En
el número 1083, del año 1923, del periódico
Madrid Científico, que fue
fundado por Francisco Granadino, se podía leer un artículo sin firma titulado
“Una paradoja relativista”, cuando en España se estaba en plena efervescencia
“relativista”. Y es que entre el 23 de febrero y el 15 de marzo de 1923 Albert
Einstein vino a España y su estancia se convirtió en un acontecimiento cultural,
a pesar de que muy pocos españoles tenía conocimientos para entender lo que
decía.
En
el artículo hay referencias al físico y matemático francés Henri Poincaré
(1854-1912), que había realizado importantes aportaciones a la teoría de la
relatividad; también se cita al astrónomo de la misma nacionalidad Charles
Nordmann (1881-1940), aunque no la obra suya que tuvo gran éxito, a la que se
refiere el artículo, y que fue traducida al castellano: Einstein y el Universo. Un resplandor en el misterio de las cosas;
finalmente, otra referencia que hay que resaltar es la del poeta y dramaturgo
español Joaquín María Bartrina y de Aixemús (1850-1880), que había vertido al
verso algunos de los avances científicos de la física y fisiología.
En
el artículo “Una paradoja relativista” se leía lo siguiente:
“Al
célebre matemático Poincaré, dice D. Fernando de Ormaza se le ocurrió, antes
que a Einstein, la original hipótesis de suponer que aumentaran en cien
metros todas las dimensiones del mundo sensible. Y al observar que el ser
humano no notaría la menor variación en lo que le rodea, inició un vislumbre de
la moderna teoría. El propio Einstein tiene alabanzas para la original hipótesis
de Poincaré, y el francés Nordmann (cuyo libro de vulgarización, bastante
deficiente, cita todo el mundo como si nada más se hubiera escrito sobre el
asunto), pone por las nubes a Poincaré con este motivo, suponiéndole poco menos
que el iniciador de la moderna teoría, que tantos admiran y tan pocos
entienden.
Y
he aquí que la original hipótesis de Poincaré fue clara, terminante y
exactamente dicha por un poeta español de hace treinta años Joaquín M. Bartrina
(página 100 del volumen 72 de la Colección Diamante, Versos y prosa, editado
en Barcelona): dice así la poesía:
LÓGICA
EXTRAÑA
Todo
en el mundo/crece cuarenta metros por segundo. /Esto decía un loco a cierto
sabio/
que
visitaba un día el manicomio;/ y al oír inferir tan rudo agravio/ al sentido
común, con vehemente/ celo digno de encomio/ quiso pulverizar rápidamente/ la afirmación
absurda del demente./ ...Inútilmente, en vano buscó el modo;/ cortole el paso
esta verdad probada:/
«A
crecer cuanto ve nuestra mirada,/ creciendo nuestros ojos, como todo,/ no
crecería a nuestros ojos nada.»/ Pensó que si el absurdo aconteciera,/ creciendo
todo en proporción debida/ eternamente igual la razón fuera/ entre lo
mensurable y la medida”.
Y
resulta, que la original concepción de Poincaré, elevada a la categoría
de genial o poco menos por Nordmann, fue publicada muchos años ha por un poeta
español del que nadie se acuerda.
Y
dicha magistralmente, en verso y sin darle importancia ninguna. Creo que vale
la pena de publicarlo, pues no resulta razonable bombear a Einstein, Poincaré o
Nordmann por puro snobismo científico, sin que a nadie que yo sepa, se le
ocurra un recuerdo al poeta español que se adelantó a todos en su genial
vislumbre de la relatividad moderna.
Pero
es que Bartrina, como buen español, lo echó a broma, lo escribió en verso para
mayor facilidad y no dio importancia ninguna a sus originales concepciones. En
ello demostró ser español de pies a cabeza, y, naturalmente, sus compatriotas no
le hicieron caso ninguno.
Ya
lo dijo el propio Bartrina sin amargura ninguna, que es otra de las
características de la despreocupación española:
Oyendo
hablar a un hombre, fácil es/ acertar dónde vio la luz del sol:/ si os alaba Inglaterra,
será inglés;/ si os habla mal de Prusia, es un francés,/ y si habla mal de
España, es español”.
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