En los albores del siglo XVI nacía en una ciudad de la Lombardía, en Cremona, una personalidad sobresaliente de la técnica europea: Juanelo (o Giovanni) Turriano. Tuvo la consideración de sus contemporáneos como gran matemático, relojero, ingeniero y astrólogo.
La
descripción física que de él realiza uno de sus contemporáneos, el humanista
italiano Marco Girolamo Vida (1489-1566),
no es especialmente favorable: “tan rudo, deforme y rústico es de cara y
figura, y de aspecto tan poco distinguido, que no revela dignidad alguna,
carácter alguno, indicio alguno de habilidad. Contribuye a aumentar su
repulsión el verle siempre con la cara, cabello y barba cubiertos y tiznados de
abundante ceniza y hollín repugnante, con sus manos y dedos gruesos y enormes
siempre llenos de orín, desaseado, mal y estrafalariamente vestido...” Busto de Turriano obra de Pompeo Leoni
Turriano
estuvo en su ciudad natal trabajando en su taller de relojero y al iniciarse la
década de los 40 marchó a la capital lombarda, Milán. Hay que tener en cuenta que los relojes eran los instrumentos científico-técnicos más
complejos del Renacimiento. Entre ellos, los relojes planetarios mostraban el
movimiento de los cuerpos celestes (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter
y Neptuno) y, en ciertos casos, indicaban las horas, días del mes, solsticios,
signos del zodiaco, conmemoraciones religiosas.
El primer trabajo importante de Turriano en la ciudad fue reparar un reloj del siglo XIV, el de Giovanni Dondi, el reloj planetario medieval más famoso; Francisco II Sforza se lo quiso regalar a Carlos V con motivo de su coronación (1530) y para agradecerle la recuperación del estado milanés, después de la batalla de Pavía. Carlos V, aficionado a los relojes, estuvo en la ciudad y conoció a Turriano que quiso mejorar el reloj fabricando otro que finalizó en 1551 y que constaba de 1.800 piezas, ocho esferas planetarias, con las horas solares y lunares, adornado con los signos zodiacales y otras estrellas. Carlos V, satisfecho con la obra del cremonés, le asignó desde 1552 una pensión anual de ciento cincuenta ducados.
Reproducción del reloj de Dondi |
Su
fama de ingeniero mecánico, creador de autómatas, relojes planetarios, etc. se
extendió por Europa y en 1556, Carlos V
marcha a España y la vida de Turriano se une a nuestro país y a la del
emperador hasta que éste falleció en Yuste. Después pasó al servicio de Felipe
II.
El de Cremona intervino en la modificación del calendario Juliano (de Julio César) que habían iniciado los líderes de la Contrarreforma para manifestar la superioridad sobre el tiempo de la Iglesia de Trento. Además, desde el punto de vista astronómico, ese calendario acumulaba 11 minutos y 14 segundos de más cada año (lo que equivalía a un retraso de un día cada 128 años). Entonces, el papa Gregorio XIII, el principal artífice del calendario, contó con el cosmógrafo Ignacio Danti, el matemático calabrés Luigi Giglio, y otros científicos y técnicos, entre los que estuvo el de Cremona. La reforma quería corregir el error de 10 días solares que se había acumulado desde la creación del calendario Juliano. La aportación española, de Turriano, de 1579, fue el Breve discorso alla Majestad de Re Católico interno la reduttione dell anno et restitutione del Calendario con la dichiaratione deglo instrumenti da esso per mostrarla in atto prattico (informe manuscrito se conserva en la Biblioteca Vaticana). Juanelo daba dos soluciones posibles para fijar la Pascua: establecer el equinoccio de primavera el 10 de marzo o volver a lo dictado en el Concilio de Nicea, esto es, al 21 de ese mes, que fue lo que se hizo finalmente. Este calendario, que equivale a un retraso de un día cada 3.324 años, fue adoptado rápidamente en los países católicos, mientras que en los protestantes no se implantó hasta después de varios años, o siglos.
De todas las realizaciones técnicas de Turriano la más importante es el artificio realizado
desde 1565 para elevar el agua del Tajo
hasta la ciudad de Toledo. Había que salvar un gran desnivel de 90 metros que
el cremonés, probablemente seguro de su éxito, propuso realizar a su costa. Las
obras duraron hasta 1569.
Ambrosio de Salazar (1575 -1643), en un
texto de 1612, titulado Almoneda general de las más curiosas
recopilaciones de los reynos de España, comparaba la obra con otra similar
en Francia: “Verás también subir el
agua por cierta invención, del río Tajo arriba al dicho Alcázar, como ha hecho
Enrique IV, Rey de Francia, en el puente nuevo de su ciudad de París […] Mas
esta agua de Toledo sube dos veces más alta y sube tanta agua al Alcázar como
el cuerpo de un buey”.
El proyecto obligaba a dar a la ciudad una parte del agua y la
ciudad se comprometía a entregar a Turriano 8.000 ducados de oro cuando terminase la obra
y 1.900 ducados anuales para la conservación del artificio. Juanelo diseñó un
ingenio que funcionaba como un reloj de agua y así, una noria con una cadena de
cubos subía agua a la parte superior de una torre, de donde pasaba a unos cazos
que llevaban el agua a los aljibes del Alcázar. La máquina resultó perfecta, pero como el agua
se quedaba en el Alcázar, propiedad regia, la ciudad se negó a pagar los
gastos. El artificio era capaz de realizar cargas diarias que sumaban 1.600
cántaros de cuatro azumbres cada uno, lo que suponía unos
12.400 litros diarios. Juanelo acabó arruinado ya que tuvo que
abonar los gastos de mantenimiento del artificio durante seis años, lo que
generó un nuevo proyecto.
En efecto, en 1575 se firmó un nuevo
contrato de un segundo artificio, pero tampoco se abonaron los gastos. En 1585 Juanelo
Turriano falleció en Toledo
completamente arruinado y Felipe II, el año siguiente, compensó a su única
hija, Bárbara Medea Turriano, con 6.000 ducados. Años después, los hijos de ésta vivían tan miserablemente
que fueron socorridos por Felipe III.Puente de Alcántara y Restos del Artificio de Juanelo (c.1864). Fotografía de Alfonso Begue
Los artificios funcionaron varios años, pero la ausencia de mantenimiento impidió su actividad desde 1617. En cualquier caso, en su época, el artificio toledano fue un referente de la ingeniería y así nos los dice la literatura de la época (Góngora, Argensola, Juan de Quirós, etc.). Por su parte, Lope de Vega, en El arenal de Sevilla (1603) nos cuenta que: “Préciese de su edificio/Zaragoza eternamente,/Segovia de su gran puente,/Toledo de su artificio,/Barcelona del tesoro,/Valencia de su hermosura,/La Corte de su Ventura,/Y de sus almenas Toro”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario