Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

04 diciembre, 2013

Gregorio Marañón, un hombre sin fisuras intelectuales

Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960) fue una personalidad de gran categoría en el panorama intelectual de la España de gran parte del siglo XX. De su labor se han ocupado personas de todas las orientaciones políticas y culturales.
Es una vida completa y rebosante de cultura y ansia de saber. En toda ella se imbrican, en mayor o menor medida, los que podemos considerar tres aspectos fundamentales: su ciencia, el conocimiento de la historia y su actividad política. Pero además, estas tres facetas de la biografía de este sabio español se entrelazan con el conocimiento que tiene de las grandes personalidades de la cultura de su tiempo.

Ya desde la cuna, el médico madrileño conoce lo mejor de una época majestuosa en el mundo de los saberes: en los primeros años, en Santander, tiene contactos con Pereda, Menéndez Pelayo, Galdós…; más tarde, con los profesores responsables de su formación científica: Federico Olóriz, Santiago Ramón y Cajal, Juan Madinaveitia, Manuel Alonso Sañudo…; en los postreros años: conoce a Camilo José Cela.
En su vida siempre se entremezclaron las ciencias y las letras: en su primer año universitario lleva a Santander libros de literatura clásica y otros de medicina; siendo médico se integró en los círculos de las letras: formó parte de la tertulia que se celebraba en el jardín de la casa de Benito Pérez Galdós, en el madrileño distrito de Argüelles, con personalidades como Tomás Borrás, Pérez de Ayala y los hermanos Quintero, entre otros; pero también era un buen  amigo de Julio Antonio, Ortega, Zuloaga…; y, finalmente, en su Cigarral toledano, García Lorca leyó, en 1933, antes de su estreno, Bodas de Sangre.
En la casa de Marañón, hasta 1936, almorzaron políticos como Leopoldo Matos, a la sazón ministro de la Gobernación de Berenguer, el presidente del gobierno francés, Herriot, el de España, Azaña, etc.; científicos extranjeros como Marie Curie y Fleming; escritores como Maurois, Wells, Cocteau, etc. Y es que según propia confesión: “Me encantaba estar al lado de la gente inteligente. Nunca me preocupé de las ideas políticas. Fui amigo de todos los grandes pintores, escritores y hombres de ciencia de aquella época”.

Como consecuencia de su prestigio científico, nacional e internacional, Marañón es un hombre  influyente en la vida española: un hombre que viaja a las Hurdes con Alfonso XIII;  que con Ortega y Pérez de Ayala participa de una forma activa en el advenimiento de la II República; que es testigo de la famosa entrevista entre Romanones y Alcalá Zamora; un hombre al que se le ofrece la Embajada de España en París, que rechazó; que fue encarcelado por la Dictadura de Primo de Rivera y que fue, al terminar la Guerra Civil, destituido de su cargo de profesor médico.
Es interesante resaltar que en su vida aparecen detalles demasiado perennes en el panorama cultural español: la estrechez de miras, la envidia, la burocratización, etc. En 1931 se propone al médico como profesor de la asignatura de Endocrinología, disciplina que iba a formar parte del currículum del doctorado de la Facultad de Medicina. El mundo científico no tiene ninguna duda de que la persona más adecuada es Marañón pero… algún insigne colega (Jiménez Díaz) discrepa porque no cree en la enseñanza de una disciplina que considera innecesaria y buena parte de la prensa nacional se opone a que a don Gregorio se le haya dado una cátedra sin oposición. Claro es que si hubiera tenido que opositar no lo hubiera hecho porque, en una carta que dirige al que fuera discípulo de Ramón y Cajal, Fernando de Castro, dice: “En este informe hago constar que mi voto al Sr. Lafora [Gonzalo Rodríguez Lafora] era anterior a las oposiciones y hubiera sido favorable cualquiera que fuese el resultado de los ejercicios, ya que éstos en nada podrían modificar la opinión que de él tenía como el más capacitado de nuestros psiquiatras para dirigir el Manicomio Provincial”
Marañón es prologuista de estudios médicos, pero también de libros de historia, arte, gastronomía, teatro, poesía, religión, política, música, filosofía, novela, cocina española, viajes, memorias, diarios, biografías, etc.
Su enorme dedicación al trabajo le permitió escribir numerosas monografías y libros científicos y también abundantes estudios de carácter histórico en los que expresó su faceta de neurólogo y psiquiatra frustrado, como él mismo se consideró. Quizá por eso escribió estudios sobre la timidez (Amiel), la personalidad (Don Juan), el resentimiento (Tiberio), etc.
Alcanzó una reconocida fama internacional como médico: tuvo correspondencia científica con Walter Cannon, el que fuera profesor de la Universidad de Harvard; también fue Doctor honoris causa de varias universidades extranjeras, entre las que destaca la Sorbona; llegó a ser Comendador de la Legión de Honor; y cuando murió, mereció unas letras en el New York Times, Heral Tribune, Washington Post, Le Monde, Le Figaro
En fin, Gregorio Marañón era un científico que, por serlo, fue miembro de la Real Academia de Medicina y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, pero que también, por su calidad de humanista, estuvo sentado en los sillones de la Real Academia Española, en la de la Historia y en la de Bellas Artes.

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