Empiezo con este artículo el primero de
una serie que en el año del Cervantes quiero dedicar a algunos de los aspectos
científicos que figuran en la espléndida obra del complutense.
Empezaremos con una referencia que se
puede leer en El Quijote. Se trata
del Capítulo XLVI. “Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió don Quijote
en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora”.
Y en efecto, el espanto fue de tal manera
que el bueno del caballero “…volviéndose a los gatos que andaban por el
aposento, les tiró muchas cuchilladas; ellos acudieron a la reja, y por allí se
salieron, aunque uno, viéndose tan acosado de las cuchilladas de don Quijote,
le saltó al rostro y le asió de las narices con las uñas y los dientes, por
cuyo dolor don Quijote comenzó a dar los mayores gritos que pudo”. Es entonces
que para curar las heridas “Hicieron traer aceite de Aparicio, y la misma
Altisidora, con sus blanquísimas manos, le puso unas vendas por todo lo herido”.
Y sobre él había un proverbio que decía: “Es caro como el Aceite de Aparicio”.
Quizá por eso el medicamento en cuestión no lo tiene Sancho, sino que se encuentra
en el palacio de los Duques, donde sucede el episodio indicado antes. El aceite
de Aparicio también se denominaba Oleum
Magistrale.
En
la obra del médico segoviano Andrés Laguna (también citado en la inmortal obra
cervantina), Pedacio Dioscorides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal,
y de los venenos mortíferos (1555),
se puede leer que es “admirable para soldar las heridas frescas y
rectificar aquellas de la cabeza y guardarlas de corrupción. Demás desto tiene
gran facultad de confortar los nervios debilitados”.
Entre los ingredientes de este preparado
está el hipérico, “corazoncillo” o hierba de San Juan (Hypericum perforatum) que tiene propiedades cicatrizantes y, por
eso, a esta planta se la conocía como “hierba militar”.
El aceite de Aparicio debe su nombre a
un morisco: Aparicio de Zubía. Había nacido en Lequeitio y era una especie de
curandero, un empírico. Sabemos que durante un tiempo tuvo su residencia en
Granada y en el Hospital de San Juan de Dios de esta ciudad realizó una cura a
un hombre que había sido herido con arma blanca y al que los galenos no
conseguían sanar: “Y es así que-refiere su mujer Isabel de Peramato-en el año
de 1551 el dicho su marido en la dicha ciudad –Granada en el hospital de Juan
de Dios curó a un herido que tenía una gran cuchillada de la cual no le podían
restañar el gran flujo de la sangre que tenía, cuantos médicos y cirujanos
principales que había en aquella ciudad y como él –Aparicio de Zubía vio que le
desahuciaron todos ellos le puso la dicha medicina y no solamente le restañó la
sangre, más aún con el favor de Dios le sanó en obra de cuatro días”.
La eficacia de su utilización dio lugar
al siguiente proverbio: “El aceite de Aparicio no es Santo pero hace milagros”.
Carlos I emitió un decreto en 1552 por
el cual al vasco “le estaba permitido curar con dicho aceite a todas las
personas que desearan curar con él cualquier lesión o enfermedad”.
En 1559 Felipe II confirmó la resolución
de su padre y el Aparicio marchó a Toledo para demostrar los beneficios de su
aceite. Deseando obtener una “pensión de vida”, fue a la ciudad del Tajo para
mostrar que su medicina era muy beneficiosa para la humanidad y que, por ello,
este beneficio merecía una buena compensación. Lo utilizó en el Real Hospital
de Toledo y en Madrid, y en ese año trató a ciento siete pacientes y ahorró a
estas instituciones muchos ducados porque su aceite era barato, lo que
contrastaba con el aserto a su precio que he citado antes. Se acordó entonces concederle
una renta de treinta mil maravedíes al año a cambio de la fórmula, pero Aparicio
no lo aceptó “porque no podía mantener la producción de dicha medicina con tan
pequeño beneficio”.
Su
esposa, Isabel Pérez de Peramato, pidió después que la pensión fuese aumentada
a cambio del secreto de la “medicina universal de esos Reinos”. Se le dieron
entonces sesenta ducados al año mientras viviera, siempre y cuando notificara
la fórmula y preparación. Además se imprimirían
dos mil ejemplares para su difusión.
Y
así fue: “Acordose -por las Cortes- que dé la orden de hacer el dicho aceite
medicinal y de cómo se ha de usar del, se impriman dos mil tratados dello para
que los procuradores de Cortes los lleven a sus provincias y los repartan; lo cual
se cometió al licenciado San Pedro que lo haga hacer imprimir, juntamente con
Baltasar de Hinestrosa”.
El original castellano se ha perdido
pero este Memorial de Aparicio de
Zubía se tradujo al francés, y de éste al inglés.
El cirujano inglés George Baker, divulgó
el Memorial con el título The Composition or making the most excellent
and pretious oil called Aleum magistrale. First published by the commandament
of the King of Spain with the maner how to aply it particulary. Como muy
bien afirma el catedrático de Historia de la Medicina Juan Riera Palmero: “Aparicio
de Zubía debería figurar entre los más tempranos críticos con la terapéutica
galénico-tradicional de las heridas según el modelo galénico”.
¿Cuál era la composición tan secreta?
Aceite, tres libras (1.125g); Trementina
de abeto, dos libras (750 g); Vino blanco: medio azumbre (alrededor de 1 litro);
Polvo de incienso media libra (187,5 g); Trigo limpio: dos puñados (de 4 a 6
onzas) (125-187,5 g); Harina de hipérico, media libra (187,5 g); Valeriana: dos
onzas (62,5 g); Cardo bendito, dos onzas (62,5 g).
Y se preparaba de la siguiente manera: las
hierbas se maceraban en vino; se añadían el trigo y el aceite y se cocía. Después
de enfriar, se colaba y se cocía de
nuevo. Se añadía el incienso y, después de hervir otra vez, se dejaba enfriar.
El aceite de Aparicio siguió utilizándose
durante todo el siglo XVII, como se prueba con la referencia de Cervantes y las
alusiones al mismo en las obras de diferentes médicos. Con el paso del tiempo la
fórmula se fue modificando y en la receta propuesta por el farmacéutico Félix
Palacios y Bayá (1677-1737), en su obra Palestra
Pharmaceutica Chimico-Galenica (1706) aumentan los componentes y entre
ellos aparecen las lombrices y el Bolo
Arménico:
Sus articulos relacionados a tecnologia me van excelente. He utilizado muchas cosas en impresiones 3D adaptadas a diversas ciencias, sobre todo arquitectura y electronica
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