de un leproso suele tener asociada muchos miedos que han sido generados, desde siempre, por la cultura humana.

La enfermedad debe su nombre a las alteraciones dérmicas que se producen en los afectados (del griego lepis, que significa costra, escama). Está producida por una bacteria (Mycobacterium leprae) que también se conoce como bacilo de Hansen. A pesar de lo que se ha dicho de ella, es una enfermedad poco contagiosa pero produce daños neurológicos.

Siempre se ha tenido por una patología repulsiva y estigmatizante y así los leprosos han recibido un trato inhumano durante la mayor parte de la historia. Es una enfermedad endémica de algunas regiones del planeta: el sur y sureste asiáticos, África central, ciertas zonas suramericanas, etc.

En España, en la General e grand estoria (siglo XIII) de Alfonso X, cuando la lepra ya se había extendido por toda Europa, se puede leer:

“(...) que los apartasen de todo el pueblo, e que les fiziesen fazer vestidos bien anchos, de guisa que non ouissen ningun enbargo para vestir los nin al despoiarlos, e que traxieren las cabeças descubiertas por que los conocieren, e las bocas cubiertas con los vestidos, por que cuando fablasen nin fiziessen [...] damno a los quien se llegasse a ellos con el fedor de su respiramiento malo”.

Fue denominada Mal de San Lázaro por alguna de estas razones: por el Hospital de San Lázaro de Jerusalén o, acaso, por la veneciana isla de San Lázaro; en los dos casos había leproserías para acoger a estos enfermos. Pero el nombre de enfermos de San Lázaro fue el resultado de la unión de dos pasajes Nuevo Testamento: el de Lázaro, el hermano de Marta y María, amigo de Jesús, y el del pobre Lázaro, el personaje de la parábola.

En Europa había enfermos a los que se les colocaba un sayal de saco y con una campanilla, a cierta distancia y a la entrada de las poblaciones, debían indicar que estaban allí. Otros leprosos, con más suerte, eran retirados a los lazaretos, malaterías u hospitales de San Lázaro (que de estas formas, y otras, se los denominaba) donde recibían los cuidados de los religiosos e incluso de caballeros de la Orden de San Lázaro.

Entre los siglos XII y XVI había 91 leproserías en la España cristiana y el número de enfermos en ellas se estima que era superior a 20.000.

En Europa a principios del siglo XIII había unas 19.000 leproserías.

En España, uno de los primeros médicos que se ocupó más científicamente de la enfermedad fue Francisco Méndez Álvaro (1806-1883), que en 1860  presentó una Memoria a la Real Academia de Medicina y Cirugía de Madrid titulada: La lepra en España a mediados del siglo XIX, su etiología y su profilaxia

Benito Hernando Espinosa

Pues bien, basada en la Memoria de Méndez Álvaro, en 1878 se promulga una Real Orden por la que hay que declarar obligatoriamente si se tiene la enfermedad. Asimismo, dada la imposibilidad de aislar a todos los enfermos, los que quedan libres tienen prohibida cualquier profesión que permita la contaminación de los sanos (principalmente las relacionadas con la alimentación y el servicio doméstico); tienen, también, prohibida la asistencia a escuelas, iglesias y espectáculos públicos. Asimismo,  las provincias que no tengan Hospital de San Lázaro deben destinar un edificio para los leprosos y los recursos suficientes para su mantenimiento. Los enfermos deben de ser hospitalizados hasta su curación y deben vivir aislados, fuera de las poblaciones y en habitaciones amplias que tengan una buena ventilación. No pueden criar hijos propios o ajenos y se aconseja que se eviten los matrimonios con las personas enfermas. También se ordena declarar la enfermedad y hacer relaciones de los enfermos de la zona.

No obstante, el médico Rafael Bover Albi dejó escrito en su tesis doctoral, titulada La lepra y su profilaxia  en España y publicada en 1913, que  “la Real orden de 7 de Enero de 1878, si bien es un modelo de legislación sanitaria, por cuanto comprende los principios de una eficaz profilaxia de la lepra, ha sido estéril en resultados prácticos por su inobservancia”. 

La primera estadística oficial de la enfermedad en España es de 1851: se detectan 286 enfermos en toda España. Después se refieren 521 en 1878, y 873 en el año 1914.

En España destacó por sus estudios sobre la lepra el que fuera catedrático de Terapéutica de las universidades de Granada y Madrid: Benito Hernando Espinosa (1846-1916). Publicó varios artículos sobre la enfermedad y su obra más importante sobre el asunto data de 1881 y lleva por título: De la lepra en Granada. Este médico está inmortalizado en una pintura, la del cuadro más importante de los que forman la colección artística del Palacio del Senado, La rendición de Granada (1879-82), del pintor aragonés Francisco Pradilla y Ortiz (1848-1921). En él está representado el catedrático de Medicina en la figura de Boabdil.

La rendición de Granada

Boabdil en el cuadro de Pradilla

            


García del Mazo publicó en 1917 una monografía titulada “La lepra en España” en la que da cuenta de la situación en nuestro país en el año 1904 (probablemente con datos más bajos que los reales): 522 enfermos, de los que había 122 en Valencia, 117 en Alicante, 70 en Castellón, 67 en Málaga, 34 en Sevilla, etc. 

Jaime González Castellano
(pintado por Sorolla)

Al iniciarse el siglo XX, el jesuita Carlos Ferrís Vila decidió crear un albergue para acoger a los leprosos más  necesitados. Contactó con un médico de Jávea llamado Jaime González Castellano (1832-1917), que le refierió las condiciones higiénicas que debía tener una leprosería: ubicarse en sitios elevados sobre el nivel del mar, lejos de poblaciones, al amparo de los vientos, con mucha agua para el consumo y los baños (preferentemente sulfurosas), con terreno en los que los enfermos cultivarían la tierra, alojamiento de los pacientes separados por sexos, etc.

La Compañía de Jesús formó un patronato para poder realizar el proyecto y en 1902 se aprueban los estatutos de la Colonia-Sanatorio de leprosos de San Francisco de Borja, conocido también como Sanatorio de Fontilles.  Es decir, se quería hacer un sanatorio que atendiera a los enfermos y una colonia que les permitiera trabajar.

El año siguiente se encontró el lugar adecuado para el sanatorio: en el foco de una de las zonas más endémicas del levante, en el término municipal de la Vall de Laguar, en la provincia de Alicante. El nombre de Fontilles se debe a la existencia en el territorio de muchas fuentecillas.

Se acordó que los padres de la Compañía de Jesús y las hermanas terciarias Franciscanas se ocuparan de la institución, tanto de su gobierno como del cuidado de los leprosos. Asimismo se determinó que el director médico sería el médico de Laguar.

Sanatorio de Fontilles
Imagen de la década de los 20 (Biblioteca Virtual Cervantes)
En 1907 ya había  tres pabellones construidos y el 7 de septiembre de 1908 se publica en el BOE una R.O. por la que se autoriza la apertura del Sanatorio de Fontilles. Dos años más tarde entran en la institución tres religiosas franciscanas y ocho pacientes. Fue el principio de un sanatorio que iba a ser el punto de referencia del tratamiento y cuidado de los enfermos de lepra en España durante todo el siglo XX. Y es que este sanatorio fue fundamental en la eliminación de la lepra en España.

Durante el año 2020 se notificaron al Registro Estatal de Lepra en España 2 nuevos casos.


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