Podemos considerar, grosso modo, que la separación entre las disciplinas de ciencias y las de letras empieza en el siglo XIX. Antes existe un apoyo a la formación completa. Al menos, algunos hombres con responsabilidades políticas de la España ilustrada así lo entendieron.
Por ejemplo, Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), un hombre del derecho y la economía, tiene discursos extremadamente lúcidos a la hora de abordar el asunto que nos ocupa.
El sugerente título de su conferencia de ingreso ala Real Academia de la Historia (1780): Sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra historia y antigüedades o la no menos interesante y novedosa Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencia, pronunciada el 7 de enero de 1794 en el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, son dos excelentes ejemplos de la forma de entender la enseñanza que tenía el asturiano.
El sugerente título de su conferencia de ingreso a
En el último de los discursos citados recomienda que los hombres de ciencia tengan una formación humanística: “Si las ciencias esclarecen el espíritu, la literatura le adorna; si aquéllas le enriquecen, ésta pule y avalora sus tesoros; las ciencias rectifican el juicio y le dan exactitud y firmeza; la literatura le da discernimiento y gusto y le hermosea y perfecciona”; y más adelante,
“Ellas nos presentan las ciencias empleadas en adquirir y atesorar ideas, y la literatura en enunciarlas; por las ciencias alcanzamos el conocimiento de los seres que nos rodean, columbramos su esencia, penetramos sus propiedades, y levantándonos sobre nosotros mismos, subimos hasta su más alto origen. Pero aquí acaba su ministerio y empieza el de la literatura, que después de haberlas seguido en su rápido vuelo, se apodera de todas sus riquezas, les da nuevas formas, las pule y engalana, y las comunica y difunde, y lleva de una en otra generación”.
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