Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio (Santiago Ramón y Cajal)

17 mayo, 2018

El Roque, físicos y químicos

En 1910, la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) crea el Laboratorio de Investigaciones Físicas en lo que venía a ser un núcleo científico-técnico en el Madrid de principios de siglo, en el entonces llamado Palacio de la Industria y de las Artes, muy cerca del Hipódromo, donde también se encontraban el Museo de Ciencias Naturales, el Centro de Ensayos de Aeronáutica y Laboratorio de Automática de Torres Quevedo, la Escuela de Ingenieros Industriales y la Real Sociedad Española de Historia Natural.

El Laboratorio de Investigaciones Físicas, del que ya he tratado en otra entrada de este blog (ver) tuvo desde un primer momento un escaso presupuesto, pero se hacían algunas investigaciones que se presentaban a congresos y reuniones científicas españolas y aparecían en las dos revistas españolas adecuadas para este tipo de publicaciones: los Anales de la Sociedad Española de Física y Química y la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Blas Cabrera
 En el Laboratorio se realizaban, obviamente, trabajos de investigación y también se impartían cursos de formación. El responsable principal de este centro era Blas Cabrera Felipe.
Desde 1919 los diferentes científicos que trabajaban en el Laboratorio fueron asentando sus posiciones académicas e investigadoras y se reorganizó la estructura de mismo en las Secciones de Electricidad y Magnetismo, Espectroscopía, Termología y Rayos X y la de Química-Física. Esta organización se mantuvo hasta 1932 —con sólo el añadido de la Sección de Electroquímica—, año en el que el Laboratorio pasó a ser Instituto Nacional de Física y Química.
En ese centro se empezó a realizar un trabajo científico que muy pronto traspasó nuestras fronteras. La razón de este hecho estaba en los numerosos e importantes trabajos publicados en revistas internacionales de raigambre por científicos como el físico, ya citado, Blas Cabrera y el químico Miguel Ángel Catalán Sañudo. Pero también investigaban otros hombres de ciencia como Eduardo Marquina, Emilio Jimeno, Enrique Moles, Ángel del Campo, Manuel Martínez Risco, Jerónimo Vecino, Julio Palacios, Julio Guzmán, Antonio Madinaveitia, etc.
Era un centro en el que, como decía un artículo de El Sol, escrito por Manuel Moreno Caracciolo el 20 de septiembre de 1920, en el que la jornada laboral era: “de ocho de la mañana a ocho de la noche, no se conocen más festivos que los domingos y no se cobra sino al cabo de algunos años de labor meritoria”. 
Miguel Catalán
 La proyección internacional de la ciencia que se hacía en el Laboratorio de Investigaciones Físicas supuso que en 1926 Charles Mendenhall, representante de la International Educational Board —organismo creado por la Fundación Rockefeller— y a la sazón profesor de Física en Wisconsin, escribiera un informe minucioso y halagador para los científicos y las investigaciones que estaban realizando en él: 
“La situación general en Madrid con relación a la física y la química debería, creo, animar mucho a la International Educational Board, tanto desde el punto de vista de la actitud de aquellos a los que se propone beneficiar como desde el de la extrema necesidad de la ayuda que se pretende conceder. Es decir, encontré un pequeño grupo de entusiastas y sorprendentemente bastante activos investigadores instalados de manera absolutamente inadecuada y llevando a cabo su trabajo sin, por lo que pude ver, ningún apoyo local excepto el que procede de la Junta. (…) No conozco ninguna institución en Estados Unidos en la que se estén realizando tareas comparables en locales tan primitivos y poco eficaces.”
Las carencias del laboratorio iban a ser solucionadas casi de golpe gracias a la Fundación Rockefeller y al Gobierno de España. Después unas largas negociaciones, en 1925 se firmó un preacuerdo entre el Gobierno español y la Junta para Ampliación de Estudios por un lado y la International Educational Board por otro para crear en Madrid un gran centro de investigación de física y química. La Fundación aportó más 400.000 dólares para la creación del que fue una espléndida sede de investigación científica: el Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado en 1932 y al que el personal llamaba “El Roque.”  Quedó estructurado en seis secciones: Electricidad y Magnetismo, dirigida por Blas Cabrera; Rayos Roentgen, dirigida por Julio Palacios; Espectroscopía, dirigida por Miguel Ángel Catalán; Química-Física, dirigida por Enrique Moles; Química Biológica (y Orgánica), dirigida por Antonio Madinaveitia y Electroquímica, dirigida por Julio Guzmán.
El 6 de febrero de 1932 se inauguró el edificio del Instituto Nacional de Física y Química con la presencia de sus científicos, hombres de la JAE, de la política e insignes personajes de la física y química internacionales: Sommerfeld, Otto Hönigschmidt, Paul Scherre, Pierre Weiss o Richard Willstätter.
En la actualidad este centro se mantiene con el nombre de Instituto Rocasolano, en honor del que fuera catedrático de Química General de la Universidad de Zaragoza Antonio de Gregorio Rocasolano, que en 1940 ocupó el cargo de vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Es difícil encontrar en la ciencia que se realiza en España un grupo de científicos de alto nivel internacional que investiguen en la misma institución y que en poco más de 20 años se conviertan en referencia de muchos estudios de física y química. Aunque hasta el inicio de la Guerra Civil se podrían nominar otros miembros de estas especialidades que también fueron importantes,  quiero resaltar cinco personalidades fundamentales en lo que fue el Laboratorio de Investigaciones Físicas primero e Instituto Nacional de Física y Química después. Blas Cabrera, el más importante de los físicos españoles del siglo XX,   Ángel del Campo, pionero de la espectroscopía; Enrique Moles, considerado por muchos el “Padre de la Química Española”; Antonio Madinaveitia, un innovador en la química que en nuestro país; Miguel A. Catalán, que realizó la contribución más importante de los científicos del Laboratorio de Investigaciones Físicas: el descubrimiento, en 1921, de los multipletes; y Julio Palacios, uno de los físicos españoles más importantes de todo el siglo XX.
Todos son hombres nacidos en el último cuarto del siglo XIX, en el seno de familias acomodadas que después de realizar sus estudios de licenciatura y doctorado recibieron una o varias becas de la JAE para completar su formación en el extranjero, en centros importantes donde trabajaban científicos que ya gozaban de una gran reputación internacional y que, en varios casos, iban a recibir, o había recibido, distinciones científicas de importancia, el Premio Nobel entre ellas.

1 comentario:

  1. Alguno ha utilizado la Lion 2 que la pueda recomendar? Me han dicho que es un equipo muy fiable y que la corteza exterior es excelente pero no lo tengo muy claro, me gusta por eso, porque es un equipo muy robusto

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