Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

11 febrero, 2016

Humboldt en España

Alexander von Humboldt (1769-1859) es considerado uno de los científicos más significativos de la historia y es, probablemente, después de Darwin, el más importante de los que realizaron investigaciones de historia natural antes del siglo XX. Además, a su labor científica hay que sumar su obra divulgadora y su amplia cultura. En este sentido hay que indicar que sus trabajos científicos tuvieron un gran impacto en los ambientes académicos y sociales.
Es muy difícil resumir la obra científica de este sabio extraordinario: botánico, astrónomo, geógrafo, químico, biogeógrafo, fisiólogo, geólogo, etc. Pero, acaso, la obra de Humboldt destaca porque se puede considerar pionera en lo que a estudios ambientales con una orientación moderna se refiere.
El gran científico prusiano pasó por España, en compañía del botánico Aimé Bonpland (1773-1858), para conseguir los permisos necesarios con el fin de dirigir una expedición a los territorios de la Corona española en América.

Durante su estancia en España Humboldt fue presentado al rey Carlos IV y a través del barón Philippe de Forell, embajador de Sajonia, consiguió las autorizaciones pertinentes para realizar la expedición que es punto de referencia de los avatares científicos del siglo XIX.
Humboldt y Bonpland  llegaron en enero de 1799 a España por Barcelona, desde donde marcharon a Valencia y Madrid, ciudad ésta donde se encontraban en febrero de 1799. En mayo, y pasando por las Castillas, terminaron en Galicia, y desde La Coruña marcharon el 5 de Junio en la fragata Pizarro con rumbo a América, haciendo escala en las islas Canarias para realizar trabajos científicos en Tenerife. Desde aquí, marcharon a estudiar los territorios que hoy denominamos Colombia, Venezuela, Cuba, Ecuador, Perú y México.
Durante su estancia en España Humboldt tomó contacto con personajes e instituciones de la ciencia que se realizaba en nuestro país. Así, visito el Real Gabinete de Historia Natural, institución en la que el ya citado Forell colaboraba con sus colecciones de minerales y en la que, merced a su influencia, trabajaban varios colectores germanos. Además, era catedrático de Mineralogía en Madrid el geólogo alemán Cristiano Herrgen (1765-1816), gracias a la influencia del principal responsable del Gabinete antes citado: José Clavijo y Fajardo (1726-1806).
Asimismo, Humboldt trabó relaciones científicas con el químico francés afincado en España Louis Proust (1754-1826), con el también químico Domingo García Fernández (1759-1829); estos dos científicos, Cristiano Herrgen y el botánico Antonio José Cavanilles (1745-1804) fundaron en 1799 la primera revista científica española: Anales de Historia Natural.
 Entre otros científicos Humboldt contactó con el americanista Juan Bautista Muñoz (1745-1799), autor de una Historia del Nuevo Mundo, con el matemático y astrónomo José Chaix (1766-1811), que había trabajado en los estudios de medición del arco de meridiano en España y con el botánico Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), director del Real Jardín Botánico de Madrid, que le permitió conocer el contenido de las floras americanas resultado de las expediciones científicas promovidas por la Corona española a los territorios allende el Atlántico
Durante su estancia en España Humboldt y Bonpland también aprovecharon para realizar trabajos científicos, geológicos, geográficos y climatológicos de los territorios españoles por donde pasaban.
En 1808 apareció, en una obra de Alexandre Laborde que después fue publicada en español en 1906 (Itinerario descriptivo de las provincias de España y de sus islas y posesiones en el Mediterráneo), un texto de Humboldt titulado Noticia de la configuración del suelo de España y de su clima, del que destaco el principio porque da una idea de cómo se hacía ciencia en la España de entonces”:

“Ningún país de Europa presenta una configuración tan singular como la de España, y solo a ella puede atribuirse la aridez de su suelo en lo interior de las Castillas, la fuerza de la evaporación, la falta de arroyos, y el diferente temple que se observa entre Madrid y Nápoles, estando ambas ciudades en un mismo grado de latitud. No es posible dar una noticia exacta del estado meteorológico de España, siendo tan pocas las observaciones hechas hasta el día sobre su temperatura media y las alturas barométricas. Y no porque no se hayan dedicado a estas investigaciones muchos españoles ilustrados, sino que trabajando aisladamente y sin comunicarse con otros sabios de su país ni con los extranjeros, ha venido a quedar oculto desgraciadamente su trabajo, y sin ver la luz pública. Por donde nos es preciso en este punto contentarnos con la analogía que ofrecen los países comarcanos. Y es cosa para admirar que nos sea más fácil la descripción física de la Nueva España que la de la antigua, puesto que en esta parte conocemos mejor las colonias que la metrópoli”.

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