La desconsideración con los trabajos de los
hombres de ciencia la podemos encontrar en muchos libros, entre los que están
los que tratan asuntos históricos. Teniendo en cuenta exclusivamente obras de historia
de España o de cultura española, de carácter más o menos general o divulgativo,
podemos afirmar que la mayor parte de libros de este asunto olvidan la labor
científica, obvian a las instituciones relacionadas con la ciencia y, en fin,
ningunean todo aquello que tenga el menor viso científico. Veamos tres casos
más que significativos: una historia general de España, un texto general de
cultura española y un libro de cultura española de los siglos XVI y XVII.
Primero: García de Cortázar y González de
Vesga escriben una atractiva Historia de
España en la que casi no hay alusiones a la tarea científica de los
españoles, mientras que no son escasas las referencias al teatro, poesía,
pintura… españolas. Segundo: la obra de dirige P.E. Russell y que tiene como
título Introducción a la cultura
hispánica, está dividida en dos tomos, uno dedicado a la historia, el arte
y la música de nuestro país; el otro trata exclusivamente de la literatura, lo
cual implica que los aspectos relacionados con la ciencia parece que tienen
poco que ver con la cultura. Tercero: una espléndida y ya clásica obra dedicada
a la “cultura y costumbres del pueblo español de los siglos XVI y XVII”
—epígrafe que figura en la portada de la primera edición española (1929)—, y
titulada Introducción al siglo de oro,
del hispanista alemán Ludwig Pfandl, carece de referencia alguna a la ciencia.
En todo lo anterior hay excepciones. Por
ejemplo, el Tomo XXI de la prestigiosa Historia
de España de Menéndez Pidal está dedicado a la Cultura del Renacimiento (1480-1580), y en él se hace un excelente estudio de los aspectos culturales de esa
época; intelectuales eminentes de cada especialidad escriben sobre música,
pintura, lengua, etc. El apartado dedicado al Renacimiento en las Ciencias está
escrito por el, probablemente, más importante de los historiadores de la
ciencia española, José María López Piñero y en el texto se dedican cincuenta
páginas (de ochocientas) a los avatares científicos de la España renacentista.
Otro ejemplo, aunque menos significativo: en un librito de Ricardo García
Cárcel, uno de los mejores historiadores de la época Moderna española, estudia Las Culturas del Siglo de Oro y dedica
trece páginas (de poco más de doscientas) al pensamiento científico. En
cualquiera de los dos casos, compare el lector la parte proporcional dedicada a
la ciencia y la que aborda las otras formas de cultura y saque sus propias
conclusiones.
Esta desconsideración con la actividad
científica también es aplicable a muchas obras de grandes hispanistas, como el
historiador británico Henry Kamen. En su obra Felipe de España casi no hay “alusiones” a los numerosísimos
aspectos científicos del reinado de Felipe II. Hay, empero, numerosas
referencias a los artistas de su reinado. Sólo se apunta, aunque en un párrafo
(en un libro de más de quinientas páginas), la expedición realizada por el
naturalista y médico Francisco Hernández; tan escasa información no permite
hacerse una idea de la importancia de la que fue la primera, y una de las más
importantes, expediciones científicas al Nuevo Mundo. Sin embargo, hay muchas
razones para explicar someramente la expedición y para referirse al que fuera
médico regio y nombrado, por su rey, “protomédico general de nuestras Indias”.
Claro que, además de este importante científico, se hubieran podido citar
muchos hombres e instituciones que tuvieron una gran influencia en la cultura
de la segunda mitad del siglo XVI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario