Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

04 junio, 2023

Inocencio Riesco , pionero de la bioética en España

 

Inocencio María Riesco Le-Grand es una personalidad poco conocida de la España del siglo XIX pero, no obstante, debe ser punto de referencia obligada de las cuestiones bioéticas de esa centuria en nuestro país.

Nació en Madrid el 8 de diciembre de1810 y era hijo del militar Francisco Buenaventura Riesco y Martín y de Rosa Le-Grand y Martí. Tenía, al menos, una hermana, llamada Carmen. Realizó los primeros estudios en Córdoba, pero ya en 1819 se encontraba en Zamora, donde se había dirigido la familia, para ampliar conocimientos de humanidades. Ingresó en la Orden de San Francisco en 1824 y el año siguiente se fue a León con el fin de estudiar Teología y Filosofía. En 1830 marcha a Salamanca y dos años después es ordenado sacerdote.

Las escasas referencias biográficas a este presbítero católico las conocemos de su bibliografía. Así, sabemos que en 1833 era profesor de Teología y Filosofía en el convento de San Buenaventura de la población zamorana de Puebla de Sanabria. Como consecuencia de las leyes de exclaustración (1835) es expulsado del convento y se traslada a Madrid con su madre, por aquel entonces viuda.

En la capital de España asistió a las lecciones anatómicas y médicas del Colegio de San Carlos, en el de San Isidro aprendió lenguas clásicas y en el Jardín Botánico adquirió conocimientos de historia natural y diversas disciplinas científicas.

A su cargo tuvo, en la década de los treinta, la cátedra de Filosofía del Colegio de Santa Isabel, que se había incorporado a la Universidad. En 1839 funda en Madrid la Sociedad Bíblico-católica con la finalidad de proporcionar al pueblo libros morales a poco precio o gratuitamente. Fue catedrático de Filosofía y Fundamentos de Religión, y hacia 1842 era director del Colegio de Humanidades de la calle del Amor de Dios de Madrid y capellán de Excmo. Sr. Conde de Cervellón. Entre 1848 y 1850 parece que tenía su propia imprenta en Madrid: la Greco-Latina. Era socio de mérito y catedrático de Geografía del Instituto Español, e individuo de varias sociedades y academias del reino.

El Instituto Español fue una asociación creada en Madrid por un grupo de burgueses liberales que quería extender la educación popular de manera que con unos precios módicos, o de balde, impartía a los obreros madrileños conocimientos de diversa índole: primeras letras, clases para adultos, de artesanía, educación física, “escuela de madres”, etcétera. En resumen, pretendía la redención de la clase trabajadora a partir de la educación.

Al iniciarse el año académico 1845-46, Riesco pronunció un discurso que da buena prueba de su ímpetu intelectual y de sus ideas culturales. Del mismo entresaco las siguientes palabras:

“Las ciencias y las artes jamás estorban al hombre, sean las que se quieran las circunstancias de su vida: ellas sirven de diversión en la juventud, de utilidad en la edad madura, y de descanso en la vejez”.

Del fracaso del proyecto educativo que fue el Instituto Español, surgieron nuevas iniciativas como la Velada de Artistas y Artesanos y, en 1859, su heredero: El Fomento de las Artes, impulsado por un grupo de hombres encabezado por Riesco, que fue el germen que consiguió, mucho después (1882), la celebración del Congreso Nacional Pedagógico.

Riesco también fue catedrático de Religión de la Academia literaria de profesores de primera educación de Madrid y en 1858 Rector de la madrileña iglesia del San Francisco el Grande.

También sabemos que tuvo alguna relación con Jaime Balmes por una carta que el catalán envió a nuestro autor en respuesta a otra de Riesco en el que le comunicaba la concesión de un premio.

Publicó un gran número artículos de índole religiosa, muy especialmente en el periódico El amigo de la religión cristiano-católica y de la sociedad y, desde 1838, en El madrileño católico; también llevó a la imprenta obras religiosas, libros de texto, obras lexicográficas y muchas otras entre las que destaca su Tratado de Embriología Sagrada. Esta obra vio la luz en Madrid en el año 1848 (imprenta Greco-latina bajo la dirección del autor)  y sus contenidos se encuentran divididos en dos partes: en la primera, después de una breve introducción, se interesa por aspectos tales como al alma y la animación, las diferentes especies de preñez y sus enfermedades, etcétera; en la segunda se ocupa del aborto, de la operación de cesárea, alumbramiento, el bautismo, etcétera. Además aporta un apéndice sobre las partes de la medicina y un diccionario de tecnicismos.

En el Tratado de Embriología Sagrada desea imitar a la homónima del médico y sacerdote de Palermo Francesco Emanuele Cangiamila (1702-1763), que apareció en italiano en 1745 y poner al día determinados conocimientos aunque, principalmente, quiere  llamar la atención del teólogo, médico y del jurisconsulto. Fundamentalmente, el texto del sacerdote madrileño se interesa por el embrión, el feto y el niño naciente como persona capaz del Bautismo y, por ello, da cuenta de las obligaciones de los sacerdotes, médicos, cirujanos, matronas, etc. respecto de las “tiernas criaturas” para que no les falte ese sacramento cristiano.

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