Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

13 agosto, 2012

Las sociedades de Ciencias Naturales en el cambio de siglo (XIX-XX)


Desde el último tercio del siglo XIX se fue creando en España una base institucional naturalista en la que el territorio español era explorado por científicos de allende nuestras fronteras porque, a fin de cuentas, era un espacio riquísimo en novedades, mucho más rico que los de los lugares de origen de los extranjeros. Quizá por esto es más que posible que el desarrollo científico de la historia natural en España esté relacionado con proyectos colectivos más o menos nacionalistas.
Y esta situación provocó la renovación de los saberes en ciencias naturales en dos aspectos: uno referido al reconocimiento de los naturalistas españoles de la etapas anteriores y otro al que tuvo que ver con el conocimiento que de la naturaleza de su territorio hacen los científicos de nuestro país.

En relación con la historia natural, en 1871, se crea en Madrid la Sociedad Española de Historia Natural, primera asociación naturalista de nuestro país, casi simultánea (1872) al Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales, formado también en la capital de España como una asociación de jóvenes difusores de los saberes naturales. También hubo otras instituciones más especializadas en ciertos aspectos de las ciencias naturales. Así, en esos años, y en relación con la ciencia de las plantas, aparecen la Sociedad Botánica Barcelonesa, de corta vida (1871-1875) y en 1878 la Sociedad Linneana Matritense.
La Sociedad Española de Historia Natural hacía un llamamiento “no sólo las personas que por afición o deber se dedican a las ciencias naturales, sino también cuantos crean provechoso y conveniente alentar en España tales estudios, propagar los conocimientos que se refieren a este ramo del saber humano, y dar a conocer las producciones naturales del país. Tan importante objeto tendrán los Anales de la Sociedad española de Historia Natural, y en ellos se insertarán preferentemente los catálogos totales o parciales de las producciones de una localidad determinada, la descripción de especies nuevas, la crítica de las ya publicadas, o igualmente las monografías de un grupo particular de seres naturales, cuando haya suficientes datos para ello, y las noticias parciales acerca de la gea, flora y fauna de la Península y sus provincias ultramarinas, todo acompañado de los grabados y láminas necesarias”.
Al finalizar el siglo, en 1899, en Barcelona se funda la Institució Catalana d’Historia Natural, en la que se observan unas peculiaridades nacionalistas evidentes. Así, la citada institución tenía como objetivo “conrehu de las Ciencias Naturals, y son estudi y propagació, entre l’element jove de Catalunya, per contribuir á la formació de l’Història Natural d’aqueixa terra”.
Por último, en este tiempo, al empezar el siglo se crea en 1902 La Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales y finalizó su discurrir como tal en 1918, en el que dio paso a la Sociedad Ibérica de Ciencias Naturales. No obstante, no fue más que un cambio de denominación en la estructura de la misma. En la misma se aprecian muchas de las características de la Sociedad Española de Historia Natural y así, en el primer número de su Boletín se podía leer: “De todos los estudios que ocupan el entendimiento, es el de las Ciencias naturales el más mezquino en resultados; antes se desarrollan en la Sociedad los otros órdenes de la cultura que no éste”.

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