Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

31 mayo, 2011

El Laboratorio de Hidrobiología Española y Celso Arévalo

El leonés, nacido en Ponferrada, Celso Arévalo Carretero (1885-1944) puede ser considerado como uno de los más firmes impulsores de la ciencia ecológica hispana.  Arévalo crea en Valencia, en 1912, en el Instituto General y Técnico, en el que ejercía como catedrático de Historia Natural, la primera institución científica de nuestro país dedicada al estudio de la vida en las aguas dulces: el Laboratorio de Hidrobiología Española.
La Primera Guerra Mundial hizo que algunos investigadores extranjeros recalaran en el laboratorio valenciano: el ictiólogo Alfonso Gandolfi, el malacólogo Fritz Haas y el especialista en ácaros acuáticos Karl Viets. Los tres escribieron artículos en los Anales del Instituto valenciano, revista que iba a ser la voz científica de los primeros investigadores españoles que trabajaron en el laboratorio.
Karl Viets mantuvo una buena relación científica con Celso Arévalo y en 1918 dedicó al catedrático del Instituto valenciano una especie de ácaro acuático, al que denominó Limnesia arevaloi, en un artículo titulado “Eine neue Limnesia-Species” que fue publicado en Zoologischer Anzeiger.
Después, en la capital de España, donde se traslada como catedrático del Instituto Cardenal Cisneros (1918), Arévalo consigue que el Laboratorio valenciano sea incorporado a la Sección de Hidrobiología, creada por él en la sede del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Arévalo es nombrado Jefe de la citada Sección
Creo necesario resaltar que la publicación, de 1923, titulada: “Algunas consideraciones sobre la variación temporal del plankton en aguas de Madrid” ha sido considerada muy significativa en el ámbito científico español ya que es una de las primeras veces en las que “una investigación original netamente y, digamos, modernamente ecológica, constituye el tema central de una monografía científica” (Casado de Otaola).
En 1929 la editorial Labor publica su obra más significativa, auténtico resumen de su labor investigadora en el campo de la limnología: La vida en las aguas dulces. Con una finalidad claramente didáctica, esta obra de divulgación científica fue un destacado intento de despertar el interés hacia estos conocimientos ecológicos. El Prólogo de la obra, en la que Celso Arévalo se considera, con razón, fundador y promotor de la hidrobiología española, muestra la finalidad de la misma, la situación de la limnología en nuestro país y el resquemor del autor por la escasa consideración que tuvo su labor.

24 mayo, 2011

Arturo Duperier (1896-1959) y “sus admiradores”

El pueblo abulense de Pedro Bernardo vio nacer en 1896 a uno de los más importantes físicos españoles del siglo XX: Arturo Duperier.
Fue nombrado, en 1928, Auxiliar de la Cátedra de Electricidad y Magnetismo de la madrileña Facultad de Ciencias. Cuatro años después obtuvo por oposición la Cátedra de Geofísica en la misma Universidad.
En plena Guerra Civil marcha a Inglaterra a realizar estudios sobre la radiación cósmica en el equipo de Patrick M. Stuart Blackett (1897-1974), a la sazón profesor de Física en la Universidad de Manchester y poco después premio Nobel de Física. En la capital de Inglaterra Duperier se establece definitivamente en marzo de 1940.
 Sabemos que en varias ocasiones se le ofreció la ciudadanía británica, pero era siempre rechazada por su deseo de seguir siendo español y de morir en España. Según el testimonio de su hija: "Para él era más importante España que todos los galardones que pudiera recibir cambiando de nacionalidad". Duperier deseaba venir a la Península, quería trabajar en su país, pero muchos de sus colegas universitarios, cargados de mediocridad, quedarían en una mala situación si se hubieran cotejado sus niveles intelectuales con los del colaborador de Blackett.
En aquella época, algunas personalidades de gran trascendencia (política) en la física española tuvieron una actitud favorable a la hora de facilitar el regreso a España del exiliado. Sin embargo, ni la mayor parte de sus colegas de la Universidad Complutense, ni los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas mostraron un gran interés porque el físico de Pedro Bernardo siguiera realizando sus investigaciones en España.
El mismo Duperier tenía una excelente visión de lo que significaba la España científica de su tiempo; en una carta que, en 1949, escribió el abulense a un amigo le dice: "…me habló de camarillas que se imponen a los Poderes Públicos y que en mi caso particular son férreamente opuestas a mi supuesto reintegro a la Universidad de Madrid; que éstas fueron las que lograron que se anunciara a oposición mi cátedra en cuanto se susurró por Madrid que yo volvía, y me dio nombres. En el fondo, sin embargo, después de mucho lamentarse de mi ausencia de España y de lo muchos que todos pierden con ello, saqué la impresión que me han dado otros en turismo oficial por aquí, que en el fondo, te repito, ninguno quiere verme por allí. Han visto lo bastante para estar convencidos de que mi obra habría de ser obra seria y esto, no cabe duda, les espanta. Piensan sólo en ellos, con un desprecio absoluto por lo que sea de España".
Invito al lector a que reflexione sobre la siguiente pregunta: ¿se ha producido un cambio drástico de la situación? [...]