Alexander von Humboldt (1769-1859) es considerado uno de los científicos más significativos de la
historia y es, probablemente, después de Darwin, el más importante de los que
realizaron investigaciones de historia natural antes del siglo XX. Además, a su
labor científica hay que sumar su obra divulgadora y su amplia cultura. En este
sentido hay que indicar que sus trabajos científicos tuvieron un gran impacto en
los ambientes académicos y sociales.
Es muy difícil resumir la obra
científica de este sabio extraordinario: botánico, astrónomo, geógrafo,
químico, biogeógrafo, fisiólogo, geólogo, etc. Pero, acaso, la obra de Humboldt
destaca porque se puede considerar pionera en lo que a estudios ambientales con
una orientación moderna se refiere.
El gran científico prusiano pasó por
España, en compañía del botánico Aimé Bonpland (1773-1858), para conseguir los
permisos necesarios con el fin de dirigir una expedición a los territorios de
la Corona española en América.
Durante su estancia en España Humboldt fue
presentado al rey Carlos IV y a través del barón Philippe de Forell, embajador
de Sajonia, consiguió las autorizaciones pertinentes para realizar la
expedición que es punto de referencia de los avatares científicos del siglo
XIX.
Humboldt y Bonpland llegaron en enero de 1799 a España por
Barcelona, desde donde marcharon a Valencia y Madrid, ciudad ésta donde se
encontraban en febrero de 1799. En mayo, y pasando por las Castillas, terminaron
en Galicia, y desde La Coruña marcharon el 5 de Junio en la fragata Pizarro con rumbo a América, haciendo
escala en las islas Canarias para realizar trabajos científicos en Tenerife. Desde
aquí, marcharon a estudiar los territorios que hoy denominamos Colombia,
Venezuela, Cuba, Ecuador, Perú y México.
Durante su estancia en España Humboldt tomó
contacto con personajes e instituciones de la ciencia que se realizaba en nuestro
país. Así, visito el Real Gabinete de Historia Natural, institución en la que el
ya citado Forell colaboraba con sus colecciones de minerales y en la que,
merced a su influencia, trabajaban varios colectores germanos. Además, era
catedrático de Mineralogía en Madrid el geólogo alemán Cristiano Herrgen
(1765-1816), gracias a la influencia del principal responsable del Gabinete
antes citado: José Clavijo y Fajardo (1726-1806).
Asimismo, Humboldt trabó relaciones
científicas con el químico francés afincado en España Louis Proust (1754-1826),
con el también químico Domingo García Fernández (1759-1829); estos dos
científicos, Cristiano Herrgen y el botánico Antonio José Cavanilles (1745-1804)
fundaron en 1799 la primera revista científica española: Anales de Historia Natural.
Entre
otros científicos Humboldt contactó con el americanista Juan Bautista Muñoz (1745-1799),
autor de una Historia del Nuevo Mundo,
con el matemático y astrónomo José Chaix (1766-1811), que había trabajado en los
estudios de medición del arco de meridiano en España y con el botánico Casimiro
Gómez Ortega (1741-1818), director del Real Jardín Botánico de Madrid, que le
permitió conocer el contenido de las floras americanas resultado de las
expediciones científicas promovidas por la Corona española a los territorios allende
el Atlántico
Durante su estancia en España Humboldt y
Bonpland también aprovecharon para realizar trabajos científicos, geológicos,
geográficos y climatológicos de los territorios españoles por donde pasaban.
En 1808 apareció, en una obra de
Alexandre Laborde que después fue publicada en español en 1906 (Itinerario descriptivo de las provincias de
España y de sus islas y posesiones en el Mediterráneo), un texto de
Humboldt titulado Noticia de la
configuración del suelo de España y de su clima, del que destaco el principio
porque da una idea de cómo se hacía ciencia en la España de entonces”:
“Ningún país de Europa presenta una
configuración tan singular como la de España, y solo a ella puede atribuirse la
aridez de su suelo en lo interior de las Castillas, la fuerza de la
evaporación, la falta de arroyos, y el diferente temple que se observa entre
Madrid y Nápoles, estando ambas ciudades en un mismo grado de latitud. No es
posible dar una noticia exacta del estado meteorológico de España, siendo tan
pocas las observaciones hechas hasta el día sobre su temperatura media y las
alturas barométricas. Y no porque no se hayan dedicado a estas investigaciones
muchos españoles ilustrados, sino que trabajando aisladamente y sin comunicarse
con otros sabios de su país ni con los extranjeros, ha venido a quedar oculto desgraciadamente
su trabajo, y sin ver la luz pública. Por donde nos es preciso en este punto
contentarnos con la analogía que ofrecen los países comarcanos. Y es cosa para
admirar que nos sea más fácil la descripción física de la Nueva España que la
de la antigua, puesto que en esta parte conocemos mejor las colonias que la metrópoli”.
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