Televisión Española ha emitido una
serie dedicada al Emperador Carlos I. No quiero entrar en aspectos estrictamente
históricos, de los que ya se habrán ocupado mentes más preclaras que la mía,
pero parece que alguna referencia se podría haber hecho a los aspectos
culturales en general, y científicos en particular, de la España de entonces.
Ya sé que muchos historiadores no suelen integrar la cultura en las aconteceres
históricos y si lo hacen se refieren exclusivamente a lo que en la actualidad
se conoce como el “mundo de las letras”. Sin embargo, en tiempos de Carlos I no
había tal distinción, era la época de un humanismo
que abarcaba todos los saberes mundanos, y que era complementario de los
conocimientos teológicos que se ocupaban del conocimiento de Dios.
La infancia y adolescencia de Carlos I coinciden
con un cambio importante en la historia cultural europea. Es un momento en el
que se produce el triunfo y difusión del humanismo: se recuperan los textos
clásicos originales, se producen importantes transformaciones en las artes y
las ciencias, comienza la colonización americana… En resumen, es un periodo de
apogeo del Renacimiento que afectó a España como parte fundamental de ese
movimiento europeo.
Rasgos esenciales del Renacimiento
fueron la utilización de los textos clásicos griegos y romanos: Dioscórides,
Teofrasto (la Historia de las Plantas),
Plinio (Naturalis Historia), etc.
Desde
el siglo XV se produjo una recuperación de los textos más importantes de la historia
natural griega y latina y algunos de ellos se tradujeron a las lenguas
vernáculas Y España no fue ajena a este asunto.
Ya en 1518 Antonio de Nebrija tradujo la
obra botánico-médica de Dioscórides, y después el médico Andrés Laguna volvió a
traducir este importante texto en 1555 en Amberes.
El primer libro de la Europa
renacentista dedicado exclusivamente a la descripción de la naturaleza fue el Sumario de la natural historia de las
Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), dedicado a Carlos V y publicado en Sevilla en
1526. En el resto de Europa no vieron la luz obras de esta especie hasta cuatro
lustros después. En el Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco, en territorio
mejicano, un médico indígena que se formó en ese centro, Martín de la Cruz escribió
en 1552 el único texto de botánica médica indígena que se conoce Libellus de medicinalibus indorum
herbis, considerado como un regalo a Carlos V; posiblemente
escrito originalmente en náhuatl y, posteriormente, Juan Badiano, estudiante en
el mismo centro, lo tradujo al latín (por eso se le conoce como Códice De la
Cruz-Badiano).
La navegación oceánica y las ciencias
teóricas que tenían alguna relación con ella geografía, cosmografía, etc.) como
la cartografía y la construcción naval tuvieron un extraordinario progreso; en
este sentido, Portugal y España fueron puntos de referencia de los avances
científicos en estas disciplinas. Así, la sevillana Casa de Contratación fue la primera
institución de formación de Pilotos mayores, pilotos de naves transoceánicas,
de elaboración sistemática de cartas de navegar, de mapas y planos de las
nuevas y viejas tierras, incluyendo determinaciones tan importantes como la
latitud y longitud de las regiones; de construcción de instrumentos como
astrolabios, ballestillas, brújulas, etc. y, por lo tanto, de encuentro entre
los conocimientos teóricos y prácticos. En este aspecto hay que citar al
extremeño de Trujillo Alonso de Chaves (ca.1493-1587) que, además de
Piloto en 1524 fue un experto en la fabricación de los instrumentos
náuticos de la Casa de Contratación: brújulas, astrolabios, cuadrantes, ballestillas,
etc.
En esta escuela de pilotos recalaron
personajes del resto de Europa y se formaron como pilotos mayores personalidades
como el veneciano Sebastiano Cabot (1474-1557), Inglaterra), explorador y
cartógrafo que en 1518 fue nombrado Piloto Mayor de la Casa de Contratación;
otros como el florentino naturalizado castellano Americo Vespucio (1454-1512) y
el navegante portugués Francisco Faleiro también se formaron en este centro.
Los libros de navegación que publicaron
los científicos y técnicos de la Casa de Contratación eran usados por todos los
pilotos que surcaron los océanos. Así Pedro de Medina (1493-1567) escribe el Arte de marear en que se contienen todas las
reglas, (1545) un texto muy utilizado y difundido en toda Europa si tenemos
en cuenta que en un siglo se hicieron 15 ediciones en francés, 5 en holandés, 3
en italiano y 2 en inglés.
También fue un libro de gran difusión el
Breve compendio de la Sphera y de la arte
de navegar con nuevos instrumentos y reglas exemplificado con muy subtiles
demonstraciones (1551), de Martín Cortés de Albacar, (?-1582), que tuvo 8
ediciones en inglés en poco más de 70 años.
Basten estos esbozos para reivindicar el
momento cultural en el que vivió uno de los hombres con más poder de la
historia.
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