Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

30 marzo, 2017

Aranjuez: ciencia en el jardín

Aunque ya en el siglo XV había en Aranjuez un palacete, los Austrias se interesaron por el paraje, que estaba ubicado en un meandro del Tajo, y en 1536 Carlos V ordenó que se creara un bosque para su entretenimiento. Después, su hijo Felipe II realizó la casa de recreo que no pudo hacer su padre. Es más, los diseños del complejo de Aranjuez fueron obra del rey, mucho más que de sus arquitectos.
Felipe II, lector de Erasmo, era un gran admirador de las grandes obras de arquitectura, de la astronomía, era un excelente aficionado a los instrumentos científicos (su colección de astrolabios se acercaba a cincuenta), fue creador de los primeros jardines botánicos españoles, entre los que destacaba el de Aranjuez, y, en fin, admirador del saber en su conjunto, apoyó la cultura en todas su manifestaciones.
Durante su reinado las instituciones y empresas científicas españolas patrocinadas por la Monarquía adquieren un gran vigor: la expedición científica dirigida por Francisco Hernández (1517-1587), primera de las que se realizaron en el mundo moderno, la madrileña Academia de Matemáticas, la sevillana Casa de Contratación y el centro artístico, científico y religioso de El Escorial son algunos de los ejemplos del impulso de la Corona a los quehaceres científicos.
En principio puede parecer sorprendente que el entonces rey más poderoso del orbe ocupara gran parte de su tiempo en el diseño y supervisión del jardín de Aranjuez: “Questa fuente se haga redonda y llana, sin talla ninguna, ni cabezas de leones”.
En efecto, Felipe II se encargó del diseño de las parcelas, de forma que cuando se terminó de construir el palacio parecía una continuación del jardín. La vegetación de éste fue supervisada por el rey hasta en los detalles menos importantes. Luis Cabrera de Córdoba (1559-1623) historiador español de la época, describe los diseños de la siguiente manera:

“Unas calles con otras van cruzando,
y otras una grande plaza ha circuido
y largas y espaciosas van cuadrando
en óvalos figuras han fingido
otras el verde campo atravesando,
tanto por la campaña se han tendido
que la vista mirando la carrera de ver el fin
 y el límite no espera”.

Felipe II contó con sus mejores arquitectos, Juan de Herrera (1530-1597) y Juan Bautista de Toledo (c.1515-1567), máximos exponentes de la arquitectura renacentista española;   también intervinieron flamencos expertos en diques de contención e ingenieros italianos. Asimismo, participaron en el jardín especialistas en ingeniería hidráulica como Juanelo Turriano (1501-1585) y Jerónimo Carruga.
En los materiales utilizados para la construcción de fuentes no hubo ahorro: se trajo mármol florentino, latón alemán, cristal de Barcelona, piedras de Cartagena, etc.
Además, en el jardín de Aranjuez hubo una parte dedicada a las plantas medicinales. Parece que un recolector de plantas llamado Francisco de Castillo y un médico por nombre Luis de León fueron enviados por Felipe II a Andalucía y Castilla respectivamente para recoger las plantas medicinales y llevarlas al jardín de Aranjuez.
El encargado de esta sección del jardín fue Juan Holbecq, al que posteriormente se le asignó el cuidado del jardín de plantas medicinales de El Escorial. La parte medicinal se ubicaba probablemente en el Jardín de la Isla, la isla artificial rodeada por el río Tajo excepto por el extremo sur.
En este lugar, hacia 1550, se quitaron muchas plantas que fueron sustituidas por olmos negros, naranjos, chopos, etc.
En el jardín medicinal había una “casa de la destilación”, donde se elaboraban destilados a partir de los vegetales cultivados a tal efecto. En efecto, se plantaban las plantas en tiestos que se dejaban a la intemperie o en el invernadero, según la época del año. La destilación de los simples medicinales —esto es, de las partes de la planta (raíz, tallo, hojas o flores) que tenían propiedades terapéuticas—, quedó encargada a Francisco Holbecq, que entró al servicio de Felipe II gracias a su hermano Juan, jardinero mayor del Real Sitio. Fue nombrado destilador en septiembre de 1564, y en el laboratorio de destilación de Aranjuez ejerció hasta su muerte, encargado de la elaboración de “aguas” y “aceites”.
Cuando muere Felipe II había, sólo en los jardines de Aranjuez, más 220.000 árboles, fruto de una labor de consideración hacia la naturaleza sin parangón con la que se realiza en la actualidad.

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