Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

29 mayo, 2017

Piedad de la Cierva, una oposición y ciertos personajes

En 1913 nacía en Murcia Piedad de la Cierva Viudes. Cursó la carrera de Químicas primero en Murcia y después en Valencia, donde se licenció con Premio Extraordinario en 1932.

Su profesor de Química General, Antonio Ipiens (1890-1972), le dio una carta de recomendación dirigida a Julio Palacios Martínez (1891-1970) para realizar el doctorado. Palacios era entonces uno de los científicos más eminentes de nuestro país y uno de los pioneros en los estudios de cristalografía en España. Así que de la Cierva empieza a investigar en un centro importante de la ciencia española: El Instituto Rockefeller, esto es, el Instituto Nacional de Física y Química, en la Sección de Rayos X, donde fue la única mujer durante un tiempo, además de la persona más joven. 
En 1935 defendió su tesis doctoral, con la que obtuvo la calificación de sobresaliente y el Premio Extraordinario; versaba sobre “Los factores atómicos del azufre y del plomo”. Además, hasta 1936 publicó trabajos sobre diversos estudios con rayos X. También obtuvo una beca una beca de la Academia de las Ciencias para investigar en temas de radioactividad en el Instituto que había creado Niels Böehr, el de Física teórica de Copenhague, donde trabajaban científicos de la talla de George von Hevesy (1885-1966) —que en 1943 recibiría el Premio Nobel de Química “por su trabajo en el uso de isótopos como trazadores en el estudio de los procesos químicos”—, y con el que trabajó la murciana. Las investigaciones que realizó en Copenhague versaron sobre la “Bifurcación en la transmutación del aluminio por la acción de los neutrones rápidos” y fueron publicadas en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química.
De su vida quiero destacar un bochornoso episodio en el que estuvieron implicados varios profesores universitarios a los que nadie puso en sitio, que no era otro que en la calle. Y es que Pilar se presentó en 1941 a las oposiciones a la cátedra de Físico-Química de las universidades de Sevilla, Valencia y Murcia. También lo hizo otra mujer, María Teresa Salazar Bermúdez, y Octavio Rafael Foz Gazulla, Julián Rodríguez Velasco y José María González Barredo. Y Pilar se presentó a pesar de que Ibáñez Martín, a la sazón ministro de Educación, ¡le aconsejó que no lo hiciera!
Formaban parte del tribunal José Casares Gil (1866-1961), presidente del tribunal, que desde 1888 era catedrático de Técnica Física y Análisis Químico en la Facultad de Farmacia de Barcelona primero y de Madrid después y ¡que se había jubilado en 1936! a la edad reglamentaria; Antonio Rius Miró (1890-1973), catedrático de Química Técnica de la Universidad de Madrid desde el año 1940; Ángel Santos Ruiz (1912-2005) también catedrático desde 1940 de Química Biológica (hoy sería Bioquímica) en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Madrid; asimismo, formaba parte del tribunal el que fuera su profesor, ya citado, Antonio Ipiens, catedrático de Química General en Valencia desde 1924.
Este tribunal, con personas que, al menos en los casos de Santos y Casares, no eran idóneas para juzgar sobre Físico-Química, menospreciaron los trabajos de la murciana porque se habían realizado en colaboración con otros... que eran ni más ni menos que los ya nombrados Julio Palacios y George von Hevesy. De acuerdo con este criterio, la mayor parte de los trabajos científicos no tienen valor. Sólo Antonio Ipiens había asimilado lo que significaban las publicaciones de la opositora: “la autoridad del profesor Palacios es garantía del valor de las citadas publicaciones, en las que la Srta. de la Cierva revela una enorme aptitud para las investigaciones físico-químicas. Sus restantes trabajos sobre radioactividad artificial, algunos bajo la dirección del profesor Hevesy constituyen una iniciación en las delicadas técnicas de la desintegración artificial de los átomos”. Acaso algún miembro del tribunal no fue capaz de entender los trabajos que había realizado la investigadora murciana.
El resultado fue que las plazas de Sevilla y Valencia las obtuvieron dos varones y la de Murcia... quedó desierta. De la Cierva no volvió a presentarse a unas oposiciones a la Universidad porque se quejaba, y con razón, de que había sufrido un trato discriminatorio.
Lo primero que uno puede sacar como conclusión es que la murciana fue rechazada por sus ideas políticas pero... nada más lejos de la realidad. Tanto su familia paterna como materna estuvieron relacionadas con partidos de derechas durante la Segunda República, eran afectos al régimen franquista y, además, ella fue Secretaria local de la Sección Femenina en la localidad sevillana de Osuna. ¡Qué más se podía pedir en 1941! 
Se ha dicho también que no se le dio la cátedra por ser mujer y aunque esto comprenda parte de la verdad, no debe ser todo lo cierto. En efecto, después de la Guerra Civil trabajó en el Instituto de Óptica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y desde 1945 en el Laboratorio y Taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada (LTIEMA), esto es, en espacios científicos que, al menos entonces, eran muy masculinos.
Creo que la razón de la no obtención de la cátedra podría explicarse porque el mundo en 1941 estaba completamente loco y no iban a ser los miembros del tribunal los únicos cuerdos que hubiera o, simplemente, estos últimos tenían algún complejo de inferioridad o, acaso, eran sencillamente tontos y no vieron que con su determinación privaron a la Universidad española de una gran científica.
 Pilar de la Cierva falleció el último día del año 2006.

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