Gregorio
Marañón y Posadillo (1887-1960) fue una personalidad de gran categoría en el
panorama intelectual de la España de gran parte del siglo XX. De su labor se
han ocupado personas de todas las orientaciones políticas y culturales.
Es
una vida completa y rebosante de cultura y ansia de saber. En toda ella se
imbrican, en mayor o menor medida, los que podemos considerar tres aspectos
fundamentales: su ciencia, el conocimiento de la historia y su actividad
política. Pero además, estas tres facetas de la biografía de este sabio español
se entrelazan con el conocimiento que tiene de las grandes personalidades de la
cultura de su tiempo.
Ya
desde la cuna, el médico madrileño conoce lo mejor de una época majestuosa en
el mundo de los saberes: en los primeros años, en Santander, tiene contactos
con Pereda, Menéndez Pelayo, Galdós…; más tarde, con los profesores
responsables de su formación científica: Federico Olóriz, Santiago Ramón y
Cajal, Juan Madinaveitia, Manuel Alonso Sañudo…; en los postreros años: conoce
a Camilo José Cela.
En
su vida siempre se entremezclaron las ciencias y las letras: en su primer año
universitario lleva a Santander libros de literatura clásica y otros de
medicina; siendo médico se integró en los círculos de las letras: formó parte
de la tertulia que se celebraba en el jardín de la casa de Benito Pérez Galdós,
en el madrileño distrito de Argüelles, con personalidades como Tomás Borrás,
Pérez de Ayala y los hermanos Quintero, entre otros; pero también era un buen amigo de Julio Antonio, Ortega, Zuloaga…; y,
finalmente, en su Cigarral toledano, García Lorca leyó, en 1933, antes de su
estreno, Bodas de Sangre.
En
la casa de Marañón, hasta 1936, almorzaron políticos como Leopoldo Matos, a la
sazón ministro de la Gobernación de Berenguer, el presidente del gobierno
francés, Herriot, el de España, Azaña, etc.; científicos extranjeros como Marie
Curie y Fleming; escritores como Maurois, Wells, Cocteau, etc. Y es que según
propia confesión: “Me encantaba estar al lado de la gente inteligente. Nunca me
preocupé de las ideas políticas. Fui amigo de todos los grandes pintores,
escritores y hombres de ciencia de aquella época”.
Como
consecuencia de su prestigio científico, nacional e internacional, Marañón es
un hombre influyente en la vida
española: un hombre que viaja a las Hurdes con Alfonso XIII; que con Ortega y Pérez de Ayala participa de
una forma activa en el advenimiento de la II República; que es testigo de la
famosa entrevista entre Romanones y Alcalá Zamora; un hombre al que se le
ofrece la Embajada de España en París, que rechazó; que fue encarcelado por la
Dictadura de Primo de Rivera y que fue, al terminar la Guerra Civil, destituido
de su cargo de profesor médico.
Es
interesante resaltar que en su vida aparecen detalles demasiado perennes en el
panorama cultural español: la estrechez de miras, la envidia, la
burocratización, etc. En 1931 se propone al médico como profesor de la
asignatura de Endocrinología, disciplina que iba a formar parte del currículum
del doctorado de la Facultad de Medicina. El mundo científico no tiene ninguna
duda de que la persona más adecuada es Marañón pero… algún insigne colega
(Jiménez Díaz) discrepa porque no cree en la enseñanza de una disciplina que
considera innecesaria y buena parte de la prensa nacional se opone a que a don
Gregorio se le haya dado una cátedra sin oposición. Claro es que si hubiera
tenido que opositar no lo hubiera hecho porque, en una carta que dirige al que
fuera discípulo de Ramón y Cajal, Fernando de Castro, dice: “En este informe
hago constar que mi voto al Sr. Lafora [Gonzalo Rodríguez Lafora] era anterior
a las oposiciones y hubiera sido favorable cualquiera que fuese el resultado de
los ejercicios, ya que éstos en nada podrían modificar la opinión que de él tenía
como el más capacitado de nuestros psiquiatras para dirigir el Manicomio
Provincial”
Marañón
es prologuista de estudios médicos, pero también de libros de historia, arte,
gastronomía, teatro, poesía, religión, política, música, filosofía, novela, cocina
española, viajes, memorias, diarios, biografías, etc.
Su
enorme dedicación al trabajo le permitió escribir numerosas monografías y
libros científicos y también abundantes estudios de carácter histórico en los
que expresó su faceta de neurólogo y
psiquiatra frustrado, como él mismo se consideró. Quizá por eso escribió
estudios sobre la timidez (Amiel), la
personalidad (Don Juan), el
resentimiento (Tiberio), etc.
Alcanzó
una reconocida fama internacional como médico: tuvo correspondencia científica
con Walter Cannon, el que fuera profesor de la Universidad de Harvard; también
fue Doctor honoris causa de varias
universidades extranjeras, entre las que destaca la Sorbona; llegó a ser
Comendador de la Legión de Honor; y cuando murió, mereció unas letras en el New York Times, Heral Tribune, Washington
Post, Le Monde, Le Figaro…
En fin, Gregorio Marañón era un científico que, por
serlo, fue miembro de la Real Academia de Medicina y de la Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, pero que también, por su calidad de
humanista, estuvo sentado en los sillones de la Real Academia Española, en la
de la Historia y en la de Bellas Artes.
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