Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

24 septiembre, 2025

Una nueva geografía: Juan Dantín

 

Juan Dantín Cereceda fue uno de los geógrafos españoles más importantes del siglo XX.  Este madrileño nació en 1881, cursó los estudios medios en el Instituto Cardenal Cisneros de la capital y en la Universidad Central se licenció en Ciencias Naturales en 1904. Su perfil académico se completó en 1912 cuando defendió su doctorado con una tesis que trataba sobre la constitución e interpretación del relieve de la península Ibérica, trabajo que fue dirigido por Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), a la sazón catedrático de Geología de la Universidad Central.

La tesis doctoral de Dantín fue una versión reducida de una de sus publicaciones científicas más importantes: Resumen fisiográfico de la Península Ibérica, que apareció en 1912 y que era una síntesis geológica y geográfica de nuestra Península y, para algunos, la mejor obra científica de su autor; fue reeditada en 1948. 

Juan Dantín Cereceda

La obra fue el inicio de lo que para Dantín constituyó una forma global de entender la geografía física de España. En ella, como dice su autor, “acometemos un trabajo que por primera vez se verifica en España conforme a las recientes orientaciones de la Geografía moderna”.  Es un trabajo innovador con perspectivas científicas basadas en el ciclo davisiano de erosión y en la gran importancia del relieve, lo que le permite adoptar criterios geológicos y geomorfológicos; en ella apunta el concepto de región natural y sus límites. No obstante, el científico madrileño divide la península Ibérica en zonas áridas y húmedas y no considera la variación pluviométrica estacional, lo que tiene como consecuencia la caracterización equivocada de casi la totalidad de Portugal como región húmeda.

Dantín considera la región natural como una unidad basada en la geología y morfología del territorio y que se encuentra influida, con intensidades diferentes, por el relieve, el clima, la flora, la fauna y el hombre. Y, estos últimos, los seres vivos, en sus interrelaciones, manifiestan, más que el resto de factores, la fisionomía de la propia región natural. Incorpora a su geografía los “tipos de suelos”, distribuidos en función de las condiciones climáticas de cada región, a los que veía dinámicamente, con   un pasado, un presente y un futuro; que se forman y modifican perennemente.

Un complemento de esta obra es su excelente Ensayo acerca de las regiones naturales de España, de 1922, en el que divide nuestro país diecisiete grandes regiones naturales. 

Una parte de su actividad intelectual estuvo orientada hacia la enseñanza. Así, logró la cátedra de Agricultura y Técnica Agrícola e Industrial en el Instituto de Baeza en el año 1909, en 1910 pasó al de Albacete, en el 12 al de Guadalajara y en 1919 al Instituto Escuela, centro éste dependiente de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE). En 1922, con una nueva oposición, obtuvo la misma cátedra del madrileño Instituto de San Isidro.

Siendo catedrático en el Instituto de Guadalajara Dantín consiguió una beca de la JAE, después de varios intentos en los que había fracasado y en los que queda patente la modificación en la orientación científica del madrileño. En efecto, la pensión que pidió en 1909 era para estudiar biología marina, la de 1910 para temas agrícolas, las de 1911 era para asuntos geológicos y petrográficos y la de 1913 para investigaciones geomorfológicas y geológicas. En este cambio de orientación tuvo mucho que ver su maestro en el Museo de Ciencias Naturales, Hernández Pacheco.

Antes de marchar al extranjero fue comisionado por la Real Sociedad Española de Historia Natural para participar en la expedición, de dos meses de duración, enviada a la zona española de Marruecos. Asistió en calidad de tesorero y encargado, además, de la toma de datos meteorológicos y de los estudios botánicos y agrícolas de las comarcas visitadas. Sobre la expedición publicó tres libros que versaban sobre las misiones que se le encomendaron. 

Más tarde le fue concedida una beca de nueve meses para estudiar “Geografía física y Geología” en Francia y Alemania, aunque no pudo ir a este último país debido a la situación en la que se encontraba Europa.

En el Museo de Ciencias Naturales ejerció como profesor ayudante y se le encargó la dirección de las excavaciones paleontológicas del Terciario que se habían descubierto en el Cristo del Otero, en Palencia, y cuyos restos fósiles de rinocerontes serían estudiados por él, gracias a una pensión de la JAE, durante su estancia en Francia. Así, estuvo en las Universidades de Lyon con el profesor Galliard y con Depéret; en la Sorbona trabajó con uno de los más distinguidos geógrafos franceses, Paul Vidal de la Blache (1845-1918), y muy especialmente con Emmanuel Martonne (1873-1955), uno de los geógrafos más importantes del siglo XX, al que consideró su maestro y que sin duda influyó decisivamente en los posteriores trabajos del madrileño. 

Además de los numerosos trabajos de su especialidad que publicó en revistas científicas, Dantín escribió, en 1916, Dry-Farming ibérico. Cultivo de las tierras de secano en las comarcas áridas de España, siendo pionero en nuestro país a la hora de explicar estas técnicas orientadas a la realización de una serie de labores en el suelo con el fin de reducir la evaporación del agua del subsuelo.

También hay que destacar que con el geógrafo Antonio Revenga Carbonell creó el Índice de Dantín Cereceda y Revenga, un índice  termopluviométrico definido por la temperatura media anual y la precipitación media anual. Este valor se sigue utilizando en la actualidad en viticultura.

Desde mediados de los años veinte colaboró en el Centro de Estudios Históricos, en la Sección de Filología que dirigía Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), y en la década siguiente participó en actividades de otra Sección, la de Estudios Hispanoamericanos, en la que mandaba Américo Castro (1885-1972) y en la que realizó trabajos de cartografía sobre el descubrimiento del continente americano.

Después de la Guerra Civil intervino en las actividades del Instituto Juan Sebastián Elcano, encargado de los asuntos geográficos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Fue amigo y compañero en numerosas excursiones del novelista Pío Baroja (1872-1956) y del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), de forma que colaboró con artículos en la Revista de Occidente que fundara este último.  También escribió en el diario El Sol durante dos años (1918 y 1919); son más de un centenar de artículos y notas bibliográficas, sobre conceptos geográficos en general, regiones españolas, nacionalidades, cartografía, geología, expediciones científicas, manuales geográficos, meteorología, etc.

Falleció en Madrid en 1943.

 

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