Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

08 enero, 2022

Ciencia, profesores y oposiciones

Poco se habla de la importancia  del profesor en la formación científica de una persona. Se valora mucho a un buen profesional y no se recuerda a los seres humanos que intelectualmente tuvieron mucho que ver en su formación. Desde todos los puntos de vista tiene que haber una humilde  relación entre maestro y discípulo para que éste se vaya acercando a los saberes de aquél, de manera que esta aproximación sea el punto de partida de la nueva investigación y así, el alumno no perderá su tiempo en espacios intelectuales conocidos, de investigación innecesaria por tanto, para al final conseguir, o no, superar a su garante intelectual.
Los hombres de ciencia españoles han trabajado, en su mayor parte, en centros públicos o privados de investigación y en universidades. Sin embargo, algunos, por las características de sus tareas y la época que les tocó vivir, investigaron por su cuenta, consultando una bibliografía que se costeaban ellos, realizando viajes a cuenta de su peculio, etc.
Para entrar en los centros estatales españoles hay que realizar una oposición que supone, siempre, distraer un precioso tiempo, en una época de la vida que se manifiesta intelectualmente potente, para preparar unos temas y ejercicios que, casi nunca demuestran nada.
Quizá todo esto viene de lejos y ya en el siglo XVIII Diego de Torres y Villarroel (1694-1770) opositó a la cátedra de Matemáticas de la Universidad  de Salamanca, aun reconociendo que sus conocimientos sobre esta disciplina eran muy escasos. Sin embargo, la obtuvo.
Es muy difícil de medir, pero creo que cuando se leen las biografías de científicos españoles se puede llegar a la conclusión, yo al menos así lo he hecho, de que el sistema de oposiciones ha sido, y sigue siendo, una lacra a la hora de valorar las posibilidades investigadoras y científicas de una persona. Grandes hombres de la cultura han pasado por el sistema de oposiciones, es cierto, pero por eso no han sido mejores. También conocemos otros intelectuales que no se sometieron al calvario de esas selecciones y han sido grandes de la ciencia, de la historia o de las artes que ha perdido la Universidad.
Un intelectual enorme, del mundo de las letras, como Miguel de Unamuno,  fue catedrático de Lengua y Literatura Griegas en la Universidad de Salamanca... porque, entre otras, no superó las oposiciones a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética de Instituto.
En el periódico madrileño Los Lunes de "El Imparcial", el día 10 de enero de1919, escribía sobre este sistema de acceso:
“Mas he aquí que me entero de que los más de estos jóvenes estudiosos, tan aplicados y diligentes, no son sino opositores a distintas plazas y vienen acá a preparar sus cuestionarios. Y eso es formarse: preparar las contestaciones a un cuestionario, de ordinario absurdo, para llegar al destino y poder dejar de estudiar." 
En las oposiciones a la cátedra universitaria hubo durante mucho tiempo una modalidad que se llamaba “trinca”. Los opositores tenían que usar sus cualidades dialécticas para refutar a sus contrincantes, algo que no se limitaba a una refutación científica sino que desembocaba, numerosas veces, en agravios personales que creaban resentimientos personales y, lo que es peor, servían para demostrar la bajeza moral o científica de los opositores.
El caso del mejor de nuestros científicos en relación con las oposiciones es paradigmático de la sinrazón del proceso de selección de “los mejores”. Santiago Ramón y Cajal, un verdadero sabio,  se enfrenta a las oposiciones por primera vez en 1878. Quiere ser catedrático de Anatomía General y Descriptiva de la Universidad de Zaragoza. Don Santiago no consigue la plaza y, además, se enemista permanentemente con el candidato que ha obtenido la cátedra.
Esteban Terradas Illa (1883-1950) fue una personalidad culturalmente extraordinaria de la España de la primera mitad del siglo XX. Un hombre que era desde 1905 doctor en Físicas y en Ciencias Exactas (doctorados que defendió el mismo día). Además, desde 1906 era catedrático de Mecánica Racional en la Universidad de Zaragoza y el año siguiente de la de Acústica y Óptica en la Universidad de Barcelona. También era ingeniero industrial (1909) y sabía alemán, inglés, francés, italiano y tenía conocimientos de ruso. 
Desde 1917 era director del Instituto de Electricidad y Mecánica Aplicada, fundado y dirigido por él hasta 1924, puso en funcionamiento la Red de Ferrocarriles Secundarios de Cataluña (1918-1924), fue director de la Compañía Telefónica Nacional de España (1929-1930), etc. Así las cosas, f
ue nombrado por el gobierno primoriverista catedrático de Ecuaciones Diferenciales de la Universidad Central, algo que no gustó  a la cultura de la recién llegada Segunda República y en 1931 fue destituido de la cátedra porque tuvieron por irregular ese nombramiento. A pesar de eso, se presentó a unas oposiciones a esa plaza y... ¡suspendió! No debía tener nivel ni méritos suficientes para explicar esa materia.
En una oposición celebrada en 1946 a la cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Madrid, uno de los opositores, Román Alberca Lorente (1903-1966), se retiró porque otro, Antonio Vallejo Nágera (1889-1960), en su turno de trinca, le "recuerda" su orientación socialista. Así se las gastaban los opositores con este “modélico” procedimiento. Alberca después fue catedrático de esa especialidad en la Universidad de Salamanca.
Un intelectual como José Luis López-Aranguren Jiménez (1909-1996), catedrático de Ética y Sociología de la Universidad de Madrid (1955) escribía en 1969: “En España, mientras los hombres no cambien radicalmente, con régimen de oposiciones, de concurso, de libre contratación o cualquier otro que se invente, salvo excepciones, y especialmente en períodos muy politizados, sólo quien posea el apoyo de un grupo puede llegar a una cátedra realmente importante”.
El 8 de diciembre de 1987, hubo una carta que fue publicada en el diario El País y firmada por  profesores de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad española (entre los que se encontraban Fernando Savater, José Luis López Aranguren, Agapito Maestre y otros), que expresaban  un 
“dolorido bochorno profesional y humano por el resultado del concurso para la provisión de la cátedra de Filosofía Moderna y Contemporánea de la universidad Complutense, que provocó incluso la omisión de voto final de un miembro de la comisión y la retirada de otro. En dicho concurso, una persona de la reconocida valía de don Emilio Lledó ha sido postergada a un candidato irrelevante”.

El Consejo de Universidades informó en 1992, que los meses que van desde junio de 1991 hasta enero del año siguiente, el 91% de las plazas adjudicadas a los cuerpos de funcionarios docentes universitarios españoles formaban parte de la Universidad que realizaba la convocatoria.
¡Y todavía había y hay rectores de estas instituciones que niegan la endogamia universitaria o le quitan importancia! Porque basta darse una vuelta por los Departamentos de los diferentes centros universitarios para comprobar que el amor, sea filial o conyugal existe. 


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