Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

08 junio, 2016

Protección de la Naturaleza: entre la aristocracia y la ciencia

Probablemente el año 1872 se puede considerar el del inicio de la política proteccionista del mundo natural en la historia moderna. Ese año, los EEUU comenzaron su actividad conservacionista con la declaración de Parque Nacional; fue el Yellowstone. En 1909 Suecia fue el primer país de Europa en crear parques nacionales y muy pronto, en 1918, se instituyeron en España los de la Montaña de Covadonga (hoy denominado Parque Nacional Picos de Europa) y el del Valle de Ordesa (en la actualidad es conocido como Parque Nacional Ordesa y Monte Perdido), en Asturias y Aragón respectivamente. Dos años antes, en 1916, en nuestro país se había promulgado una Ley de Parques Nacionales que fue una de las primeras del mundo dedicada específicamente a esta figura conservacionista. 

Este impulso conservacionista  fue promovido principalmente por el marqués de Villaviciosa y por el naturalista Eduardo Hernández Pacheco y Estevan.
El que fuera Marqués de Villaviciosa, Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós (1869-1941), senador y miembro de una estirpe política muy significada, impulsó con otros personajes de la aristocracia y con el apoyo del rey Alfonso XIII, la creación en 1905 de reservas o Cotos Reales con el fin de proteger los rebecos de los Picos de Europa y las cabras montesas de Gredos. Y es que este aristócrata era un alpinista importante que, por ejemplo, en 1904 había participado en la primera ascensión al Naranjo de Bulnes. Después, en 1916, Pidal promulgó la Ley de Parques Nacionales por la que el Estado español deseaba proteger determinadas zonas de su territorio, esto es, se obligaba a “respetar y hacer que se respete la belleza natural de sus paisajes, la riqueza de su flora y de su fauna y las particularidades geológicas e hidrológicas que encierren”. Era una ley por la que los nuevos parques debían almacenar “los esplendores de la Naturaleza”, porque ellos eran un “aliento de vida, de potencialidad, de exuberancia, de energías”.
En poco tiempo, el conservacionismo de este nivel se vio modificado y ampliado con otras formas de protección de la naturaleza, tal y como se empezaba a realizar en otros países europeos.
En este sentido, la figura del geólogo español Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), colaborador con Pidal en la Junta de Parques Nacionales, fue fundamental. Fue el principal responsable de las nuevas figuras de conservación y así, en 1927 creó el Sitio Natural de Interés Nacional, categoría a la que adscribieron el Torcal de Antequera, las lagunas de Ruidera y la Pedriza del Manzanares, entre otros. En la actualidad el Torcal es un Paraje Natural y las lagunas y la Pedriza son Parques Naturales. De manera similar creó la figura de Monumento Natural de Interés Nacional que se aplicó, solamente en 1930, a la Peña del Arcipreste de Hita, en la sierra de Guadarrama. Esta figura conservacionista fue transformada después en la de Monumento Natural



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