En 1545 venía al mundo en Valladolid el
Príncipe Carlos, el primer hijo de Felipe II y Manuela de Portugal; el monarca
español tenía diez y ocho años.
Su morfología no era muy agraciada: un hombro
más alto que otro, la pierna derecha más
corta que la izquierda, pectus excavatum y joroba. Además, le costaba articular
las palabras, tartamudeaba algo, era de voz chillona y padecía de fiebres
palúdicas. Asimismo manifestó unos comportamientos anómalos, entre los que se
puede citar el que tuvo con un zapatero que le había hecho unas botas que no le
gustaban por lo que hizo que se las comiera “guisadas y picadas en pequeñas
piezas”.
El médico más importante del Príncipe,
Cristóbal de la Vega, comenta que padeció “durante treinta meses fiebres
cuartanas. En cuya atención siempre estuve presente a la vez que mis colegas,
dignísimos varones en el arte médico y dotados de gran prudencia, el doctísimo
Santacara, y el sapientísimo Santiago Olivares. Comenzó a afectar la cuartana a
su Alteza en el año 1559, el 6 de agosto: tenía 14 años y tuvo su inicio por el
humor melancólico originado por combustión, que le producía accesos
desordenados, que poco después observaron el orden de las cuartanas,
acompañándose de signos de crudeza que perseveraron durante casi toda la
enfermedad en orinas y deyecciones”.
Esto implica que con don Carlos
estuvieron, al menos tres médicos. Veamos.
Cristóbal de la Vega (1510-1573), había nacido
en Alcalá, en cuya Universidad se licenció y doctoró en Medicina, era desde 1545
y hasta su nombramiento como médico de cámara, catedrático de Prima en la
Facultad de Medicina. Fue traductor de Hipócrates y una de las máximas figuras,
en España y el resto de Europa del galenismo humanista. Martín de Santacara
Noval, fue protomédico del Reino de Navarra e hijo del médico de Juana la Loca;
fue médico de cámara desde 1560. Finalmente, Santiago Diego de Olivares, había
sido médico de la reina de Bohemia antes de 1543, fecha en la que pasó a ser
médico de don Carlos.
El estado de salud del Príncipe se
agrava hacia 1561 y así, el embajador de Carlos IX de Francia en España comenta
ese mismo año: “El pobre príncipe está tan afectado y extenuado que si no se
cura de este mal, la más sana y común opinión de los médicos es que se volverá
caquéctico y sin gran esperanza para el futuro”.
Su delicado estado de salud llevó a los
médicos a recomendar el cambio de su lugar de residencia y marchó, en octubre
de 1561, a la población de Alcalá. A pesar de sus males, en la ciudad tenía una
vida nocturna no demasiado aconsejable: “Salía el Príncipe de noche por la Corte
con indecencia y facilidad”.
Alonso Sánchez Coello. Museo del Prado http://www.artehistoria.com/ |
El 19 de abril de 1562, bajando una
escalera, trompicó “y cayó y dio con la cabeza un gran golpe en una puerta
cerrada: quedó boca abajo y los pies arriba: descalabrose en la parte postrera
de la cabeza a la parte izquierda, junto a la comisura que se llama landoydes”.
El caso es que “quedó mortalmente
herido”, tanto que Felipe II recurrió a la momia de fray Diego de Alcalá, al que se
tenía por santo, y se la pusieron “sobre el Príncipe casi difunto”. Cuando el
proceso finalizó, un pormenorizado relato del mismo fue escrito y publicado por
Dionisio Daza Chacón, por entonces
cirujano de cámara del príncipe; se
trata de la Relación verdadera de la
herida de la cabeza del Serenísimo Príncipe D. Carlos, nuestro Señor, la cual
se acabó en fin de julio de 1562.
Dionisio
Daza Chacón (1510-1596) fue cirujano fue del Hospital Real de Valladolid, de la
Casa Real, cirujano de cámara de don Juan de Austria y después de don Carlos. Escribió una importante obra titulada Practica y Theorica de Cirugia en Romance y
Latin, en dos volúmenes (1582,1595)
Daza informa de los médicos que atendieron
a don Carlos: “desde el principio hasta el fin, el doctor Vega, el doctor Olivares,
el licenciado Dionisio Daza: desde el segundo día, con los dichos, el doctor Juan
Gutiérrez de Santander, médico de cámara de S. M., y su proto-médico general, el
doctor Portugués y el doctor Pedro Torres, cirujanos de S. M.; después del
descubrimiento del casco, el doctor Mena, médico de cámara de S. M., y el
doctor Vesalio, insigne y raro varón; desde el 6 de mayo el bachiller Torres,
cirujano de Valladolid”.
Vesalio determinó que “el daño era
interior y que no tenía otro remedio sino pasar el casco hasta las telas”, esto
es, había que trepanar. Daza era de la misma opinión, pero el resto de los
médicos no creía en ello: “había que legrar, no trepanar” y el legrado se realizó
el 9 de mayo y “fue de muy gran fruto esta obra porque se salió de la duda que
se tenía, y así todos, excepto Vesalio, el cual nunca mudó parecer, entendieron
que el daño era comunicado y accidental de la fiebre y erisipela”.
Juan Gutiérrez de Santander, era médico
de cámara desde 1556, el doctor Portugués era Fernando López, patria portuguesa
y médico licenciado y doctorado en la Universidad de Alcalá, Pedro de Torres
fue cirujano de la Cámara del Rey desde 1562 hasta 1593. Fernando
Mena (1520-1585), se licenció y doctoró en Medicina en la Universidad de Alcalá
y era catedrático de Vísperas desde 1546 y de Prima en 1553; fue médico de
cámara desde 1560 hasta su fallecimiento. Andrés Vesalio ((1514-1564) fue médico
de Carlos V y de Felipe II y el autor de uno de los libros más influyentes
sobre anatomía humana, De humani corporis
fabrica.
En 1564 envían a don Carlos a Madrid
para comenzar a formarse políticamente. Felipe II le promete el gobierno de
Flandes pero finalmente prefiere la valía del duque de Alba y, al enterarse del
nombramiento, Carlos intenta agredir al duque con un puñal, pero es
tranquilizado. Su continuo comportamiento intrigante acaba con él, desde enero
de 1568, en un torreón del Alcázar madrileño, con la “puerta abierta” y siempre
vigilado porque, a fin de cuentas, el prior del monasterio de Nuestra Señora de
Atocha había comunicado a Felipe II la intención que tenía su hijo de matarle.
Con el fin de mejorar se actitud le daban libros “solamente de buena doctrina y devoción”.
En prisión “estuvo tres días sin comer con
profunda melancolía”, después “enfermó gravemente de tercianas dobles malignas,
vómitos y disentería”, “bebía con exceso agua de una gran fuente de nieve, y
con ella hacía enfriar la cama, donde pasaba lo mas del tiempo para
refrescarse”.
Falleció el 24 de julio de 1568, y según dijeron los
enemigos, envenenado por orden del rey y por uno de los médicos: Santiago de
Olivares.
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