Al
pueblo español le han gustado siempre las banderías, partidarios de una teoría
se han enfrentado, a veces violentamente, con los opuestos a la misma,
defensores de un criterio se han enzarzado con los seguidores de la doctrina
contraria. Aunque es cierto que de la discusión y del debate sale la luz, a
veces lo que aflora es el amor propio y, en este caso, el resultado de la
controversia es estéril porque se justifica una afirmación sin los
conocimientos adecuados. Algo de esto ocurrió en la famosa "polémica de la
ciencia española” que ocupó buena parte de los ambientes culturales y
científicos de la España del siglo XIX.
Desde
hace muchos años la polémica de la ciencia española está ampliamente superada,
y esto no lo han logrado los debates ni las discusiones agrias, propios de
otras épocas, sino los trabajos de calidad realizados por científicos que han
ido consiguiendo, poco a poco, un gran prestigio, nacional e internacional, en
la historiografía de la ciencia.
Desde
el último tercio del siglo XX, a pesar del escaso o nulo apoyo institucional,
han visto la luz numerosos trabajos de gran categoría científica en el ámbito
de la historia de la ciencia: la labor continuada de la cátedra que en la
Universidad de Salamanca dirigió Luis Sánchez Granjel, discípulo que fue de
Pedro Laín Entralgo, y que tuvo como resultado unas estupendas aportaciones a
la historia de la medicina española; las magníficas obras de consulta del grupo
de investigadores que dirigió el, probablemente, más importante de los
historiadores de la ciencia que en España han sido, el profesor José María
López Piñero; los trabajos sobre historia de la física de Víctor Navarro y José
Manuel Sánchez Ron; los de historia de la química de Eugenio Portela; de historia
de la biología de Luis Alfredo Baratas; los estudios de historia de las matemáticas
de Mariano Hormigón; las investigaciones de historia de la botánica de Puig
Samper; las de historia de la ecología de Santos Casado de Otaola; los trabajos
de historia de la farmacia de Francisco Javier Puerto; historia de la ciencia
aplicada de Nicolás García Tapia y tantos y tantos investigadores que han
contribuido (desgraciadamente algunos de los citados han fallecido en plena
madurez intelectual) y están contribuyendo a sacar a la luz las aportaciones de
los científicos españoles de los siglos pretéritos.
A
esto habría que añadir la labor de difusión de los conocimientos de la ciencia
realizada por las dos revistas de la especialidad que se publican en España: Asclepio, Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia , que edita el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas; y Llull, Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y
de las Técnicas, que se publica gracias a las aportaciones de los socios de esa
sociedad y de las subvenciones universitarias.
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