Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

07 enero, 2015

Pedro Simón Abril y la enseñanza de las ciencias

El humanista Pedro Simón Abril, un hombre del siglo XVI, da cuenta de tres errores a la hora de enseñar las ciencias.
Pedro Simón Abril nació en la localidad albaceteña de Alcaraz hacia 1530 y se crió con su tío, el médico Alonso Simón. Después de estudiar Filosofía y Matemáticas enseñó en diversas poblaciones hasta que en 1576 fue nombrado catedrático de Latinidad y Retórica en la Universidad de Zaragoza. 
Era un significativo defensor de la enseñanza en lengua vulgar, a pesar de que tenía unos vastos conocimientos de latín y griego y de que había realizado numerosas traducciones en ediciones bilingües y, a veces, trilingües. 

Murió en 1595 en Medina de Rioseco hacia 1595. 
En 1589 escribió una obra extraordinariamente sugerente: Apuntamientos de cómo se deben reformar las doctrinas, y la manera de enseñallas. De ella entresaco unos párrafos referidos a la enseñanza científica:
“Primer error en el enseña comúnmente las ciencias, es el enseñarlas en lenguas extrañas y apartadas del uso común y trato de las gentes, porque en los tiempos antiguos no hubo nación tan bárbara, que tal hiciese, desde que Dios formó el linaje humano, sino que enseñaron los caldeos en caldeo y los hebreos en hebreo, y lo mismo hicieron las demás naciones, gitanos, fenicios, griegos, latinos, árabes, y casi desde los primeros tiempos los españoles, cada uno a su nación en la lengua que le era natural; de donde resultaba que los discípulos entendían a sus maestros con gran facilidad, y los maestros enseñaban a sus discípulos con mayor llaneza y claridad; porque ahora los más de los que enseñan, por no enseñar en sus propias lenguas, sino en extrañas y poco usadas en el mundo, no declaran sus conceptos a los que aprenden, por términos llanos, claros y propios, sino por impropios y muy oscuros, de donde nace gran dificultad en el entenderse los maestros y los discípulos; y si acaso se halla algún maestro que entienda bien el propio uso del griego o del latín, los que te van a oír no son tan ejercitados en el uso de aquellas lenguas extrañas, que entiendan fácilmente los conceptos y palabras del maestro;(…)
Segundo error común en el enseñar las ciencias, es el no contentarse los maestros con las cosas que particular y propiamente tocan al sujeto de cada una de ellas, sin mezclar las cosas de las unas con las de las otras, por mostrarse muy doctos en ciencias diferentes, teniendo más en cuenta con su propia ostentación que con el bien y utilidad de los que aprenden.
Tercer error común en el enseñar las ciencias, es el desordenado deseo que tienen los que aprenden de llegar de presto a tomar las insignias de doctrina, que vulgarmente llaman grados, a que tienen hoy más ojo los hombres por sus particulares ambiciones y codicias, que a salir con la empresa de la verdadera doctrina; porque de aquí nace el desear ser enseñados los hombres por compendios, sumas o sumarios, y no tener paciencia para leer lo que los varones antiguos escribieron de cada una de ellas largamente; que es lo que va destruyendo y haciendo poner en olvido la lección de los antiguos escritores.”

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