Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

13 diciembre, 2022

Unos relatos geográficos del padre Cobo

 

Nació Bernabé Cobo en Lobera (Jaén) en 1580, y marchó a las Indias a los dieciséis años. En 1599 se matriculó en el Colegio de San Martín en Lima, ingresando dos años después como novicio en la Compañía de Jesús, que regentaba el Colegio. No hizo sus votos hasta el año 1622.

Realizó numerosos viajes: Antillas, Virreinato del Perú, Nueva España y Centroamérica, y en 1653 completó su monumental Historia del Nuevo Mundo, fruto de una constante y minuciosa labor de ocho lustros. Sin embargo, esta descomunal obra quedó inédita y en gran parte se perdió; por fortuna para la historiografía científica se conservó la primera parte: 14 libros sobre la historia natural de aquellos territorios.


El prólogo de su obra lo firma en julio de 1653 y quizá su muerte, en Lima en el año 1657, impidió la publicación de la misma. Queremos hacer notar que de los 77 años de vida, sesenta y uno los vivió en América.


A pesar de no conocer más que la primera de las tres partes en las que el jesuita dividió su estudio sobre el Nuevo Mundo, sabemos que cada una de ellas versaba sobre los siguientes temas: el estudio de América antes del descubrimiento o lo que es igual, el conocimiento de las culturas y naturaleza americanas anteriores a la llegada de los españoles; la historia de la conquista y colonización del Perú y de las latitudes americanas  más meridionales; por último, en la tercera parte, trató de la conquista y colonización de otras zonas del Nuevo Mundo, Molucas, Filipinas, etc.


De este texto tan grande y valioso, comentaré algunos conceptos geográficos manifestados por el jesuita. En el Libro I, cap. XIV, que trata “De la división de la Tierra” nos dice lo siguiente:

“como las navegaciones modernas se hayan ido alargando más cada día, han venido a hallar en este Hemisferio antártico otra gran parte de tierra separada de la América y mucho más de las otras tres partes antiguas; la cual, con justo título, se puede reputar por quinta parte del mundo, y por tal siento que se debe poner con nombre de tierra Austral, a causa de comprehenderse toda ella y sus islas adyacentes, que son muchas, dentro de este hemisferio meridional. La primera parte por donde se descubrió esta tierra es la Nueva Guinea, que cae al poniente de la América; la cual halló el capitán Álvaro de Saavedra Cerón volviendo a la Nueva España del viaje que hizo a las islas del Maluco el año de 1527 por orden marqués del Valle don Hernando Cortés. Diéronle nombre de Nueva Guinea, porque se asemeja en su disposición y calidades, y aun en el color de sus habitadores, a las costas de Guinea.”


En efecto, era ya conocida desde tiempo atrás, por los navegantes españoles, la costa oeste del Pacífico; y desde Lima y el Callao partieron los exploradores de estas tierras, lo que implica que el P. Cobo poseía una buena información. No sólo nos habla de una “quinta parte del mundo” sino que adelanta que está formada por una gran “tierra Austral” y “sus islas adyacentes, que son muchas”; esto es, Australia y Oceanía. Hay que resaltar que utiliza el término “América”, algo infrecuente en lengua española.


Y añade que:

 “Demás desto, en la navegación que hacen los portugueses a la India Oriental por su derrota y demarcación del oriente, desviándose a veces mucho del cabo de Buena Esperanza, descubren hacia el polo antártico una costa de tierra no conocida, que se presume ser parte desta. Ítem, la punta de tierra que forma el estrecho de San Vicente o de Mayre, es la postrera que se ha hallado y la más cercana a la América.”


Es decir, la Antártida, pero presume que es un fragmento de la anterior “quinta parte” y además cree que el estrecho de San Vicente o Mayre separa América de esta “Antártida”, cuya punta norte, que sabemos hoy es la pequeña Isla de los Estados, estaría muy próxima a la Tierra de Fuego.

Esta confusión de ideas es común en la cartografía de la época. De hecho, este inmenso continente austral perduró en la imaginación de navegantes y cartógrafos hasta que los viajes de Cook, a fines del siglo XVIII, dejaron claro el vacío de tierras del Pacífico sur y la separación de la Antártida de las demás tierras continentales.


Sigamos con el relato del jesuita:

“De cualquier parte que a ella se navegue se topa muy grande número de islas adyacentes a sus costas, mayormente por la mar del Sur; muchas de ellas  se han costeado en torno, otras por sólo un lado sin acabarse de averiguar si son islas o puntas de tierra firme continuada, aunque cercada de mar por todas partes, que desde el estrecho de San Vicente corre la vuelta del Oriente hasta el paraje del cabo de Buena Esperanza; y por el poniente hasta la Nueva Guinea; que verdaderamente, si ella es tierra continuada la que por diversas partes está reconocida, ocupa tan grande porción del orbe como cualquiera de las otras cuatro; y si es tierra descontinuada, consta de grandísimas islas, como se sabe por la noticia que han traído los que deste reino del Perú han ido varias veces a su descubrimiento”.


Lo cual implica que supone, una de dos: o un enorme continente, o “grandísimas islas”, que es lo acertado si así consideramos a Australia y a la Antártida. Parece que a esta última hipótesis se adhiere el Padre Cobo (con las noticias frescas que llegan al Perú).

En suma, una buena información geográfica, para la época, y unas ideas razonablemente acertadas.

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