En octubre de 1989 se publicó, por primera vez en España, la obra de un eminente extremeño, el jesuita Miguel del Barco. Se trata de la Historia natural de la Antigua California.
Miguel del Barco González nació el 13 de noviembre de 1706 en Casas de Millán, diócesis de Plasencia. Es muy probable que la familia del joven Miguel tuviera una posición relativamente acomodada ya que, antes de ingresar en la Compañía de Jesús, estudió filosofía y jurisprudencia en la Universidad de Salamanca. Aún no había cumplido los veintidós años cuando entró en el noviciado que los jesuitas tenían en Villagarcía de Campos (Valladolid).
A partir de este momento la vida de Barco se desarrolla en cuatro etapas perfectamente delimitadas: el período comprendido entre 1728 y 1735, que corresponde a su formación religiosa; los tres años (1735-1738) en la región central de México; la etapa de misionero en la Baja California, comprendida entre 1738 a 1768; y sus últimos años de exilio, consecuencia de la expulsión de los jesuitas, en Bolonia (1768-1790).
Desde un punto de vista histórico, no es hasta 1596 cuando
Felipe II ordena a don Gaspar de Zúñiga, a la sazón virrey de Nueva España, la
exploración primero y el poblamiento después de la península de California. A
finales de la decimoséptima centuria se unen el afán misionero de los jesuitas
y la necesidad que tiene la corona española de encontrar la vía comercial del
Pacífico. El resultado de ambos intereses es la licencia que, del virrey de
Nueva España, obtienen los miembros de la Compañía de Jesús para colonizar la
Baja California.
Los jesuitas levantaron 18
misiones a lo largo de toda la península californiana, desde San José del Cabo,
en el Sur, hasta Santa María, en el Norte. La primera de las misiones fue la de
Loreto, fundada por Juan María Salvatierra, la segunda fue la Misión de San
Francisco Javier, creada por Miguel del Barco y cuya acción civilizadora la
continuó Juan de Ugarte. Durante el período misional jesuita
(1679-1767), los religiosos redactaron numerosos informes, cartas y crónicas,
publicadas en Europa después de la expulsión de la Compañía.
El golfo de California fue explorado en 1721 por el jesuita
Juan de Ugarte y después, cuando los discípulos de San Ignacio fueron
expulsados, el franciscano, nacido en Palma de Mallorca, Francisco Palou
escribió unas Noticias de la Antigua y
Nueva California basándose en lo observado por él, entre 1777 y 1783, y en
lo que leyó en los documentos de los archivos de su Orden en Méjico.
La obra de Barco es la primera en la que se realiza un estudio exhaustivo de la península californiana, a pesar de que otros autores habían hecho previamente descripciones de la naturaleza de Nueva España. Así, el médico de Felipe II Francisco Hernández recorrió este territorio de 1571 a 1577 y volvió a nuestro país con nada menos que diecisiete volúmenes de textos y dibujos relativos a las regiones visitadas. Años después, el jesuita José de Acosta publicó, en 1590, una excelente Historia Natural dedicada, principalmente, a Perú y México.
En cualquier caso, al leer la obra de Barco se aprecian
aquellas características comunes a una gran mayoría de los cronistas del Nuevo
Continente. En efecto, realiza prolijas descripciones morfológicas de muchas
especies animales y vegetales, utiliza la comparación entre los ejemplares
indígenas y españoles, menciona los nombres que los naturales del país dan a
los diferentes seres vivos, constata la utilidad de los productos de la zona
(sean estos animales, vegetales o minerales), realiza escarceos en asuntos
etológicos, aporta datos ecológicos de interés, etcétera. Sin embargo, la fauna
marina es tratada muy superficialmente ya que según propia confesión: “de lo
perteneciente al mar no sé. De las cuales regiones me destierra a mí casi
completamente mi natural inclinación...”.
En la Historia
natural de la Antigua California, el autor trata de los tres reinos
naturales clásicos: animal, vegetal y mineral. No obstante, la distribución de
los diferentes capítulos de la obra y los temas que aborda en cada uno de ellos
llaman rápidamente la atención del lector. El texto de Barco está dividido en
once capítulos; los tres primeros dedicados a especies zoológicas pero
agrupadas de forma pintoresca: en el primero habla de los animales montaraces,
en el segundo trata de diferentes especies de insectos y reptiles y en el
tercero se ocupa de las aves. Los capítulos del cuarto al octavo los dedica al
reino vegetal, agrupando las especies botánicas de manera peculiar. Los
capítulos nueve y diez vuelven a ser de asunto zoológico, en uno habla de peces
y en el otro de testáceos (donde incluye quelonios, moluscos y crustáceos) y el
undécimo es de tema geológico.
Al leer la obra del jesuita extremeño observamos detalles
que nos muestran a un agudo observador de la naturaleza. Las especies animales
y vegetales son descritas, en muchas ocasiones, de manera tan pormenorizada,
que hace fácil su identificación.
Así, en el reino vegetal, son muchos los relatos en los que Barco realiza una detallada descripción del porte y morfología de los ejemplares, disposición de las hojas sobre el tronco, lugar de localización de las flores y un sinnúmero de apuntes que le hacen al lector “ver” la especie que está leyendo.
El protagonismo del
indio en la Historia natural de la
Antigua California le lleva a relatar importantes aportaciones de los usos
y costumbres indígenas. De esta forma, el relato de la naturaleza adquiere así
una doble función, didáctica por un lado y de aprovechamiento del entorno por
otro. Así, la utilización de las espinas de las “biznagas” (diferentes especies
de Cactáceas) como limpiadientes, la
tinción de las pieles de venado con las raíces de “mezquitillo” (leguminosa del
género Cassia), o la recolección de
la verdolaga (especie del género Portulaca),
son tres de los muchos ejemplos que se pueden citar del uso que los indígenas
hacían de los vegetales de la Baja California.biznagas
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