Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

26 enero, 2025

Un paseo científico: el Salón del Prado


En los últimos años del siglo XVIII el Salón del Prado, como se llamaba el actual Paseo del mismo nombre, con hermosos edificios y espléndidas fuentes, era el auténtico centro científico del Madrid de Carlos III.  

Una de Las Fuentecillas

Estaba adornado con fuentes diseñadas por Ventura Rodríguez (1717-1785), probablemente, con Juan de Villanueva, el principal arquitecto del país. Y esto no era corriente ya que las fuentes ornamentales se encargaban a escultores. En cualquier caso, a él se deben las existentes en el Salón del Prado, muy conocidas por la población española (Cibeles, Apolo y Neptuno), Las Cuatro Fuentes (o Las Fuentecillas) muy cercanas, etc. 

 En el Salón, por influencia de Carlos III, se inaugura en 1781 el Real Jardín Botánico, de considerables dimensiones. En el diseño intervinieron el italiano Francesco Sabatini (1721-1797), arquitecto e ingeniero militar que trabajó casi toda su vida profesional al servicio de la Casa Real, y el ya citado Juan de Villanueva (1739-1811). El Jardín tenía dos zonas perfectamente delimitadas: la parte principal, ajardinada, que, grosso modo, coincide con la actual, y una aneja donde se encontraban los viveros y el huerto y que llegaba hasta el actual Paseo de la Infanta Isabel. La importancia del Jardín es extraordinaria en la medida que la botánica fue la ciencia de moda durante la Ilustración y probablemente la disciplina científica que, hasta mediado el siglo XIX principalmente, ha tenido en España sus miembros más ilustres. De ella se ocupaban farmacéuticos, médicos, naturalistas, personas ociosas.

Juan de Villanueva (Goya)

El que fuera primer secretario de Estado de Carlos III, José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, concibió la creación de un Gabinete de Ciencias, para lo que ocupó a uno de los mejores arquitectos, al ya citado Juan de Villanueva. El centro iba a ser un museo científico, de enseñanza y de investigación. Las obras quedaron terminadas a inicios del siglo XIX, pero las tropas francesas y la Guerra de la Independencia lo convirtieron en cuartel de caballería y acabó en un estado ruinoso. Después del conflicto bélico se recuperó el edificio pero no como centro científico sino como Museo Real de Pinturas, el actual Museo del Prado.

El Observatorio Astronómico también le fue encargado a Juan de Villanueva y se empezó a levantar en 1790. No obstante fue una iniciativa de Carlos III que aceptó la sugerencia del científico e ingeniero Jorge Juan y Santacilia (1713-1773). Desde un primer momento en él se realizaron trabajos de astronomía, geodesia, cartografía, sismología, climatología, etc. Hoy en día alberga los observatorios Astronómico Nacional y Geofísico Central.

El Real Gabinete de Máquinas fue una iniciativa del ingeniero, arquitecto y militar canario Agustín de Betancourt y Molina (1758-1824). Fue abierto al público en 1792 como un lugar donde exponer las maquetas y los planos de un grupo de pensionados españoles que habían trabajado en Francia. En el Gabinete había muchas láminas y maquetas de máquinas que servían para la industria y las obras públicas. El Real Gabinete de Máquinas se instaló en el Palacio del Buen Retiro.


Puerta del Jardín Botánico


Finalmente, el Hospital General era un centro de los últimos años del siglo XVI, que en el siglo ilustrado (y en el precedente) también se conocía con la denominación de Hospital General y de la Pasión. Aunque se empezó la construcción de un nuevo edificio en 1758, nunca se llegó a terminar.

Los avatares históricos no trataron bien a este interesante paseo científico. Como consecuencia de la Guerra de la Independencia, el Observatorio Astronómico y la Academia de Ciencias fueron abandonados y saqueados por los franceses. Durante el siglo XIX las obras que debieron de realizarse en el centro astronómico nunca se hicieron y el inacabado Hospital General fue estropeándose poco a poco. Por otra parte, la Academia de Ciencias se transformó, como por encanto, en Museo de Pinturas, el actual Museo del Prado.

 

 


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