Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

09 octubre, 2024

Los primeros pasos de la sanidad española en América

 

Los años que marcan el declinar del siglo XV son, sin lugar a dudas, años trascendentales en el desarrollo histórico de la humanidad: los nuevos territorios descubiertos por la Corona de Castilla abren al mundo una nueva perspectiva no sólo política, sino también científica y es el Descubrimiento la aportación más importante de España al Renacimiento.

Son muchas las brújulas que orientan las ilusiones de los viajeros que se dirigen al Nuevo Continente: aventura, poder, riqueza, saber...; son muchos los implicados y muy varia es su condición: pobres y ricos, gente de mar y de tierra adentro, sabios y torpes...; en cualquier caso, las preciosas palabras del matemático Julio Rey Pastor dan una idea perfecta de la revolución que se avecinaba:

“La obra entera de la creación se duplica en el siglo XV para los habitantes de Europa (como observa Humboldt) y suministra a las inteligencias nuevos y poderosos estímulos, que aceleran el progreso de las ciencias. Y llega ese presente en el momento mismo en que ya puede ser aprovechado por el despertar de las inteligencias y la eficacia de las prensas de Haarlem y Maguncia, que prestan alas al pensamiento, poniendo la cultura al alcance de todas las clases sociales, en las que pronto surgen preclaras inteligencias al servicio de una tarea común.”

En todos los viajes colombinos, excepto en el tercero, fueron médicos. 


En el primer viaje de Cristóbal Colón fueron hombres de la medicina y así el maestre Juan Sánchez, cirujano, iba en La Santa María y fue uno de los 40 hombres que dejó Colón en La Española y con ellos murió; el maestre Alonso se embarcó en La Niña y finalmente, el maestre Diego, del que no sabemos si era boticario o cirujano, marchó al Nuevo Mundo en La Pinta.

Desde muy pronto las islas antillanas se convirtieron en lugares de enlace con el continente americano. Asimismo, se creó en ellas una política de higiene pública que legislaba de manera similar a como sucedía en Castilla.

Ya en 1493, al iniciarse la colonización, llega al Nuevo Mundo el primer médico europeo graduado en alguna universidad del viejo continente, el primero de los médicos de los  que fueron a América que tenía un currículum importante: Diego Álvarez Chanca, médico que fue de Isabel de Portugal. Este galeno, vecino de Sevilla, estaba muy interesado en marchar a las Indias y se ofreció a los reyes para ir a  los nuevos territorios. Estos aceptaron el ofrecimiento: “Doctor Chanca: Nos hemos sabido que vos, con el deseo que habéis de nos servir, habéis voluntad de ir a las Indias. E porque en los hacer nos serviréis y aprovecharéis mucho a la salud de los que por nuestro mandado allí van, por servicio nuestro que lo pongáis en obra e vayáis con nuestro almirante a las dichas Indias...” 

Tractatus de fascinatione. E libro del ojo,
de  Álvarez Chanca


Así que el doctor Chanca marchó en septiembre de ese año en una flota que formaban diecisiete navíos y unos 1.200 hombres y se convirtió en un cronista de los nuevos territorios de manera que cuenta la fundación del poblado de Isabela y de que “se han visto cosas bien de maravilla”: la exuberante vegetación, el valor nutritivo de plantas como el aje (planta con un rizoma comestible), el escaso número de cuadrúpedos, la morfología de la jutía (un roedor), la existencia de un lagarto muy raro (iguana), informa de la antropofagia de los caníbales, etc. Asimismo, le preocupa la manera de vivir de los naturales de la zona: “tienen sus casas tan cubiertas de yerba o de humidad que estoy preocupado como viven”. Tampoco comprende la dieta de muchos indios, que comen culebras, gusanos y arañas: “me parece es mayor su bestialidad que de ninguna bestia del mundo”. La vida en el Nuevo Mundo no le debió de ser muy agradable ya que regresó a la Península  en septiembre de 1494.

Otro personaje interesante de estos años fue Nicolás de Ovando y Cáceres (c.1451- 1511). En 1501 fue nombrado por los reyes gobernador y justicia de las “Islas y Tierra firme” de las Indias. Este caballero de la Orden de Alcántara partió de España, en 1502, con 32 embarcaciones y unos 2.500 tripulantes. En ellas iba un numeroso instrumental médico (materiales para la extracción de  muelas, una jeringa de cobre, una balanza, unas navajas para la barbería, etc.) y diferentes productos para fabricar medicinas: cañafístula, ruibarbo, agárico, acíbar, jengibre, etc.). Ovando fundó varias ciudades en La Española, intervino en el desarrollo de la industria de las minas, introdujo el cultivo de la caña de azúcar, etc.

La capital de La Española (Santo Domingo), la isla más importante de estos primeros momentos de la colonización, tenía un “servicio de limpieza” que no había en las  otras poblaciones antillanas  y en  Nueva Cádiz de Cubagua (primera ciudad fundada en el sub-continente suramericano) se estableció una ordenanza para que se echasen las basuras únicamente en un lugar determinado.

Palacio de los Ovando en Cáceres

Desde 1503 y gracias a Nicolás de Ovando, se ordenó la construcción de hospitales en La Española: donde “se acojan y curen los pobres así cristianos como de los indios”. Y ese mismo año comenzó la construcción del hospital de San Nicolás de Bari, aunque no fue hecho de piedra hasta 1519, si bien con sólo seis camas. Después se levantaron otros establecimientos similares de manera que en 1514 había al menos seis hospitales aunque no especialmente boyantes. Finalmente, hay que recordar que en los primeros años del siglo XVI se crearon hospitales en otras islas antillanas: Puerto Rico, Cuba, Jamaica, etc.

Placa que puede verse en las ruinas del
 Hospital de San Nicolás de Bari


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