Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

16 octubre, 2023

Un ingeniero famoso: Juanelo Turriano

En los albores del siglo XVI nacía en una ciudad de la Lombardía, en Cremona, una personalidad sobresaliente de la técnica europea: Juanelo (o Giovanni) Turriano. Tuvo la consideración de sus contemporáneos como gran matemático, relojero, ingeniero y astrólogo.

La descripción física que de él realiza uno de sus contemporáneos, el humanista italiano Marco Girolamo Vida (1489-1566),  no es especialmente favorable: “tan rudo, deforme y rústico es de cara y figura, y de aspecto tan poco distinguido, que no revela dignidad alguna, carácter alguno, indicio alguno de habilidad. Contribuye a aumentar su repulsión el verle siempre con la cara, cabello y barba cubiertos y tiznados de abundante ceniza y hollín repugnante, con sus manos y dedos gruesos y enormes siempre llenos de orín, desaseado, mal y estrafalariamente vestido...” 

Busto de Turriano obra de Pompeo Leoni

Turriano estuvo en su ciudad natal trabajando en su taller de relojero y al iniciarse la década de los 40 marchó a la capital lombarda, Milán. Hay que tener en cuenta  que los relojes eran  los instrumentos científico-técnicos más complejos del Renacimiento. Entre ellos, los relojes planetarios mostraban el movimiento de los cuerpos celestes (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Neptuno) y, en ciertos casos, indicaban las horas, días del mes, solsticios, signos del zodiaco, conmemoraciones religiosas.

El primer trabajo importante de Turriano en la ciudad fue reparar un reloj del siglo XIV, el de Giovanni Dondi, el reloj planetario medieval más famoso;  Francisco II Sforza se lo quiso regalar a Carlos V con motivo de su coronación (1530) y para agradecerle la recuperación del estado milanés, después de la batalla de Pavía. Carlos V, aficionado a los relojes, estuvo en la ciudad y conoció a Turriano que quiso mejorar el reloj fabricando otro que finalizó en 1551 y que constaba de 1.800 piezas, ocho esferas planetarias, con las horas solares y lunares, adornado  con los signos zodiacales y otras estrellas. Carlos V, satisfecho con la obra del cremonés, le asignó desde 1552 una pensión anual de ciento cincuenta ducados.

Reproducción del reloj de Dondi

Su fama de ingeniero mecánico, creador de autómatas, relojes planetarios, etc. se extendió por Europa y  en 1556, Carlos V marcha a España y la vida de Turriano se une a nuestro país y a la del emperador hasta que éste falleció en Yuste. Después pasó al servicio de Felipe II.

El de Cremona intervino en la  modificación del calendario Juliano (de Julio César) que habían iniciado los líderes de la Contrarreforma para manifestar la  superioridad sobre el tiempo de la Iglesia de Trento.  Además, desde el punto de vista  astronómico, ese calendario acumulaba 11 minutos y 14 segundos de más cada año (lo que equivalía a un retraso de un día cada 128 años). Entonces,  el papa Gregorio XIII, el principal artífice del calendario,  contó con el cosmógrafo Ignacio Danti, el matemático calabrés Luigi Giglio, y otros científicos y técnicos, entre los que estuvo el de Cremona. La reforma quería corregir el error de 10 días solares que se había acumulado desde la creación del  calendario Juliano. La aportación española, de Turriano, de 1579, fue el Breve discorso alla Majestad de Re Católico interno la reduttione dell anno et restitutione del Calendario con la dichiaratione deglo instrumenti da esso per mostrarla in atto prattico (informe manuscrito se conserva en la Biblioteca Vaticana). Juanelo daba dos soluciones posibles para fijar la Pascua: establecer  el equinoccio de primavera  el 10 de marzo o volver a lo dictado en el Concilio de Nicea, esto es, al 21 de ese mes, que fue lo que se hizo finalmente. Este calendario, que equivale a un retraso de un día cada 3.324 años, fue  adoptado rápidamente en los países católicos, mientras que en los protestantes no se implantó hasta después de varios años, o siglos.

De todas las realizaciones técnicas  de Turriano la más importante es el artificio realizado desde  1565 para elevar el agua del Tajo hasta la ciudad de Toledo. Había que salvar un gran desnivel de 90 metros que el cremonés, probablemente seguro de su éxito, propuso realizar a su costa. Las obras duraron hasta 1569.

Ambrosio de Salazar (1575 -1643), en un texto de 1612,  titulado Almoneda general de las más curiosas recopilaciones de los reynos de España, comparaba la obra con otra similar en Francia: “Verás también subir el agua por cierta invención, del río Tajo arriba al dicho Alcázar, como ha hecho Enrique IV, Rey de Francia, en el puente nuevo de su ciudad de París […] Mas esta agua de Toledo sube dos veces más alta y sube tanta agua al Alcázar como el cuerpo de un buey”.

El proyecto obligaba  a dar a la ciudad una parte del agua y la ciudad se comprometía a entregar a Turriano  8.000 ducados de oro cuando terminase la obra y 1.900 ducados anuales para la conservación del artificio. Juanelo diseñó un ingenio que funcionaba como un reloj de agua y así, una noria con una cadena de cubos subía agua a la parte superior de una torre, de donde pasaba a unos cazos que llevaban el agua a los aljibes del Alcázar.  La máquina resultó perfecta, pero como el agua se quedaba en el Alcázar, propiedad regia, la ciudad se negó a pagar los gastos. El artificio era capaz de realizar cargas diarias que sumaban 1.600 cántaros de cuatro azumbres cada uno, lo que suponía unos 12.400 litros diarios. Juanelo acabó arruinado ya que tuvo que abonar los gastos de mantenimiento del artificio durante seis años, lo que generó un nuevo proyecto.

En efecto, en 1575 se firmó un nuevo contrato de un segundo artificio, pero tampoco se abonaron los gastos. En 1585 Juanelo Turriano falleció en  Toledo completamente arruinado y Felipe II, el año siguiente, compensó a su única hija, Bárbara Medea Turriano, con 6.000 ducados. Años después,  los hijos de ésta vivían tan miserablemente que fueron  socorridos por Felipe III.

Puente de Alcántara y Restos del Artificio de Juanelo (c.1864). Fotografía de Alfonso Begue

Los artificios funcionaron varios  años, pero la ausencia de mantenimiento impidió su actividad desde 1617. En cualquier caso, en su época, el artificio toledano fue un referente de la ingeniería y así nos los dice la literatura de la época (Góngora, Argensola, Juan de Quirós, etc.). Por su parte, Lope de Vega,  en El arenal de Sevilla (1603) nos cuenta que: “Préciese de su edificio/Zaragoza eternamente,/Segovia de su gran puente,/Toledo de su artificio,/Barcelona del tesoro,/Valencia de su hermosura,/La Corte de su Ventura,/Y de sus almenas Toro”. 

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