En 1545 venía al mundo en Valladolid el
Príncipe Carlos, el primer hijo de Felipe II y Manuela de Portugal; el monarca
español tenía diez y ocho años.
Su morfología no era muy agraciada: un hombro
más alto que otro, la pierna derecha más
corta que la izquierda, pectus excavatum y joroba. Además, le costaba articular
las palabras, tartamudeaba algo, era de voz chillona y padecía de fiebres
palúdicas. Asimismo manifestó unos comportamientos anómalos, entre los que se
puede citar el que tuvo con un zapatero que le había hecho unas botas que no le
gustaban por lo que hizo que se las comiera “guisadas y picadas en pequeñas
piezas”.