Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

28 enero, 2024

Crónicas de Indias

 El descubrimiento y colonización americanas son páginas de un marcado carácter utópico. Se tiene la idea de que América es un lugar donde se puede ser más justo, más libre, más feliz; un lugar Nuevo que se opone a lo conocido, a lo Viejo; un lugar en el que sobrevalora el Nuevo Mundo frente al Viejo: el mundo del futuro, de la abundancia y de la fertilidad, frente al mundo presente de pobreza, escasez y esterilidad.
Cuando los españoles se pusieron en contacto con los territorios recién descubiertos intentaron plasmar en los textos que escribieron todo lo que veían; y lo hicieron con precisión, exactitud, cariño, fantasía, exageración y apasionamiento, que de todo hay en estos admirables libros. Las crónicas de Indias nos informan con detalle, a veces exagerado por lo innecesario o repetitivo, de todos aquellos sucesos, históricos o de conquista, que indaga la atenta mirada del cronista, de todas las formas vivas que provocan su admiración, de los descubrimientos geográficos que alertan su imaginación y, por último, de los nativos de los nuevos territorios. 
Edición reciente de la crónica de
Gonzalo Fernández de Oviedo

Aunque las razones que tienen los cronistas para viajar a las Indias son muy diferentes, todos escriben sus crónicas con la idea de informar a su Rey, a sus hermanos de religión o simplemente a sus compatriotas, de lo que hay y sucede en las tierras recién descubiertas.

Las que podemos titular, genéricamente, crónicas indianas, son fruto, en un principio, de la observación directa del expedicionario y tienen un carácter general. Otras veces son informes de las noticias que escribieron otros; es el caso, por ejemplo, del cordobés de Pozoblanco Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) que escribió, sin haber pisado las tierras americanas, haciendo uso de las noticias existentes en la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1577).

Es obvio que las informaciones que se hacían sobre las Indias no podían abarcar la totalidad de los nuevos territorios, así que aparecieron crónicas regionales como la del jesuita gallego Alonso de Ovalle (1601-1651), que estudió Chile: Histórica relación del reino de Chile y de las misiones y ministerios que ejercita en él la Compañía de Jesús (1646); también en este sentido merece destacarse la de Fray Antonio Caulín (1719-1802), que se ocupó de la Nueva Andalucía: Historia corográphica, natural y evangélica de la Nueva Andalucía, provincias de Cumaná, Guayana y vertientes del Río Orinoco (1779). 
Perro cazando un ave
(de la obra de Ovalle)


Las crónicas de Indias son obras eminentemente hispánicas, elaboradas por los peninsulares y los españoles de los territorios de ultramar, toda España se implicó en los trescientos años de crónicas y como ejemplo de ello bastará decir que Fray Bernardino de Sahagún era leonés, Andrés Pérez de Ribas, cordobés, Fray Francisco Palou, mallorquín, Pedro Mariño de Lobera nació en Pontevedra, Miguel de Estete vio la luz en la Rioja y Francisco Ximénez en Écija (Sevilla); José Gumilla era valenciano, Fray Jerónimo de Mendieta de Vitoria y Cristóbal Calvete de Estrella nació en Sariñena (Huesca). Llerena (Badajoz) vio nacer a Pedro de Cieza de León y Casas de Millán (Cáceres) a Miguel del Barco. En los territorios de allende el Atlántico nacieron, entre otros, Pedro de Mercado que lo hizo en Riobamba (Ecuador), Fray Agustín Dávila Padilla que vio la luz en la ciudad de Méjico o Buenaventura de Salinas y Córdova que dio sus primeros pasos en Lima.

Los informes que narran lo que hay o sucede en las Indias son una Descripción breve, Memoria, Suma y narración, Jornada, Verdadera relación, etc. No importa el título, lo significativo es la exactitud del relato, ya histórico, ya de la Naturaleza, o el dominio del lenguaje que lleva a escribir alguna crónica histórica en verso, tal es el caso de La Araucana de Alonso de Ercilla. Importa evangelizar al indio, describir el paisaje, la vegetación exótica, los animales, el mundo inerte. Es de vital interés contar cómo son los naturales de los territorios recientemente descubiertos, su idioma y sus costumbres. Los cronistas muy frecuentemente se interesan por las formas de vida de los indios, que describen con profusión de detalles. 

Bernardino de Sahagún,
Historia General de las Cosas de la Nueva España
Las crónicas cuentan los avatares de la conquista y colonización del Nuevo Continente. Son narraciones de sucesos bélicos, o de otra índole (de la naturaleza, antropología, etc.) que suelen contener algunos aspectos de indudable interés científico. Francisco Esteve Barba publicaba en 1964 un completísimo estudio sobre este asunto en un libro titulado Historiografía indiana; en él clasificaba a los cronistas de las Indias en tres categorías de acuerdo con su formación personal: el simple conquistador, el humanista y el eclesiático. Esta clasificación permite la ubicación de un buen número de historiadores de los territorios americanos y como modelos de los tres tipos de cronistas podemos citar a Bernal Díaz del Castillo, excelente ejemplo de conquistador, sin más, Pedro Mártir de Anglería, modelo de humanista y al Padre José Acosta, paradigma de cronista eclesiástico. 

Cerro del Potosí en la
  Crónica de Cieza
Han pasado muchos años desde que aparecieron las primeras crónicas de Indias y la frescura de los relatos se mantiene. Las dotes intelectuales por las que los cronistas fueron capaces de redactar páginas sobre una naturaleza que les era desconocida, con los medios que tenían a su alcance, no eran nada comunes. Pero sobre todo, la emoción que debieron sentir al contemplar esos territorios exóticos y el impulso que los hizo escribir esos hermosos libros serán difícilmente superables por los cronistas de nuestros tiempos.

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