Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

06 septiembre, 2013

Las hermanas Barnés

Este breve relato que voy a contar hoy empieza en un catedrático de Historia de Instituto que se llamaba Francisco Barnés Salinas (1877-1947), que también fue diputado en 1931 y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en varios gobiernos de la II República.  Francisco casó con Dorotea González y tuvieron tres hijos y cuatro hijas: Dorotea, la mayor, nació en Pamplona en 1904, pero su padre se trasladó al Instituto de Ávila y en la población castellana nacieron Adela (1908) y Ángela (1912). Petra nació en Madrid (1910). Me voy a limitar a trazar unas pinceladas de las mujeres de la familia porque es casi imposible hallar una en la que todas sus mujeres se dedicaran con éxito a la actividad intelectual... ¡en el primer tercio del siglo XX!

Dorotea Barnés estudió Ciencias Químicas en la Universidad Central. En 1929, sin terminar la carrera, marcha a los Estados Unidos con una beca del Smith College de Northampton (Massachussets) y una ayuda de la Junta para Ampliación de Estudios.  Allí realizó algunos estudios de química  y de análisis espectral con Gladis Anslow (1892-1969), una física destacada en esa especialidad. Estas tres mujeres, Foster, Anslow y Barnés, publicaron en 1930 un trabajo sobre las algunas características químicas y el espectro de absorción de la cistina en una de las revistas científicas de bioquímica de mayor prestigio internacional, antes y ahora: The Journal of Biological Chemistry. Obtiene la licenciatura en 1931, con Premio extraordinario y poco después se doctora. En ese mismo año empieza sus investigaciones en la Sección de Espectroscopía del Instituto Nacional de Física y Química. La Guerra Civil hizo que se fuera con su marido y su hija a Carcassone, Francia, aunque, como le ocurrió a un gran número de mujeres de su tiempo, el matrimonio ya le había alejado de su labor investigadora: “a mí me retiró de la ciencia mi marido”, dijo en 1996.
La segunda de las hermanas, Adela Barnés, también cursó la carrera de Químicas, licenciándose en 1932 en la Universidad Central de Madrid con Premio Extraordinario. Desde 1931 y hasta 1936 trabajó con Enrique Moles (1883-1953) en el Instituto Nacional de Física y Química. En esta época ejerció como profesora ayudante en la cátedra de Química Inorgánica que Moles desempeñaba en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid.
Estaba en un congreso en París cuando empezó la Guerra Civil y no volvió a España. Se exilió a Méjico, donde trabajó de ayudante de Química Orgánica y Análisis Químico con José Giral (suegro de su hermana Petra), en la Escuela de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, donde se jubiló.
Petra Barnés estudió y se licenció en Farmacia en la Universidad madrileña, también con Premio Extraordinario. Investigó con Antonio Madinabeitia (1890-1974) en la Universidad Central y en el Rockefeller.  En cualquier caso, Petra emparentó con una familia de científicos y políticos, los Giral; con Francisco se casó en a1932.  La Guerra Civil sorprendió al matrimonio en Madrid, pero en 1937 se trasladaron a Cocentaina (Alicante) donde Francisco fue director de la fábrica de pólvoras. Se exiliaron a Méjico y los esposos Giral trabajaron en el Centro Politécnico Nacional. Allí descubrieron juntos la fórmula de la giralgenina. Petra trabajó, hasta su jubilación, en diversos laboratorios y falleció en 1992.
La hermana menor de los Barnés fue Ángela. Se especializó en lingüística árabe y trabajó con el insigne arabista Miguel Asín Palacios (1871-1944), con el que hizo la tesis sobre alquimia árabe. En 1936 obtuvo una beca para trabajar como ayudante de Asín en la Escuela de Estudios Árabes. Pasó la Guerra Civil en San Lúcar de Barrameda con la familia de su marido, Francisco Bozzano Prieto. Vivió en Madrid después de la contienda aunque, igual que Dorotea, no realizó ninguna actividad profesional.
El resto de la familia, padre y madre incluidos, permaneció en el exilio mexicano, donde, como ya se ha dicho, Adela y Petra continuaron su trabajo científico hasta la jubilación.

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