En 1559 nació en Extremadura uno de los médicos más eminentes de la España de su tiempo, el médico de cámara de Felipe IV y protomédico general del reino, Alonso Núñez.
Estudió en la Universidad salmantina, donde obtuvo el grado de Bachiller en Medicina en junio de 1594. Se doctoró en el citado centro docente y ejerció su profesión en Plasencia.
Su obra más significativa es la que dedicó al garrotillo, la actual y casi erradicada difteria, que el vulgo calificó de esa guisa por la semejanza que presentaba su sintomatología con la de los ejecutados con el garrote vil, y que en el siglo XIX fue representada por Francisco de Goya en un sobrecogedor lienzo que tituló con el mismo nombre que la enfermedad.
El garrotillo aflige, con características epidémicas, al continente europeo a partir del siglo XVI. Es descrito como esquinancias gangrenosas (anginas). De acuerdo con el Tesoro de Covarrubias, esquinancia (o esquinencia) es “una enfermedad que da en la garganta”.
No obstante, la preocupación por la enfermedad decae hasta los años finales del siglo, en los que aparece una importante bibliografía sobre el tema, uno de cuyos textos más significativo es el de Alonso Núñez. En efecto, en 1615 ve la luz en la ciudad del Guadalquivir, De gutturis et faucium ulceribus anginosis, vulgo garrotillo.
Después de explicar la etimología de la palabra, impuesta por el vulgo al comprobar que los enfermos morían como agarrotados sin poder respirar, describe la enfermedad basándose en la experiencia que como médico había adquirido en las epidemias ocurridas en Plasencia en los años de 1600, 1603 y 1605. Núñez nos habla con profusión de detalles sobre los síntomas de la enfermedad, del pronóstico y la curación.
Describe los siguientes síntomas en el garrotillo: dificultad de tragar y respirar, dolor de las fauces, reflujo de los alimentos, ulceraciones blancas o pardas en la garganta, todas de olor fétido. “Si se agrava el mal, toman mayor incremento todos los síntomas referidos: entonces aparece un gran tumor, que a veces se extiende desde el cuello al pecho; la respiración se va haciendo más y más angustiosa, y la deglución se impide hasta el extremo de no poder tragar el enfermo ni una gota de agua, ni aun su propia saliva...”. Recomienda el tratamiento de la sangría, una, dos o más veces, aunque el enfermo esté muy débil; sin embargo advierte que éstas no son muy seguras en los niños menores de tres años por lo que pueden sustituirse con sanguijuelas. Por último, Núñez no se define sobre la eficacia de la laringotomía en razón de lo variable de los resultados por él observados.
Esta obra mereció, a mediados del siglo XIX, el siguiente juicio del famoso historiador de la medicina, Anastasio Chinchilla: “es indudablemente una de las mejores que se han escrito desde su época hasta nuestros días. No titubeo en asegurar que tiene tanto mérito como cualquiera de las muchas que se han escrito en Francia en estos últimos veinte años”.
Estudió en la Universidad salmantina, donde obtuvo el grado de Bachiller en Medicina en junio de 1594. Se doctoró en el citado centro docente y ejerció su profesión en Plasencia.
Su obra más significativa es la que dedicó al garrotillo, la actual y casi erradicada difteria, que el vulgo calificó de esa guisa por la semejanza que presentaba su sintomatología con la de los ejecutados con el garrote vil, y que en el siglo XIX fue representada por Francisco de Goya en un sobrecogedor lienzo que tituló con el mismo nombre que la enfermedad.
El garrotillo aflige, con características epidémicas, al continente europeo a partir del siglo XVI. Es descrito como esquinancias gangrenosas (anginas). De acuerdo con el Tesoro de Covarrubias, esquinancia (o esquinencia) es “una enfermedad que da en la garganta”.
No obstante, la preocupación por la enfermedad decae hasta los años finales del siglo, en los que aparece una importante bibliografía sobre el tema, uno de cuyos textos más significativo es el de Alonso Núñez. En efecto, en 1615 ve la luz en la ciudad del Guadalquivir, De gutturis et faucium ulceribus anginosis, vulgo garrotillo.
Después de explicar la etimología de la palabra, impuesta por el vulgo al comprobar que los enfermos morían como agarrotados sin poder respirar, describe la enfermedad basándose en la experiencia que como médico había adquirido en las epidemias ocurridas en Plasencia en los años de 1600, 1603 y 1605. Núñez nos habla con profusión de detalles sobre los síntomas de la enfermedad, del pronóstico y la curación.
Describe los siguientes síntomas en el garrotillo: dificultad de tragar y respirar, dolor de las fauces, reflujo de los alimentos, ulceraciones blancas o pardas en la garganta, todas de olor fétido. “Si se agrava el mal, toman mayor incremento todos los síntomas referidos: entonces aparece un gran tumor, que a veces se extiende desde el cuello al pecho; la respiración se va haciendo más y más angustiosa, y la deglución se impide hasta el extremo de no poder tragar el enfermo ni una gota de agua, ni aun su propia saliva...”. Recomienda el tratamiento de la sangría, una, dos o más veces, aunque el enfermo esté muy débil; sin embargo advierte que éstas no son muy seguras en los niños menores de tres años por lo que pueden sustituirse con sanguijuelas. Por último, Núñez no se define sobre la eficacia de la laringotomía en razón de lo variable de los resultados por él observados.
Esta obra mereció, a mediados del siglo XIX, el siguiente juicio del famoso historiador de la medicina, Anastasio Chinchilla: “es indudablemente una de las mejores que se han escrito desde su época hasta nuestros días. No titubeo en asegurar que tiene tanto mérito como cualquiera de las muchas que se han escrito en Francia en estos últimos veinte años”.
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