Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

28 diciembre, 2021

Nacionalismo catalán y ciencia

 
En el siglo XIX aparece en Cataluña un movimiento intelectual que buscaba en su pasado un renacimiento cultural, lo que se llamó Renaixença. Se quería utilizar el catalán en la literatura, y como la lengua es un distintivo nacional empezó a decirse que Cataluña es una nación. También se promocionó lo propio a través de juegos florales, centros musicales, asociaciones  excursionistas, locales y comarcales, que a partir de 1880 difundieron la idea de una comunidad nacional al margen del sistema político de la Restauración. En las últimas décadas del siglo XIX, lo que había sido el nacionalismo federalista de Pi y Margall y el romanticismo cultural de Verdaguer y otros, desembocaron en el nacionalismo catalán. Sin embargo, una gran mayoría de intelectuales no pensaba en la separación del resto de España.
Hubo hombres que dejaron constancia de su racismo ideológico y supuestamente irrefutable. De entre los que tenían una formación científica hay que destacar al veterinario Pere Màrtir Rosell i Vilar (1882-1933). Era, independentista y seguidor del mediocre  Miquel Badia i Capell (1906-1936) — que en 1925 intervino en el atentado frustrado contra Alfonso XIII—, y del insulso Josep Dencàs i Puigdollers (1900-1966) —militante de Esquerra Republicana de Catalunya que participó en el golpe de estado de 1934 y que se definía como “nacional socialista”.​ Màrtir Rosell escribió Diferències entre catalans i castellans. Les mentalitats específiques (1917) y más tarde, de La Raça (1930), en la que defiende un determinismo muy marcado por el cual la raza condiciona la estructura cerebral, de la que depende la mentalidad de la que surge la cultura.
Y esto no era diferente de los argumentos fundamentales del movimiento separatista vasco, encabezado por el muy paleto e inculto Sabino Arana Goiri (1865-1903).  Arana, sumo sacerdote de una maketofobia racista, señala al capitalismo como responsable de la españolización y, por tanto, como traidor a lo vasco y escribe panfletos como Orígenes de la raza Vasca y Bizcaya por su independencia (1892).
Parece sorprendente, a priori, que hombres del mundo de la ciencia incrustaran en  el nacionalismo afirmaciones extravagantes con el fin de ajustar su pensamiento científico a sus emociones localistas. Y así, no deja de llamarnos la atención que expresiones propias de un niño emocionado con su juguete, formen parte de la literatura de hombres que tuvieron un papel destacado en la ciencia o en la técnica españolas.
Y del ambiente nacionalista participaron personas de muy diversa condición. Por ejemplo, hacia el final de siglo aparece en Cataluña un buen número de sacerdotes que, externamente al menos, parecían más interesados por las disciplinas científicas, biológicas y geológicas principalmente, que por las teológicas. Algunos de ellos contribuyeron a impulsar el nacionalismo catalán. Veamos un caso más que significativo de un hombre de la España, o si se prefiere, de la Cataluña de entre siglos: Almera.
Jaume Almera Comas (1845-1919), nacido en la población barcelonesa de Villasar de mar, fue, sin duda, una personalidad sobresaliente de la paleontología catalana de la época. La efervescencia nacionalista de su región le llevó, probablemente a escribir: “De Montjuich al Papiol a través de las épocas geológicas”, que fue su discurso de ingreso, en 1880, en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. En él hizo intervenir a Dios por el bien de los habitantes de Barcelona y su comarca y así, refiriéndose al valle del Llobregat dijo: “Tales hechos los tenía Dios decretados ab æterno para bien y regalo del hombre, y especialmente del hombre ciudadano y morador de Barcelona y sus entornos”.
Uno de los discípulos de Almera fue el también sacerdote barcelonés Norbert Font i Sagué (1874-1910), autor de un gran número de trabajos, en su mayor parte escritos en catalán, entre los que se puede destacar el titulado Curs de geologia dinàmica i estratigràfica aplicada a Catalunya, que apareció en 1905 y que es el primer libro geológico publicado en esta lengua. En otra obra suya, El excursionisme científic, decía cosas tan “graciosas” como que a Cataluña se la podía encontrar ¡gracias al excursionismo!, porque esta actividad era “el descubrimiento científico, artístico y literario y, en consecuencia, político, de la Nacionalidad Catalana”.
Otro ejemplo de “pensamiento” excluyente es el de un arquitecto excelente: Josep Puig i Cadafalch (1867-1957). Nacido en la población barcelonesa de Mataró, fue un importante urbanista, arqueólogo e historiador del arte y uno de los máximos exponentes del modernismo arquitectónico catalán.
Tenía una excelente formación científica y técnica: había cursado la carrera de Ciencias Físico-Matemáticas en la Universidad de Barcelona y después, en Madrid,  obtuvo el doctorado. También estudió arquitectura en las escuelas de Barcelona y Madrid, terminando los estudios en 1891. Ejerció como docente de las cátedras de Hidráulica y de Resistencia de materiales de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona.
Son obras muy significativas de su labor artística la Casa Amatller, en el Paseo de Gracia barcelonés, la Casa Terrades o Casa de Les Punxes, etc.
De entre sus más de 150 obras escritas destacan los tres volúmenes de  L’arquitectura romanica a Catalunya, publicados entre 1909 y 1918 y en la que también participaron los arquitectos A. de Falguera y J. Goday.
Su trayectoria intelectual le fue reconocida internacionalmente con numerosas distinciones y doctorados honoris causa concedidos por universidades europeas y de allende el Atlántico: Turín, Harvard, Barcelona, Friburgo, París y Toulouse.
Con este breve apunte biográfico uno se pregunta cómo es posible que este hombre sabio y culto fuera capaz de decir que el castellano es un “intermediario inútil entre el catalán y el francés”. Y sólo encuentra una posible respuesta, al menos parcialmente, en su adscripción catalanista y nacionalista excluyente.
En este ambiente de exclusiva exaltación de lo catalán hubo una figura, y no menor, de la ciencia y política catalanas, el doctor Robert, un personaje muy peculiar, nacido en territorio mejicano, de padre de la misma nacionalidad y madre de Pasajes pero él era... muy catalanista. Aunque hizo interesantes aportaciones a la ciencia, desbarró al querer ser un nacionalista sobrevenido en un ambiente muy propicio para escuchar tonterías. Como fue compañero de Ramón y Cajal en la Universidad de Barcelona, el sabio de Petilla le recuerda en su autobiografía con estas palabras:
“...Robert, clínico eminente, luchador de palabra precisa e intencionada, que andando el tiempo, debía sorprendernos a todos dirigiendo el nacionalismo catalán y proclamando urbi et orbi, un poco a la ligera (no era antropólogo ni había leído a Olóriz y Aranzadi), la tesis de la superioridad del cráneo catalán sobre el castellano; opinión desinteresada, pues además de gozar de un cráneo exiguo, aunque bien amueblado, había nacido en Méjico y ostentaba un apellido francés”.
Bartolomé Robert Yarzábal (1842-1902) nació en Tampico (México), de padre mexicano, Francisco Robert, que también había nacido al otro lado del Atlántico, en Campeche. Su madre era vasca, de Pasajes. Su padre ejercía de médico en esa localidad mejicana y su abuelo, Bartolomé Robert y Girona, era originario de Sitges y también era galeno.
Estudió Medicina en la Universidad de Barcelona, fue un buen clínico que tuvo una gran popularidad en la Barcelona de fin de siglo, gracias a la cual ocupó numerosos cargos entre los cuales está la alcaldía de Barcelona (1899). Murió repentinamente durante una cena de homenaje que le dedicaron los médicos municipales de Barcelona.
Pero el doctor Robert se acercó a la política y se hizo un nacionalista... que no utilizaba el catalán en la mayor parte de sus obras ni en los discursos. Y llegó a pronunciar uno, el 14 de marzo de1899, en el Ateneo de Barcelona, sobre “La raza catalana”, y aunque es verdad que el concepto de raza no tenía entonces la valoración científica que tiene en la actualidad, explicaba (es un decir) algunas teorías sobre la capacidad craneal y el índice cefálico de los catalanes.
 ¡Cuánta incultura!  ¡Cuánta bobada!

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