Juan Dantín Cereceda fue uno de los geógrafos españoles más importantes del siglo XX. Este madrileño nació en 1881, cursó los estudios medios en el Instituto Cardenal Cisneros de la capital y en la Universidad Central se licenció en Ciencias Naturales en 1904. Su perfil académico se completó en 1912 cuando defendió su doctorado con una tesis que trataba sobre la constitución e interpretación del relieve de la península Ibérica, trabajo que fue dirigido por Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), a la sazón catedrático de Geología de la Universidad Central.
La tesis doctoral de Dantín fue una versión reducida de una de sus publicaciones científicas más importantes: Resumen fisiográfico de la Península Ibérica, que apareció en 1912 y que era una síntesis geológica y geográfica de nuestra Península y, para algunos, la mejor obra científica de su autor; fue reeditada en 1948.
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Juan Dantín Cereceda |
La obra fue el inicio de lo que para Dantín constituyó
una forma global de entender la geografía física de España. En ella, como dice
su autor, “acometemos un trabajo que por primera vez se verifica en España
conforme a las recientes orientaciones de la Geografía moderna”. Es un trabajo innovador con perspectivas
científicas basadas en el ciclo davisiano de erosión y en la gran importancia
del relieve, lo que le permite adoptar criterios geológicos y geomorfológicos;
en ella apunta el concepto de región natural y sus límites. No obstante, el científico
madrileño divide la península Ibérica en zonas áridas y húmedas y no considera
la variación pluviométrica estacional, lo que tiene como consecuencia la
caracterización equivocada de casi la totalidad de Portugal como región húmeda.
Dantín considera la región natural como una
unidad basada en la geología y morfología del territorio y que se encuentra
influida, con intensidades diferentes, por el relieve, el clima, la flora, la
fauna y el hombre. Y, estos últimos, los seres vivos, en sus interrelaciones,
manifiestan, más que el resto de factores, la fisionomía de la propia región
natural. Incorpora a su geografía los “tipos de suelos”, distribuidos en
función de las condiciones climáticas de cada región, a los que veía
dinámicamente, con un pasado, un presente y un futuro; que se forman y
modifican perennemente.
Un complemento de esta obra es su excelente Ensayo acerca de las regiones naturales de España, de 1922, en el que divide nuestro país diecisiete grandes regiones naturales.
Una parte de su actividad intelectual estuvo
orientada hacia la enseñanza. Así, logró la cátedra de Agricultura y Técnica
Agrícola e Industrial en el Instituto de Baeza en el año 1909, en 1910 pasó al de
Albacete, en el 12 al de Guadalajara y en 1919 al Instituto Escuela, centro
éste dependiente de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE). En 1922, con
una nueva oposición, obtuvo la misma cátedra del madrileño Instituto de San
Isidro.
Siendo catedrático en el Instituto de Guadalajara
Dantín consiguió una beca de la JAE, después de varios intentos en los que
había fracasado y en los que queda patente la modificación en la orientación
científica del madrileño. En efecto, la pensión que pidió en 1909 era para
estudiar biología marina, la de 1910 para temas agrícolas, las de 1911 era para
asuntos geológicos y petrográficos y la de 1913 para investigaciones
geomorfológicas y geológicas. En este cambio de orientación tuvo mucho que ver
su maestro en el Museo de Ciencias Naturales, Hernández Pacheco.
Antes de marchar al extranjero fue comisionado por
la Real Sociedad Española de Historia Natural para participar en la expedición,
de dos meses de duración, enviada a la zona española de Marruecos. Asistió en
calidad de tesorero y encargado, además, de la toma de datos meteorológicos y
de los estudios botánicos y agrícolas de las comarcas visitadas. Sobre la
expedición publicó tres libros que versaban sobre las misiones que se le
encomendaron.
Más tarde le fue concedida una beca de nueve meses
para estudiar “Geografía física y Geología” en Francia y Alemania, aunque no
pudo ir a este último país debido a la situación en la que se encontraba
Europa.
En el Museo de Ciencias Naturales ejerció como profesor ayudante y se le encargó la dirección de las excavaciones paleontológicas del Terciario que se habían descubierto en el Cristo del Otero, en Palencia, y cuyos restos fósiles de rinocerontes serían estudiados por él, gracias a una pensión de la JAE, durante su estancia en Francia. Así, estuvo en las Universidades de Lyon con el profesor Galliard y con Depéret; en la Sorbona trabajó con uno de los más distinguidos geógrafos franceses, Paul Vidal de la Blache (1845-1918), y muy especialmente con Emmanuel Martonne (1873-1955), uno de los geógrafos más importantes del siglo XX, al que consideró su maestro y que sin duda influyó decisivamente en los posteriores trabajos del madrileño.
Además de los numerosos trabajos de su
especialidad que publicó en revistas científicas, Dantín escribió, en 1916, Dry-Farming ibérico. Cultivo de las tierras
de secano en las comarcas áridas de España, siendo pionero en nuestro país
a la hora de explicar estas técnicas orientadas a la realización de una serie
de labores en el suelo con el fin de reducir la evaporación del agua del
subsuelo.
También hay que destacar que con el geógrafo
Antonio Revenga Carbonell creó el Índice
de Dantín Cereceda y Revenga, un índice termopluviométrico definido por la temperatura
media anual y la precipitación media anual. Este valor se sigue utilizando en
la actualidad en viticultura.
Desde mediados de los años veinte colaboró en el
Centro de Estudios Históricos, en la Sección de Filología que dirigía Ramón
Menéndez Pidal (1869-1968), y en la década siguiente participó en actividades
de otra Sección, la de Estudios Hispanoamericanos, en la que mandaba Américo
Castro (1885-1972) y en la que realizó trabajos de cartografía sobre el
descubrimiento del continente americano.
Después de la Guerra Civil intervino en las
actividades del Instituto Juan Sebastián Elcano, encargado de los asuntos
geográficos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Fue
amigo y compañero en numerosas excursiones del novelista Pío Baroja (1872-1956)
y del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), de forma que colaboró con
artículos en la Revista de Occidente
que fundara este último. También
escribió en el diario El Sol durante
dos años (1918 y 1919); son más de un centenar de artículos y notas
bibliográficas, sobre conceptos geográficos en general, regiones españolas,
nacionalidades, cartografía, geología, expediciones científicas, manuales
geográficos, meteorología, etc.
Falleció en Madrid en 1943.
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