Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

21 agosto, 2014

Los reyes más cultos de la historia de España (IV)

El máximo esplendor de la política científica de la España ilustrada se consigue con los descendientes de Fernando VI. En efecto, durante los reinados de Carlos III y de su sucesor en el trono se produce una gran reforma de las enseñanzas universitarias y se organizan importantísimas expediciones científicas.

Hay que mencionar, en este sentido, la expedición a Chile y Perú donde estuvieron Hipólito Ruiz (1752-1816) y José Pavón, al Reino de Nueva Granada fue José Celestino Mutis y Bosio (1732-1808) y en Nueva España anduvieron Martín de Sessé y Lacasta (1751-1808) y José Mariano Mociño (1757-1819); en esta expedición también participó Vicente Cervantes. Además, Francisco Javier Balmis Berenguer (1753-1819) fue el principal responsable de la denominada “Real Expedición Marítima de la Vacuna” organizada para difundir la vacuna antivariólica en América y Asia , Alejandro Malaspina (1754-1809) fue director de un amplio proyecto de estudio de la costa occidental del continente americano y de vastas zonas del océano Pacífico y, en fin, un gran número de hispanos era partícipe y protagonista de uno de los períodos científicos más fructíferos de la Historia de España.
Las expediciones españolas representan, quizás, el mayor exponente de la cultura científica de la España del siglo XVIII. La Corona es patrocinadora de expediciones, de igual forma que la iniciativa privada. Abundan las que tienen como finalidad la historia natural: botánica, zoología, geología, etnografía, etc.; también las hay geográficas: hidrografía, astronomía, geoestrategia, etc. y por último hay un conjunto de expediciones de asunto diverso: médico, de fomento de la agricultura, comercio, etc. 
A modo de resumen diré que hay un empeño de los gobiernos ilustrados por promover el estudio y conocimientos de las Ciencias de la Naturaleza; en este sentido, en el prólogo de los Anales de Historia Natural se decía, probablemente escrito por Antonio José de Cavanilles, que el gobierno está “ocupado siempre en contribuir a la perfección de esta inmensa obra ha enviado sujetos instruidos a registrar las dilatadas regiones de sus dominios; ha destinado a otros a viajar por la Europa y a tratar con los primeros sabios de las ciencias naturales; ha establecido depósitos y establecimientos análogos a cada una; y ha costeado la publicación de nuestros descubrimientos” .
Carlos III, restaurador del arte botánico por razones médicas, farmacológicas, industriales, agrícolas, exóticas, etc. y no sólo para “salud y recreo de los ciudadanos” (lema que figura en la puerta del Jardín Botánico de Madrid) hizo que España fuera, tal y como ha sido reconocido por autores no hispanos, un auténtico “líder en la competición botánica mundial” , y es que la “ciencia de las plantas” fue sin duda la ciencia estrella del dieciocho y en esto tuvo una gran importancia el Jardín Botánico de Madrid, que pasa de ser “una pequeña dependencia creada para el real servicio por sus médicos de Cámara a ser una gran institución encargada de mantener relaciones con los más importantes personajes científicos, e incluso políticos del momento, y centro del conocimiento y del control del inmenso imperio español de la segunda mitad del siglo XVIII” .
Las expediciones botánicas tenían un marcado carácter medicinal; se buscaban principalmente plantas febrífugas como las quinas y antivenéreas, por lo que después de unos años de trabajo de campo había que inventariar los recursos de los territorios de ultramar, completar este trabajo con la labor de gabinete, publicar los resultados... porque lo que se pretendía era “convertir a España en una gran potencia europea en materia farmacológica capaz de dominar el mercado internacional de medicamentos de origen vegetal”.
En 1811, cuando ya la actividad científica española había iniciado un importante parón, nada menos que  Alexander von Humboldt (1769-1859) publicaba el Ensayo político sobre el reino de Nueva España en el que se podía leer: 
“Ningún gobierno europeo ha invertido sumas mayores para adelantar el conocimiento de las plantas que el gobierno español. Tres expediciones botánicas, las de Perú, Nueva Granada y Nueva España, han costado al Estado unos dos millones de francos. Además se han establecido jardines botánicos en Manila y las islas Canarias. La comisión encargada del trazado del canal de Güines recibió también la misión de examinar los productos vegetales de la isla de Cuba. Toda esta investigación, realizada durante veinte años en las regiones más fértiles del nuevo continente, no sólo ha enriquecido los dominios de la ciencia con más de cuatro mil nuevas especies de plantas; ha contribuido también grandemente a la difusión del gusto por la Historia Natural entre los habitantes del país”.

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