Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

16 febrero, 2025

Joaquín Fuster, un gran neurocientífico

 

Joaquín M. Fuster Carulla es un gran científico barcelonés (1930) que aúna unos grandes conocimientos de su especialidad con otros no científicos, que lo hacen una persona con unas capacidades excelentes para acercar sus saberes a los colegas y al público en general.

El doctor Fuster es un hombre que ha dedicado su vida científica al estudio de los mecanismos cerebrales cognitivos (atención, percepción, memoria, etc.). Reconocido internacionalmente, está en posesión de un gran número de distinciones y en la actualidad es Profesor Emérito Distinguido de Neurociencia Cognitiva en la Universidad de California, en Los Ángeles (UCLA).

 Su hermano Valentín —residente también en los Estados Unidos—, es jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Monte Sinaí en Nueva York y director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares en Madrid y, quizá, tiene una mayor importancia mediática que Joaquín.

Sus abuelos fueron conocidos médicos: el materno fue Valentín Carulla Margenat (1864-1923), rector de la Universidad de Barcelona y I marqués de Carulla, título que le concedió Alfonso XIII; el paterno, después de la Guerra Civil, alquiló una mansión en Pedralbes que se convirtió en un centro que daba una atención psiquiátrica a la que sólo podía acceder la burguesía de Barcelona.

Joaquín estudió en el Colegio San Ignacio de los jesuitas y Medicina en la Universidad de Barcelona, donde fue alumno del psiquiatra Ramón Sarró. Se licenció en 1953  pero no obtuvo el doctorado hasta 1967, en la Universidad de Granada.

Emparentó con el doctor Baladía, al casarse con su hija Elisabeth, sobrina nieta del ingeniero y lingüista Pompeu Fabra (1868-1948). Su amor a la música clásica lo llevó a coleccionar autógrafos de grandes intérpretes que visitaban el Palau de la Música y el Liceo barceloneses (Menuhin, Rubisntein, Villalobos, etc.).

Es un científico con una gran formación intelectual, que desde hace más de veinticinco años se propuso con su esposa hablar en casa en un idioma distinto cada día de la semana (italiano, francés, español, alemán, inglés y catalán, idioma al que dedican el sábado y domingo) para, de esta manera, según su propia confesión “conseguir el placer de poder entrar, aunque sea de una manera transitoria, en la cultura que ha dado su origen a cada lengua”.

El punto de partida de su vida en los Estados Unidos fue una beca que le concedió la Fundación del Amo.

Al llegar a California a finales de los años 50 se interesó por los proceso de atención que había iniciado el inglés Charles Sherrington (1857-1952).  Por otro lado, a través de sus obras de Juan Luis Vives (1492-1540 estudió la teoría asociacionista de la mente y después la neurociencia cognitiva y el conexionismo modernos.  Finalmente, la “memoria del movimiento” y “ejecución del movimiento” que estableció John Jackson (1835-1911) fue uno de los ejes rectores de sus investigaciones.

Durante su vida se ha relacionado con importantes científicos ajenos a su quehacer intelectual. Baste como ejemplo que en 1982 recibió la invitación de Francis Crick para formar parte del que fue el Club Helmholtz. Formaron parte de este círculo cultural el físico Gordon Shaw, el neurólogo Vilayanur Ramachandran, el neurobiólogo John Allman.  Los cinco fueron el núcleo a partir del cual fue creciendo el Club hasta constituirlo unas doce personas del sur de California que se reunían mensualmente con otro científico de fama mundial con el que discutían asuntos de su especialidad durante varias horas. Esta experiencia es considerada por Fuster como muy gratificante y con un gran impacto en su vida.

Sus investigaciones científicas le llevaron a criticar la leucotomía de Egas Moniz en un artículo publicado con su jefe de la Universidad de Innsbruck. Después, cuando llegó a los Estados Unidos —país del que siempre ha destacado las facilidades que tienen los investigadores para realizar sus trabajos— fue, con sus colaboradores, pionero a la hora de detectar potenciales intracelulares en células de la corteza cerebral; a él se debe el término memoria de trabajo; ha realizado numerosas investigaciones sobre la integración visual y auditiva en la corteza prefrontal, etcétera.

Su libro más importante es The Prefrontal Cortex, la obra literaria a la que ha dedicado mayor entusiasmo y esfuerzo, apareció en 1980 y hasta 2015 tuvo cinco ediciones. Su discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina (1998), de la que es académico de honor, versó sobre las "Funciones y patología del lóbulo frontal".

Autobiografía de Fuster

Para Fuster, la clave de su actividad científica se encuentra en la libertad individual, esencia de lo que denomina individualismo ilustrado y del éxito de muchos de los intelectuales que investigan en centros científicos de la Costa Oeste de los Estados Unidos, algo que no se da en otros centros. Sobre esto dejó escrito: “No es que aquí cada uno de nosotros trabaje por su cuenta completamente aislado de los demás. Nos gusta dedicarnos sobre todo a cultivar nuestras ideas y a explorar nuestras hipótesis”.


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