Isidoro de Antillón y Marzo (1778-1814) nació en una aldea turolense, Santa Eulalia de Jiloca (hoy Santa Eulalia del Campo), estudió en Zaragoza, Huesca y en la Universidad de Valencia consiguió los doctorados en Derecho Civil y Derecho Canónico; estaba, pues, destinado a ser un hombre de leyes, de letras. Era una persona muy culta: participó en la sevillana tertulia de lord Holland, junto con otros intelectuales de su tiempo: Blanco White, Quintana o Jovellanos, por citar tres personalidades sobradamente conocidas; creó el Semanario Patriótico, primer periódico político español; representó a Aragón en la Cortes de Cádiz; fue el autor de la ley por la que se prohibían los castigos físicos a los niños y presos, etc.
Sin embargo, le tocó vivir en una época de sinrazones y como además decía cosas con sentido común (“la naturaleza no ha formado esclavos y señores, reyes ni vasallos: esto es obra de la fuerza y de las instituciones de los hombres”), el absolutismo lo persiguió: llegó a ser paseado medio muerto por su población de nacimiento cuando iba a ser llevado a la cárcel de Zaragoza, pero su constitución, de suyo enfermiza, no lo soportó y falleció en su Santa Eulalia natal a los 36 años. Este trato infame fue la recompensa a un patriota que había organizado la Junta de Defensa de Teruel en la Guerra de la Independencia y que, también, había participado en los Sitios de Zaragoza. De todo esto y de muchas otras cosas hay abundante información.
Este extraordinario orador en la Cortes gaditanas fue un excelente geógrafo, astrónomo y cartógrafo, facetas por las que no es muy conocido. Protegido por Godoy, al iniciarse el siglo XIX ocupó el cargo de director y catedrático de Geografía, Cronología e Historia del madrileño Seminario de Nobles, donde realizó observaciones astronómicas que aparecieron en La Ilustración española. Antillón tradujo importantes obras de divulgación astronómica de la época y escribió muchas obras de geografía.
De entre todas sus obras científicas quiero destacar un espléndido atlas que utilizaban como libro de texto los estudiantes del citado Seminario; se trata de la Carta esférica del grande océano con un análisis en que se manifiestan los fundamentos sobre que se ha construido (1802). En esta obra utiliza el meridiano de Madrid, ubicado en el edificio del Seminario, como punto de referencia y origen del cálculo de las longitudes ya que, según nos dice en el prólogo de la obra, “sábese que las naciones cultas no convienen en el paraje que ha de tenerse por primer meridiano y así este punto es variable según el arbitrio de los geógrafos. Sería sin embargo de desear que todos los pueblos adoptasen un primer meridiano común.” Antillón estima conveniente el del Teide ya que deja al este todos los países de Europa; mientras esto sucede, “los sabios de los países más cultos han convenido justamente en contar las longitudes desde su capital o pueblo del observatorio. Es raro que mapistas españoles o extranjeros busquen el pico del Teide como primer meridiano. Nuestros marinos cuentan sus longitudes desde el observatorio de Cádiz.”
Durante toda su vida alternó los escritos políticos, sociológicos, históricos, etc. con otros de carácter científico. Así, escribía en 1807 unos Principios de geografía física y civil, en 1808 los Elementos de geografía astronómica, natural y política de España y Portugal, en 1811 vieron la luz sus Noticias geográficas del Mar Mediterráneo, etc.
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