El Monasterio de El Escorial, construido entre 1563 y 1584, es un auténtico símbolo, no sólo de la figura del Monarca sino también de su reinado: centro cultural, templo, mausoleo, palacio, biblioteca, museo, etc.
Desde la fundación del
Monasterio, Felipe II tuvo la idea de crear una gran biblioteca que estuviera a
la altura de las mejores y para conseguirlo dedicó todos sus esfuerzos, energía
y poder. Se rodeó de lo más granado de la intelectualidad de la época y son
humanistas bibliófilos los que le orientaron en la adquisición de los
ejemplares; entre ellos ocupa un lugar destacado Benito Arias Montano
(1527-1598), auténtico organizador de la librería escurialense y al que se
debió la organización de los libros por lenguas y su catalogación en 74
materias, de las que 21 eran científicas”.Felipe II en El Escorial
La Biblioteca de El
Escorial es un espacio arquitectónico de casi
Cuando el extremeño
Benito Arias Montano vuelve de los Países Bajos, el Monarca español le encarga
la catalogación y ordenación de los fondos de la Biblioteca, que fue concebida
como lugar de reunión de los conocimientos de la época y configurada desde
cinco direcciones: los 4.000 volúmenes que regala Felipe II de la suya
particular y que constituyeron el fondo inicial de la primitiva, el traslado de
bibliotecas monacales, donaciones realizadas por intelectuales, la adquisición
de fondos en las más importantes ciudades europeas y, finalmente, la compra de
libros de las bibliotecas de insignes personajes entre los que destaca y sobre
todos ellos Diego Hurtado de Mendoza (1576), cuya biblioteca particular era
probablemente una de las tres mejores de la España de la época; este importante
humanista legó en testamento a Felipe II nada menos que 2.000 ejemplares entre
grabados, impresos y manuscritos., etc.
El Escorial |
La Librería escurialense poseía una riqueza bibliográfica excepcional; todas las disciplinas, científicas o no, de autores clásicos o modernos, se daban cita en numerosas lenguas y en soberbias encuadernaciones. Era un magnífico centro de estudio para todos los amantes de la cultura, fuera esta de índole humanista o científica. A principios del siglo XVII, Lucas de Alaejo decía: “Cada día tenemos huéspedes eruditos, cada día extranjeros curiosos que revuelven nuestras librerías; los veranos todos de todo el mundo [...] y de ordinario los cortesanos, a todos se abre la puerta, a nadie se niega el libro que pide, y si no sabe pedir, se le enseña el modo de pedir y de hallarle”.
La Biblioteca escurialense fue, a fines del siglo
XVI, la primera de las europeas en cultura islámica.
Por otra parte, en la Biblioteca de El Escorial se archivó una gran cantidad de obras incluidas en el Índice de libros prohibidos. Además, tuvo el privilegio, concedido por Felipe II, de recoger gratis un ejemplar de todas las publicaciones que se imprimieran en lo dominios españoles y en 1619 se recomendó esta norma a los virreyes de Flandes, Sicilia, Milán, etc. El incendio de 1671 acabó con muchos libros y manuscritos.
Felipe II, lector de Erasmo, admirador de la arquitectura, astronomía, coleccionista de instrumentos científicos, creador de los primeros jardines botánicos españoles, entre los que destacaba el de Aranjuez, era admirador del saber en su conjunto, apoyó la cultura en todas su manifestaciones. Así, la librería escurialense era, también, un gabinete de antigüedades, un museo de objetos de arte, una colección de instrumentos científicos (había cerca de 50 astrolabios) y un depósito cartográfico.
Obra de Abraham Ortelio |
Desde el punto de vista científico, la geografía
debe a este rey una impresionante obra
publicada bajo su protección: se trata del Theatro de la tierra universal que vio la luz en los talleres de
Plantino en 1588 y que es una obra cartográfica del flamenco Abraham Ortelio
(1527-1598), cosmógrafo regio; Felipe II reformó los estudios médicos, creó la
distinción de Médico de la Real Cámara o Protomédico para los profesionales que
sobresalieran en el ejercicio de su labor, promovió la primera expedición
científica del mundo moderno, la de Francisco Hernández e instituyó por consejo
de Juan de Herrera la Academia de Ciencias de Madrid cuya finalidad se
orientaba en tres direcciones: impulsar los estudios científicos y artísticos
que tenían un fundamento matemático, formar un buen plantel de profesores y
publicar obras científicas clásicas.
Además, Felipe II fue un entusiasta de la alquimia. Hay
que recordar que la alquimia aparece en Europa desde España, a través de
Arnaldo de Vilanova y de Raimundo Llull. De todas las artes herméticas la alquimia
era considerada la más digna, la más noble: el alquimista tenía, en cierto
sentido, “el poder” de crear, de transformar una sustancia en otra. La alquimia
era a la vez una técnica y una mística. Felipe II es protector del lulismo y,
de la misma forma que su padre, se rodea de destacados lulistas; Juan de
Herrera, arquitecto de El Escorial, era lulista y autor de una obra cabalística
como el Tratado del cuerpo cúbico
conforme a los principios y opiniones del Arte de Raimundo Lulio.
Antes que Felipe II personalidades como el arzobispo
de Toledo, Alonso de Carrillo, gastaron mucho dinero durante largo tiempo
“procurando “fazer oro e plata”; después, Felipe IV también recurrió a la alquimia.
En la Biblioteca escurialense había tal cantidad de
libros de alquimia que se creó una sección de este disciplina; se podían
encontrar textos como el De lapidibus,
atribuido a San Alberto Magno, el De aqua
vitae de Arnaldo de Vilanova o el Compendium
aureum artis, de Juan de Rupescissa, por citar tres significativos textos
alquímicos.Aparato de destilación de Diego de Santiago
Cercana, pero independiente de la Botica escurialense se encontraba lo que Jehan Lhermite, gentilhombre de cámara del monarca español, en su obra Le Passetemps, denominó la “mayson pour distiller des eaux”, esto es, el Laboratorio de destilación. Las principales actividades del Laboratorio eran la obtención de perfumes y la preparación de medicamentos. En él había cuatro importantes aparatos: un destilatorio formado por 32 vasos de destilación depositados en un cajón, una “torre filosofal” que tenía ciento veintiséis alambiques y unos cinco metros de altura, un artilugio formado por 26 vasos de vidrio conectados entre sí, ideado y construido por Diego de Santiago y otro artilugio que es el que describe Diego de Santiago en su Arte separatoria y que estaba formado por 72 vasos de destilación.
En el Laboratorio de destilación de El Escorial destacan Ricardo Stanihurst y el extremeño, ya citado, Diego de Santiago que tenía el título de “destilador de su Majestad”, uno de los numerosos puestos científicos de la casa real en tiempos de Felipe II y fue autor del más importante texto paracelsista de la España de la época: Arte separatoria (1598).
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