En 1908 se
iban a celebrar en la capital aragonesa unas fiestas conmemorativas del
Centenario de los Sitios. Aprovechando esto, la Sección de Zaragoza de la Real Sociedad Española de Historia Natural
(RSEHN) propuso a la dirección nacional organizar en Zaragoza un
congreso nacional de naturalistas. La propuesta inicial se amplió a todos los
aspectos de la investigación científica. El entonces Presidente de la Sociedad,
Luis Simarro (1851-1921), se dirigió al muy influyente Segismundo Moret
(1833-1913) para que avalara el futuro congreso. No en vano este ex-catedrático
de Instituciones de Hacienda de la Universidad Central era un político de
raza que había sido varias veces Ministro (con Amadeo I, Alfonso XII, durante
la regencia de María Cristina y con Alfonso XIII), amén de Presidente
del Consejo de Ministros de España y Presidente del Congreso de los
Diputados de España.
Moret dio un
vuelco al proyecto inicial y el 2 de enero de 1908 se celebraba en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de
Madrid la asamblea fundacional de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. En la misma,
presidida por él, había representaciones de las Academias, de los centros de
enseñanza, sociedades científicas, laboratorios, prensa, etc. De entre los
asistentes se nombró una comisión para la redacción de unos estatutos que
fueron aprobados en una la reunión que se celebró el 23 de febrero. En la misma
se acordó celebrar el primer congreso en Zaragoza, durante las fiestas del
Centenario de los Sitios y poco después, el rey Alfonso XIII recibió a la
Asociación y aceptó ser Presidente de Honor.
El responsable
principal de que sucediera todo esto fue Simarro, pero también participaron científicos
excelentes: José Rodríguez Carracido, Ignacio Bolívar, José Echegaray, Blas
Cabrera, Julián Calleja, Leonardo Torres Quevedo, etc.
En el Congreso
de Valencia (1910) quedaban claros los objetivos de la Asociación Española para
el Progreso de las Ciencias:
“Concertar los esfuerzos de todos los
interesados en el adelanto y difusión de los conocimientos para crear un
ambiente espiritual favorable a la obra colectiva científica; estableciendo,
con este objetivo, relaciones de simpatía y mutuo apoyo entre los que colaboran
en el cultivo del saber, no sólo para estimular su trabajo, avivar las
vocaciones, sostener el entusiasmo, alentar la inventiva de los investigadores
y congregar en torno del que tenga algo que decir un auditorio dispuesto á
escucharle, sino también (y lo que más importa) para despertar en el público la
curiosidad científica, propagar en el país la afición al estudio y arraigar en
la conciencia nacional este principio de toda la civilización moderna: SABER ES
PODER. Pues el poderío, la riqueza y el bienestar de los pueblos dependen
principalmente de su cultura científica y a todos es manifiesto, por lo menos,
que en la época actual los medios de producción en los oficios de la paz y los
de destrucción en las artes de la guerra se fundan exclusivamente en las
aplicaciones técnicas de la ciencia”.
La Asociación la integraron numerosos
profesores universitarios y de otros ámbitos educativos (algo menos de la mitad
de los miembros), ingenieros civiles, militares, médicos, abogados,
farmacéuticos y otros colectivos en menor proporción.
La AEPC a lo largo de su existencia tuvo
diferentes Secciones que fueron modificándose en el tiempo pero que con cambios
nominales se limitaban, poco antes de la Guerra Civil, a las Secciones de
Astronomía y Geofísica, Física y Química, Ciencias Naturales, Sociología,
Históricas y Filológicas, Medicina y, por último, Ingeniería y Arquitectura.
La
actividad primordial de la Asociación estuvo relacionada con la celebración de los Congresos, al
principio con una periodicidad anual, pero a partir del IV Congreso (Madrid,
1913) el ritmo fue cada dos años. Hubo 33 Congresos (el último se celebró en
Badajoz en 1979) y desde
1921, en Oporto, se realizaron
ocho congresos conjuntos con la
Asociación Portuguesa para el Progreso de las Ciencias (APPC).
La actividad de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias fue decayendo desde la década de 1950 y termina en 1979, año del último Congreso.
La actividad de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias fue decayendo desde la década de 1950 y termina en 1979, año del último Congreso.
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