Son muy pocos los españoles conocedores de que, en los primeros años del siglo XIX, se instaló en nuestro país un joven profesor suizo que tuvo una importancia fundamental como docente y divulgador de los saberes científicos: Juan Mieg.
Los datos que sobre su vida y obra
conocemos se deben principalmente a los estudios del profesor Abilio
Reig-Ferrer.
Mieg había nacido en Basilea en 1780 en
el seno de una familia acomodada que se dedicaba al comercio de tejidos. Juan era
el mayor de los cuatro hermanos que formaban los hijos la familia.
Después de realizar los primeros
estudios en su ciudad natal, marchó a Friburgo, en cuya Universidad estudió
humanidades. Después, en 1798, fue a París y durante cuatro años fue alumno de
la Escuela Central de las Cuatro Naciones, en la que adquirió conocimientos
científicos, pero muy especialmente de física e historia natural. Aquí fue
discípulo de importantes hombres de ciencia como el paleontólogo, zoólogo y
fundador de la anatomía comparada Georges Cuvier; el zoólogo André Marie
Duméril; el entomólogo Pierre André Latreille; el físico y astrónomo
Jean-Baptiste Biot; el químico y naturalista Alexandre Brongniart, etc.
Impartió enseñanzas de física, alemán y
latín en el Colegio de Blois, donde estuvo tres años y desde donde marchó en
1810 a la Universidad Imperial (Académie d’Orleans) como Regente del Colegio.
Durante la Guerra de la Independencia el rey español Fernando VII permanece confinado en el castillo de Valençay y terminada la contienda propone al suizo como preceptor de física de sus hijos con una remuneración excelente. Después, cuando el rey recobra el trono y regresa a España en 1814, le ofrece a Mieg un gran sueldo como Criado de la Casa Real, encargado de enseñar física y crear un gabinete de esta disciplina. Aunque en 1820 cesó como director del Gabinete, permaneció con la función de conservar sus “aparatos”.
La falta de un libro adecuado y
actualizado en los saberes químicos para sus alumnos, le hace llevar a la imprenta
una traducción, realizada con su ayudante Joseph Acosta, de una obra francesa:
“Para escribir estas lecciones nos hemos servido de una obrita Francesa publicada
en 1803”, aunque con “numerosas las mudanzas y adiciones”. La traducción lleva
por título: Lecciones elementales de
Química para uso de los principiantes (1816).
En 1840, y por la misma razón, escribe
una Colección de problemas y cuestiones
sobre la Física y la Química (1840).
Por esos años imparte gratuitamente
clases de alemán y de zoología en el madrileño Ateneo científico, literario y
artístico.
De manera semejante a las disciplinas científicas indicadas antes, escribe algunas obras de historia natural. Así, Mieg publica en 1817 una Instrucción sobre el arte de conservar los objetos de historia natural, porque “La historia natural no es, a buen seguro, la menos útil de las diversas partes de la filosofía natural, y constituye actualmente un ramo esencial de la instrucción pública en todas las naciones cultas”.
El año siguiente aparece una excelente
obra de divulgación científica: Paseo por
el Gabinete de Historia Natural de Madrid, con la que pretende dar una
“explicación sencilla y abreviada de los objetos más curiosos, y en especial de
los animales, que por su utilidad, por su organización e instinto excitan tan
al vivo nuestra admiración”. Finalmente, sobre historia natural lleva a la
imprenta en 1849 el que fue el primer manual entomológico en lengua castellana,
la Introducción a la historia natural de
los insectos, con el modo de cojer (sic),
matar y conservar estos animales. Su afición por la entomología le llevó a
tener la, probablemente, mejor colección de mariposas españolas de su época. Algunas especies de insectos le
fueron dedicados por ilustres entomólogos: Ántrax
miegii, del naturalista francés Léon Dufour, Hymenoplia miegii, del zoólogo español Mariano de la Paz Graells,
etc.
Otra faceta interesante de Mieg es el
hecho de ser pionero de lo que se ha denominado genéricamente “ciencia
recreativa” y que a él le gusta denominarla “magia blanca” o “natural”.
En 1921 vino a España un físico belga aficionado a este tipo de exhibiciones: Étienne-Gaspard Robert (1763-1837), cuyo nombre artístico era “Robertson”. Por esta causa Mieg escribe y publica de forma anónima ese mismo año una obrita de 70 páginas titulada: Noticias curiosas sobre el espectáculo de Mr. Robertson, los juegos de los indios, las máquinas parlantes, la fantasmagoría y otras brugerías (sic) de esta naturaleza. Por un aficionado a la magia blanca.
Más tarde, en 1839, escribe sobre este asunto un texto más extenso que
titula: El Brujo en sociedad, ó sea breve
instrucción para aprender a ejecutar con destreza muchos juegos de manos y
otras varias suertes curiosas y divertidas. Con esta obra pretende
demostrar que los recursos de la magia blanca se basan en la aplicación de las
mátemáticas y la física, acompañada de la habilidad con las manos y la lengua.
En 1838 firma algún escrito como “Tío Cigüeño” o, simplemente “Cigüeño” y
tres años después se divorcia de su esposa y sobre esta cuestión publica una obrita
con el título de Historia romántica de
las tribulaciones, amoríos, posesion y vindicacion del Tío Cigüeno, con su
feliz exorcización.
Mieg formó parte de de la Real
Academia de Medicina de Madrid (1816), dos años más tarde de la alemana
Academia Caesarea Leopoldino-Carolina Naturae Curiosorum y en 1849 de la
Sociedad Entomológica de Francia.
Publicó en 1851 un Panorama del
ferro carril de Madrid a Aranjuez: “Viajando con mucha frecuencia en el
ferro-carril de Aranjuez, he publicado un cuadernito de dibujos litografiados”.
Son 36 láminas realizadas por Mieg y litografiadas en blanco y negro, aunque algunos
ejemplares de la obra fueron pintados
por el suizo para regalarlos a algunos amigos.
Lámina titulada "Puente sobre el Manzanares" del Panorama del ferro carril de Madrid a Aranjuez |
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