Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

24 mayo, 2011

Arturo Duperier (1896-1959) y “sus admiradores”

El pueblo abulense de Pedro Bernardo vio nacer en 1896 a uno de los más importantes físicos españoles del siglo XX: Arturo Duperier.
Fue nombrado, en 1928, Auxiliar de la Cátedra de Electricidad y Magnetismo de la madrileña Facultad de Ciencias. Cuatro años después obtuvo por oposición la Cátedra de Geofísica en la misma Universidad.
En plena Guerra Civil marcha a Inglaterra a realizar estudios sobre la radiación cósmica en el equipo de Patrick M. Stuart Blackett (1897-1974), a la sazón profesor de Física en la Universidad de Manchester y poco después premio Nobel de Física. En la capital de Inglaterra Duperier se establece definitivamente en marzo de 1940.
 Sabemos que en varias ocasiones se le ofreció la ciudadanía británica, pero era siempre rechazada por su deseo de seguir siendo español y de morir en España. Según el testimonio de su hija: "Para él era más importante España que todos los galardones que pudiera recibir cambiando de nacionalidad". Duperier deseaba venir a la Península, quería trabajar en su país, pero muchos de sus colegas universitarios, cargados de mediocridad, quedarían en una mala situación si se hubieran cotejado sus niveles intelectuales con los del colaborador de Blackett.
En aquella época, algunas personalidades de gran trascendencia (política) en la física española tuvieron una actitud favorable a la hora de facilitar el regreso a España del exiliado. Sin embargo, ni la mayor parte de sus colegas de la Universidad Complutense, ni los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas mostraron un gran interés porque el físico de Pedro Bernardo siguiera realizando sus investigaciones en España.
El mismo Duperier tenía una excelente visión de lo que significaba la España científica de su tiempo; en una carta que, en 1949, escribió el abulense a un amigo le dice: "…me habló de camarillas que se imponen a los Poderes Públicos y que en mi caso particular son férreamente opuestas a mi supuesto reintegro a la Universidad de Madrid; que éstas fueron las que lograron que se anunciara a oposición mi cátedra en cuanto se susurró por Madrid que yo volvía, y me dio nombres. En el fondo, sin embargo, después de mucho lamentarse de mi ausencia de España y de lo muchos que todos pierden con ello, saqué la impresión que me han dado otros en turismo oficial por aquí, que en el fondo, te repito, ninguno quiere verme por allí. Han visto lo bastante para estar convencidos de que mi obra habría de ser obra seria y esto, no cabe duda, les espanta. Piensan sólo en ellos, con un desprecio absoluto por lo que sea de España".
Invito al lector a que reflexione sobre la siguiente pregunta: ¿se ha producido un cambio drástico de la situación? [...]

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