Pocas
personas conocen y reconocen el importante trabajo que hacen los hombres de
ciencia. Algunos se burlan de las, para ellos, “raras” investigaciones que
realizan estos, porque sus neuronas no les permiten comprender que, muchas
veces, la ciencia hace descubrimientos que “parecen” sin importancia y que
después, el tiempo, consagra como un gran avance.
No
es infrecuente encontrar en las primeras páginas de libros científicos de los
siglos XVI y XVII elogios al autor, realizadas por importantes, y no tan
eminentes, personajes del mundo de la literatura. Las alabanzas suelen ser
escritas en verso y el soneto es utilizado frecuentemente. En relación con esto
quiero traer a cuento un ejemplo poco desconocido; ignorado porque a Liñán de
Riaza no le conocen ni los licenciados en Literatura española (hagan la prueba)
y al médico Pedro Torres...
Pedro
Liñán de Riaza (m. 1607) fue un poeta costumbrista que escribió versos sobre la
vida y paisajes de Madrid. La mayor parte de su obra poética no fue editada
hasta el último cuarto del siglo XIX. Su mérito poético fue alabado en el
“Canto de Calíope” de la Galatea
cervantina. Pedro de Torres fue un médico que vivió entre los siglos XVI y XVII
y que escribió un librito de poco más de cien páginas sobre la sífilis titulado:
Libro que trata de la enfermedad de las
bubas (1626). Después del privilegio pueden leerse una
poesía laudatoria de Liñán de Riaza que canta al galeno de esta manera:
Autor
de la salud a Dios llamamos,
Y
él se llama Verdad, Vida y Camino,
De
la patria inmortal a que aspiramos.
Vino
la enfermedad, la muerte vino,
Por
la culpa (que culpa a muerte inclina,
Por
Justa pena y por fatal castigo).
Y
el Altísimo, al fin, la Medicina,
Conservación,
y escudo de lo humano.
Crió
con ciencia celestial, divina.
Alta
defensa, modo soberano,
Contra
los detrimentos heredados
Por
el coloso exceso del manzano.
Doctor
en quien los Árabes pasados
y
los presentes Esculapios nuestros
Están
(si no envidiosos) admirados,
(…)
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