Suele atribuirse a Alexander von Humboldt (1769-1859) la primera descripción de los pisos de vegetación en los Andes, a principios del siglo XIX. Sin embargo, el jesuita Bernabé Cobo, casi dos siglos antes, ya se ocupa de ellos.
Nació Bernabé Cobo en Lobera (Jaén) en 1580, y marchó a las Indias a los dieciséis años e hizo sus votos el año 1622. Realizó numerosos viajes: Antillas, Virreinato del Perú, Nueva España y Centroamérica, y en 1653 terminó su monumental Historia del Nuevo Mundo, fruto de una constante y minuciosa labor de ocho lustros. Sin embargo, esta descomunal obra quedó inédita y en gran parte se perdió. Por fortuna para la historiografía científica se conservó la primera parte: 14 libros sobre la historia natural de aquellos territorios. El jiennense falleció en Lima en 1657.
En la obra de Cobo siempre se muestra un gran interés por el ambiente en el que se desarrollan la vegetación y las especies animales. Tal es así que, la mejor manera que tiene de describir los “temples”, “grados” o “andenes” de los Andes es hacerlo mediante su vegetación. Esto permite considerarle, en buena medida, pionero de la geobotánica.
El relato de Bernabé Cobo es eminentemente ecológico, zoogeográfico y, muy especialmente, fitogeográfico; no realiza descripciones de las especies vegetales de cada piso, las enumera. La finalidad del jesuita es explicar la presencia de diferentes especies vegetales en relación con la altitud y el clima.
De manera continuada refiere los distintos pisos de vegetación, desde arriba hacia abajo, dando cuenta, en cada “temple”, del clima, vegetación, fauna (indígena e importada) y asentamientos humanos más significativos.
El jesuita caracteriza nominalmente varios pisos de vegetación ( “puna brava”, “medio yunca”, etc.), da detalles climáticos (humedad y temperatura) de los temples, —en los que enumera los vegetales propios del Perú y españoles—, diferencia cada piso de vegetación del precedente por la presencia de alguna especie, cita numerosos accidentes geográficos y asentamientos humanos de cada temple y, finalmente, su información es extraordinariamente interesante para comprobar el grado de aclimatación de las especies que llevaron los españoles.
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