Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

24 agosto, 2012

Breve historia de la ciencia española (López Ocón)


Cualquier texto que pretenda enseñar a nuestra sociedad los logros de la ciencia española de todas las épocas, me parece un loable propósito, y habré de alegrarme de que un libro como esta Breve historia de la ciencia española de Leoncio López-Ocón (Alianza, Madrid, 2003, pp. 479,12 euros) figure en las librerías y bibliotecas de nuestro país.  No es un texto reciente, pero es bueno y eso basta.
La obra de López-Ocón está dividida en tres partes fundamentales: la primera comprende los avatares científicos y técnicos de la España de los Austrias, la segunda abarca las actividades de esta índole en los siglos XVIII y XIX, hasta 1875; y en la última se interesa por los postreros 125 años de nuestro pasado científico y tecnológico. Uno de los hilos conductores de esta obra es que hay momentos de “guadianización”, oscurecimiento, o casi desaparición de la actividad científico-técnica, después de una etapa de influencia.

En la primera parte de esta Breve historia de la ciencia española se hace especial hincapié en el hecho, no muy bien conocido por los estudiosos de la historia de España (si tenemos en cuenta que de ello no suelen decir nada en sus libros), de que los cultivadores de la ciencia y la tecnología en el siglo XVI no sólo siguieron a las águilas del imperio, sino que también hicieron posible su vuelo (p. 56). Aborda el autor, con bastante detalle, la ingente labor científica de Francisco Hernández y las grandes actividades científico-técnicas del reinado de Felipe II.
La segunda parte se inicia sobre la base de la influencia de la física de Newton en toda la ciencia occidental y en España, en la que sus ideas llegaron a orientar la política exterior del gobierno largo de la Unión Liberal, que ejerció su mandato en los últimos años del reinado de Isabel II, avanzado el siglo XIX (p. 149). Pero además, resalta como preocupación máxima de la ciencia ilustrada la de su carácter utilitario. Llama la atención sobre la política científica de Carlos III y la dimensión americana de la ciencia ilustrada. El resurgir científico-técnico que se produce en los últimos años del siglo XIX debido, según el autor, a la actividad realizada por una serie de ingenieros (Sagasta, Echegaray, Pascual González, etc.) fue posible por una política que mejoró el sistema educativo, por el impulso promovido por una serie de instituciones científicas y, probablemente, por un ambiente en el que tuvo alguna influencia la llamada “polémica de la ciencia española”, ya que su última fase desencadenó la moderna erudición histórico-científica española (p. 311).
La tercera parte se inicia con unos apuntes sobre el fenómeno krauso-positivista y sobre la importante labor del naturalista cartagenero Marcos Jiménez de la Espada, la personalidad más eminente de la Comisión Científica del Pacífico. Estudia, asimismo, el escaparate que supuso la Exposición Internacional de Barcelona de 1888 para mostrar los logros científico-técnicos de la década precedente, la posterior expansión de la ciencia española que hizo que algunos de sus mejores hombres ocuparan un lugar preeminente en instituciones científicas internacionales (Torres Quevedo, Blas Cabrera, Rey Pastor, Moles y otros), el hecho por el cual a los laboratorios españoles llegaron extranjeros becados, etc. Todo ello en un ambiente de “cajalización”, término utilizado por López-Ocón y que, a mi juicio, expresa perfectamente la enorme influencia que tuvo la labor del sabio histólogo en el despertar de la cultura científica española, etapa que se corresponde, grosso modo, con los años comprendidos entre la concesión del premio Nobel hasta julio de 1936, esto es, dos años después del fallecimiento del científico de Petilla de Aragón (al que un lapsus hace morir en 1932; p. 344).
El libro termina con la labor realizada por varias instituciones científicas creadas durante el franquismo: el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, El instituto Nacional de Técnica Aeronáutica y la Junta de Energía Nuclear.
En su conjunto esta Breve historia de la ciencia española me parece una interesante aportación al estudio de las vicisitudes de la ciencia que se ha realizado en nuestro país a lo largo de cinco siglos, que debe ser bien venida a un ámbito en el que los estudios globales escasean.

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